DÍA 2
Señal de la cruz.
Acto de Contrición:
Oh, Dios mío, me arrepiento profundamente de haberte ofendido. Detesto todos mis pecados porque temo la pérdida del Cielo y las penas del Infierno. Pero sobre todo, porque te ofendí, oh, Dios mío, que eres todo bondad y mereces todo mi amor. Resuelvo firmemente, con la ayuda de tu gracia, confesar mis pecados, hacer penitencia y enmendar mi vida. Amén.
Rezar las 3 primeras decenas del Rosario.
Meditación para el día 2
María, Madre Amada, canal de toda gracia, hoy te devuelvo mi corazón, reconociendo que soy un pecador que necesita tu ayuda. Muchas veces pierdo las gracias que me concedes por mis pecados de egoísmo, orgullo, rencor y mi falta de generosidad y humildad. Me dirijo a ti hoy, María, Desatanudos, para que le pidas a tu Hijo Jesús que me concedas un corazón puro, despojado, humilde y confiado. Viviré hoy practicando estas virtudes y ofreciéndote esto como muestra de mi amor por ti. Encomiendo en tus manos este nudo (…descríbeme) que me impide reflejar la gloria de Dios.
María, Desatadora de Nudos, ruega por mí.
Rezar las dos últimas decenas del Rosario.
Oración a María, Desatadora de Nudos
(Oración final)
Virgen María, Madre del amor hermoso, Madre que nunca rechazas acudir en ayuda de un niño en necesidad, Madre cuyas manos nunca dejan de servir a tus amados hijos porque son movidos por el amor divino y la inmensa misericordia que hay en tu Corazón, fija en mí tu mirada compasiva y mira la maraña de nudos que hay en mi vida.
Sabes muy bien lo desesperado que estoy, mi dolor y cómo me atan estos nudos.
María, Madre a quien Dios confió la tarea de desatar los nudos en la vida de sus hijos, encomiendo en tus manos el lazo de mi vida.
Nadie, ni siquiera el mismísimo maligno, puede arrebatarlo de tu preciado cuidado. En tus manos no hay nudo que no se pueda desatar.
Madre poderosa, por tu gracia y poder intercesor ante tu Hijo y mi Libertador, Jesús, toma hoy en tus manos este nudo…te ruego que lo deshagas para gloria de Dios, de una vez por todas, Tú eres mi esperanza.
Oh Señora mía, eres el único consuelo que Dios me da, la fortificación de mis débiles fuerzas, el enriquecimiento de mi indigencia y, con Cristo, la liberación de mis cadenas.
Escucha mi súplica.
Guárdame, guíame, protégeme, ¡oh refugio seguro!