LA GRATITUD ES MANIFESTACIÓN DE SALVACIÓN
En la historia sobre la vida de Jesús, encontramos a pocas personas que le hayan mostrado su agradecimiento por lo que Él hizo por ellas. Entre las que sí lo hicieron, hay una persona sobre la cual tengo una gran admiración por lo que manifestó ante el Señor y ante el mundo. Esta es la historia y los hechos de una mujer conocida, como suele decirse, “de la vida alegre”; es decir, era una mujer pública, conocida incluso por los fariseos por vender su cuerpo al mejor postor. Hace años que leí este pasaje e incluso he dado temas sobre él, porque considero que hay un misterio muy profundo en cada acto que se manifiesta en lo que sucedió ese día.
Hoy, por primera vez, descubrí algo nuevo en este pasaje. Tiene que ver con una gran manifestación de AMOR y AGRADECIMIENTO; esta historia es única y una gran lección para quienes dicen que aman a alguien, pero no solo con palabras, sino con actos concretos, como los de esta mujer. Te pido que leas este pasaje bíblico en este momento, pero que lo hagas en un lugar donde nada te perturbe, para que puedas concentrarte en cada palabra, dejando que el Espíritu Santo te revele lo que hay detrás de cada acto. Aquí, Dios hablará a tu corazón, y si lo deseas, puedes releerlo varias veces, porque necesitamos más revelación.
Si lo entendemos y luchamos por imitar a esta mujer, te lo digo sinceramente: serás de las pocas personas que en esta vida logran vivir con la gran dicha de haber conocido el AMOR de los AMORES y de vivir con la ESPERANZA de un día pasar la vida eterna gozando de ese AMOR de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice la Palabra:
«Un fariseo lo invitó a comer. Jesús entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra. Se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra. Al verlo, el fariseo que lo había invitado pensó: “Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora.” Jesús tomó la palabra y le dijo: “Simón, tengo algo que decirte.” Contestó: “Dilo, maestro.” Le dijo: “Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos lo amará más?” Contestó Simón: “Supongo que aquél a quien más le perdonó.” Le replicó: “Has juzgado correctamente.” Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies; ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello. Tú no me diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra. Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, por el mucho amor que demostró. Pero al que se le perdona poco, poco amor demuestra.” Y a ella le dijo: “Tus pecados te son perdonados.” Los invitados empezaron a decirse entre sí: “¿Quién es éste que hasta perdona pecados?” Él dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz.”» (Lucas 7, 36-50)
Aquí hay una gran lección de vida. Sé que estás conmovido/a al meditar en esto. Reflexionemos en cada escena de este pasaje. No sabemos el nombre de esta mujer, pero por todo lo que ella hizo, es muy claro que ya había experimentado su metanoia, su conversión. Aquí se ve que ella ya estaba siguiendo a Jesús, porque supo que llegaría a la casa de Simón, un fariseo que lo invitó junto con sus compañeros fariseos, ya que, como la mayoría de ellos, no querían al Maestro y buscaban acusarlo de algo para que dejaran de seguirlo las multitudes. Esta mujer no estaba en la lista de los invitados y se arriesgó a llegar; podían sacarla, correrla e insultarla, pero aquí vemos lo que hace un corazón agradecido a quien le sacó del abismo de la oscuridad. Una vez que entra a esa casa, se dirige directamente a su Señor y Salvador.
En esto consiste la verdadera religión: en estar cerca de Jesús. Cada uno de estos detalles que apreciamos en este relato son, para mí, una enorme señal de gratitud. Ya cerca de Él, vio sus pies llenos de polvo. La tradición en esos tiempos era que, cuando alguien invitaba a otras personas a su casa, se les recibía con amabilidad y se les lavaban los pies llenos de polvo. Ya en la cena, otro gesto importante era ungir con aceite la cabeza, como manifestación de fe y amor a los invitados. Notemos que aquí Simón no hizo nada de esto. Pero ella, al estar cerca, comienza a llorar y sus lágrimas caen sobre los pies de Jesús. Esas lágrimas son de amor, agradecimiento y alegría. Este tipo de lágrimas son las que yo deseo que broten de nuestro corazón, ya que son lágrimas de un nivel superior. Al ver que caían en sus pies, comenzaron a remover el polvo, y entonces ella toma su cabello para limpiarlos, realizando una acción concreta. Después, saca el perfume del que algunos expertos bíblicos dicen que usaban las prostitutas para que sus clientes se sintieran mejor. Dicho perfume era de muy alto costo (equivalente a 300 días de trabajo de un jornalero; cada día de salario valía un denario). Seguro que se lo derramó todo, pues para ella era el máximo encuentro de su vida y aprovechó la oportunidad.
Como ya sabemos, aquí en Estados Unidos se celebra el Día de Acción de Gracias este mes, uno de los días festivos más importantes para mí y mi familia. Es, en sí, un llamado a ser agradecidos, porque hay en ello una gran enseñanza para nosotros. Como la mujer del pasaje, que por gratitud se arriesgó a todo, aunque los presentes la juzgaran. Jesús, que conoce los pensamientos, les dio una explicación de lo que es realmente ser agradecido, y con ello les reveló una manera de alcanzar la salvación. Por eso, para nosotros, demostrar nuestro agradecimiento a Jesús por su muerte en la cruz para salvarnos y perdonar nuestros pecados no basta con ir al templo, ni con hacer oración y decir “gracias”. Aquí, esta mujer manifestó su agradecimiento corriendo incluso un gran riesgo. Así nosotros, cuando hacemos algo por quienes sufren dolor físico o emocional, y aún más por aquellos que están perdidos en la oscuridad, seguimos su ejemplo.
En la misión a El Salvador en septiembre pasado, se me acercaron cientos de personas para agradecer lo que Dios ha hecho a través del canal de televisión ESNE, y una señora muy humilde que había venido de un pueblo lejano, o cantón como también se les llama, me dio algo. Pensé que era una petición de oración por alguien o algo así, pero ya después de que terminó el evento, revisé lo que me dieron las personas que saludé, y lo que me había dado esta hermanita eran $500 dólares. Me quedé tan sorprendido porque, en El Salvador, como en los demás países de Latinoamérica, el salario mínimo mensual es menos de 400.00 dólares, y sé que para miles de personas es muy difícil poder ahorrar, aunque sea $1000 dólares al año. Esta señora me recordó a la viuda que Jesús menciona y que dio solo unas monedas, que quizá las necesitaba, pues era lo único que tenía. Casi se me salen las lágrimas de lo conmovido que estaba, y sé que, si me hubiera percatado en ese momento, con dolor al ver la necesidad que hay allí, le hubiera dicho que no me diera esa cantidad, que ella los necesitaba, pero quizá le hubiese quitado las bendiciones con las que el Señor le recompensará. En esta misión, nosotros como apostolado no pedimos ofrenda por ir a proclamar la buena noticia, pero los que dieron su ofrenda es para el apostolado. Yo seguiré siendo voluntario porque tengo una deuda muy grande con mi Salvador por todo lo que hizo por mí, y por eso trato de dar lo que yo pueda por mis hermanos y hermanas.
Agradezco a todas las personas que nos acogieron con gozo y esperanza en nuestra misión a El Salvador, me siento dichoso por los distintos encuentros que compartimos. Y sigo haciendo una cordial invitación a cada uno de ustedes para vivir su consagración a Jesucristo a través del Proyecto Yo Soy el 73, que sin duda traerá frutos de salvación a sus vidas. No duden en comunicarse al (818) 745-4398 en EE.UU. y en México al +52 33 1487 6681 o escríbanos al correo electrónico info@soy73.com. Por último, gracias a quienes se sumaron en la pasada Jornada, Dios es Fiel y ha sido bueno con nosotros. De parte de mi esposa Sara y un servidor, junto con mi familia y toda la familia de El Sembrador: GRACIAS por sus oraciones y por sus semillas sembradas en tierra buena.
En el amor de Cristo Jesús y María Santísima,