DÍA 4

Señal de la cruz.

 

Acto de Contrición:

Oh, Dios mío, me arrepiento profundamente de haberte ofendido. Detesto todos mis pecados porque temo la pérdida del Cielo y las penas del Infierno. Pero sobre todo, porque te ofendí, oh, Dios mío, que eres todo bondad y mereces todo mi amor. Resuelvo firmemente, con la ayuda de tu gracia, confesar mis pecados, hacer penitencia y enmendar mi vida. Amén.

 

Rezar las 3 primeras decenas del Rosario.

 

Meditación para el día 4

Nuestra Señora Desatadora de Nudos. Querida Santa Madre, tú eres generosa con todos los que te buscan, ten piedad de mí. Encomiendo en tus manos este nudo que me roba la paz del corazón, paraliza mi alma y me impide ir a mi Señor y servirle con mi vida.

Desata este nudo en mi amor…, oh Madre, y pídele a Jesús que sane mi fe paralítica que se abate con las piedras del camino. Junto contigo, querida Madre, que pueda ver estas piedras como amigas. Que ya no murmure contra ellas, sino que dé gracias sin cesar por ellas, que sonría confiado en tu poder.

María, Desatadora de Nudos, ruega por mí.

 

Rezar las dos últimas decenas del Rosario.

 

Oración a María, Desatadora de Nudos
(Oración final)

Virgen María, Madre del amor hermoso, Madre que nunca rechazas acudir en ayuda de un niño en necesidad, Madre cuyas manos nunca dejan de servir a tus amados hijos porque son movidos por el amor divino y la inmensa misericordia que hay en tu Corazón, fija en mí tu mirada compasiva y mira la maraña de nudos que hay en mi vida.

Sabes muy bien lo desesperado que estoy, mi dolor y cómo me atan estos nudos.

María, Madre a quien Dios confió la tarea de desatar los nudos en la vida de sus hijos, encomiendo en tus manos el lazo de mi vida.

Nadie, ni siquiera el mismísimo maligno, puede arrebatarlo de tu preciado cuidado. En tus manos no hay nudo que no se pueda desatar.

Madre poderosa, por tu gracia y poder intercesor ante tu Hijo y mi Libertador, Jesús, toma hoy en tus manos este nudo…te ruego que lo deshagas para gloria de Dios, de una vez por todas, Tú eres mi esperanza.

Oh Señora mía, eres el único consuelo que Dios me da, la fortificación de mis débiles fuerzas, el enriquecimiento de mi indigencia y, con Cristo, la liberación de mis cadenas.

Escucha mi súplica.

Guárdame, guíame, protégeme, ¡oh refugio seguro!