Reflexión Tercer día
Jesús tiene un corazón tierno y misericordioso, que se compadece de las mujeres y de los hombres de su tiempo. Se acerca con amor a los pecadores, a los excluidos de la sociedad, a los enfermos. Imaginemos con cuánto amor vio a la mujer pecadora que acariciaba sus pies, los bañaba con sus lágrimas y los secaba con sus cabellos… Pensemos en aquella mirada que convirtió el corazón de Zaqueo, la alegría de los leprosos al ser acogidos por Jesús y ser curados… ¡Un corazón misericordioso y lleno de amor!
ORACIÓN DEL TERCER DÍA
Jesús, este día en nuestro Novenario, recordamos tu ternura y tu compasión al acercarte a los hombres y las mujeres de tu tiempo: los pecadores, los excluidos, los enfermos y los marginados. ¿Qué sentirías en tu corazón cuando aquella mujer de mala fama se acercó a ti y, tirada en el suelo, como quien no tiene ningún derecho, con sus manos acarició tus pies, con sus lágrimas los bañó y los secó con sus cabellos, esperando de ti una palabra de salvación? ¿Cómo vibraría tu ser cuando tu mirada se cruzó con la de aquel hombre rico que, aunque había formado toda una fortuna robando a sus conciudadanos, te buscaba con un corazón dispuesto? Y, ¿qué sentirías cuando viste a aquellos diez leprosos, que desde lo más profundo de su ser te gritaban, “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros?
Jesús, ¡déjanos vislumbrar hoy lo más íntimo de tu corazón!
Oración Final:
Padre celestial, te agradecemos la oportunidad que nos has dado de acercarnos a tu Hijo Jesús a través del rezo de esta novena. Gracias por recordarnos que Él es el hijo de tus complacencias y por invitarnos a contemplarlo, a escucharlo y a aprender de Él.
Espíritu Santo, gracias por las luces que nos has dado para comprender mejor el Corazón de Jesús que tanto nos ha amado; que por nosotros nació, creció, padeció y murió. Gracias por recordarnos que Jesús está vivo y que, sentado a la derecha del Padre, vive para interceder por nosotros.
Jesús, gracias por tu encarnación, por haber caminado los caminos de tu patria acercándote con amor y compasión a las personas más necesitadas de tu entorno. Gracias por enseñarnos que de tu corazón brotan ríos de amor y misericordia para quienes se acercan a ti, con corazón humilde y abierto a conocerte y a amarte.
María, madre de Jesús, gracias por darnos a tu Hijo y por acompañarlo hasta la cruz. Gracias por aceptar ser la madre de la Iglesia, nuestra madre. A ti te invocamos diciendo:
Dulce Madre, no te alejes, tu vista de nosotros no apartes, ven con nosotros a todas partes, y solas, solos nunca nos dejes.
Tú que nos proteges tanto, como verdadera madre,
Haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, para que seamos mansos y humildes de corazón, compasivos y misericordiosos como tu Hijo Jesús.
AMEN.
