¿CUAL SERÁ LA VERDADERA RELIGIÓN PARA JESUCRISTO?

 

Podríamos decir, sin temor a la duda, que no son pocos quienes han vacilado de su religión en algún momento de su vida. La palabra religión en su origen proviene del latín religare, es decir, unión, en este caso con la Divinidad. Esa palabra, para nosotros los cristianos, se entiende como relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Otra definición de religión es el conjunto de creencias y prácticas que se centran en el significado de la vida y que pueden incluir la veneración a un ser supremo. Hace unas semanas compartí sobre este tema de la religión verdadera. En mi experiencia, la clave para vivir la vida que Dios quiere para que seamos felices, tanto aquí como en la eternidad, es seguir e imitar lo que Jesús hizo por amor al darnos su propia vida con su sacrificio en la cruz. No solo para que no vayamos al infierno después de pasar por este mundo, sino también para que contemos siempre con su compañía durante esta vida, tanto en las buenas como en las malas.

El apóstol Santiago nos revela en parte lo que es la verdadera religión: «Si uno se tiene por religioso, pero no refrena la lengua, se engaña a sí mismo y su religiosidad es vacía. Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas en su necesidad y en no dejarse contaminar por el mundo.» (Santiago 1, 26-27). Sabemos que existen miles de religiones y miles de denominaciones cristianas. Algunos, al igual que nosotros, son católicos; otros bautistas, presbiterianos, luteranos, pentecostales, etc. Todos creemos practicar la verdadera religión. Por mi parte, estoy convencido de que la Iglesia Católica fue fundada por nuestro Señor Jesús; no tengo dudas ahora, aunque en un principio, antes de mi conversión, sí llegué a dudar si era la verdadera. Más aún, ahora estoy convencido de que, aunque estamos en la religión verdadera, si no vivimos lo que Jesús vino a enseñarnos y no aplicamos el Evangelio a nuestra vida diaria, no estamos viviendo la verdadera religión y estamos en peligro de perder la entrada al cielo.

Me dirijo a mis hermanos católicos para decirles que hay muchas personas dentro de la Iglesia que tienen mucho conocimiento de Dios y de su doctrina, pero no viven el Evangelio y su mandamiento más importante, que es el AMOR: amor a Dios y amor a nuestro prójimo como a uno mismo. Se dan hoy tantas divisiones porque emitimos muchos juicios, por buscar el poder, el materialismo, el placer, la fama, y esto no es ser cristiano. Por eso Jesús continuamente les enseñaba a sus discípulos cómo vivir y a evitar el pecado para que no se perdieran. Él dijo: «¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida?, ¿qué precio pagará por su vida?» (Mt 16, 26) y también dijo: «No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo.» muestra que, aunque podemos tener conocimiento de Dios, si no vivimos sus enseñanzas, Él nos dirá en el día del juicio: ¡No sé quién eres! Y eso, mis hermanos, es lo peor que nos podría pasar.

(Mt. 7, 21). Aquí nos muestra que, aunque podemos tener conocimiento de Dios, si no vivimos sus enseñanzas, Él nos dirá en el día del juicio: ¡No sé quién eres! Y eso, mis hermanos, es lo peor que nos podría pasar.

Por otra parte, encontramos esta otra sentencia por parte de Jesús: «Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre tonto que construyó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y ésta se derrumbó. Fue una ruina terrible.» (Mt 7, 24-27). Aquí hay algo en común con las dos personas. Los dos escuchan, sin embargo, uno sí pone en práctica lo que dice el Señor y el otro no, y a este lo compara con una casa construida en la arena que llega a ser destruida, representando con la casa la vida de aquel que se derrumba y es destruido cuando le llegan las pruebas.

En el Antiguo Testamento, por medio de Moisés, Dios les decía que tuvieran misericordia con los más necesitados de entre ellos: «Cuando recojas la cosecha de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no vuelvas a recogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda, y así bendecirá el Señor todas tus tareas.» (Deuteronomio 24, 19).

Si cada uno de nosotros tiene claro que hay que vivir el amor de Dios e, inclusive, amar a nuestros enemigos llevándolos en oración ante el Señor en vez de solo atacar y juzgar, esa es la prueba de que nuestra religión es verdadera. Jesús dijo: “por los frutos los conocerán”. Si alguien habla de Dios y presta un servicio dentro de la Iglesia, debe dar frutos sirviendo al necesitado, al que sufre; de eso se trata la verdadera religión, y no solo de hablar o poseer conocimiento. Hacer todo por los demás como resultado de nuestro agradecimiento a nuestro Salvador Jesús y a nuestro Padre Celestial, sin esperar nada a cambio de quienes ayudamos, más bien, que reconozcan que todo viene de arriba, de nuestro Señor. Como católico, tengo la certeza de que no necesitamos dejar nuestra Iglesia, pues es la que Cristo fundó, y en ella podemos nacer de nuevo, teniendo una conversión, un metanoia, un verdadero arrepentimiento, un encuentro con Jesús. Si decimos que también amamos a la Virgen María, Madre de Jesús, Dios y Salvador nuestro, entonces escuchamos y obedecemos a su Hijo, porque para ella su felicidad es que “hagamos lo que Él nos dice”; eso es mostrarle que realmente la amamos y la reconocemos como nuestra Madre.

Finalmente, recordemos que Jesús nos previene para que, cuando llegue el juicio final, sepamos a dónde iremos. Si aplicamos sus enseñanzas, estaremos a su derecha, pues vivimos la verdadera religión de acuerdo con su evangelio. Haz como el discípulo 73, que tiene la misión de dar y compartir el amor de Dios, «para que ninguno se pierda y todos se salven».

Gracias por leer esta carta y gracias por apoyar esta misión que busca día a día que todos encuentren el amor de los amores: Jesucristo, y gracias por sembrar sus semillas de gratitud. Yo también soy un Sembrador como tú y seguiré sirviendo como voluntario, dando mi semilla para que esta misión no disminuya; al contrario, que crezca aún más. Y quiero decirte que en este mes tendremos la oportunidad de sumarnos con semillas especiales para la adquisición de una nueva radiodifusora que llevará a más almas la salvación de Cristo en el área de Lompoc en el Condado de Santa Bárbara en señal FM, invita a tus familiares y amigos a unirse del 16 al 30 de octubre. Dios nos multiplica siempre.

Señor, que nos trajiste una enseñanza y testimonio de amor, te pido por cada uno de mis hermanos y sus familias que forman parte de este apostolado como sembradores, para que podamos vivir, a ejemplo tuyo, una entrega de amor total a Dios Padre y a nuestro prójimo.

Madre Santísima de Guadalupe, bendícenos siempre y sé nuestro amparo. Amén.