PREPARACIÓN PARA LA

CONSAGRACIÓN A JESUCRISTO

YO SOY EL 73

LA ALEGRÍA DE SER DISCÍPULOS MISIONEROS PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO DE JESUCRISTO

En este momento, con incertidumbres en el corazón, nos preguntamos con Santo Tomás: “¿Cómo vamos a saber el camino?” (Juan 14:5). Jesús nos responde con una propuesta provocadora: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Él es el verdadero camino hacia el Padre, que tanto amó al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga la vida eterna (cf. Jn 3, 16). Esta es la vida eterna: “Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, ya Jesucristo, a quien tú enviaste” (Jn 17, 3). La fe en Jesús como Hijo del Padre es la puerta de entrada a la Vida. Los discípulos de Jesús confesamos nuestra fe con las palabras de Pedro: “Tus palabras dan Vida eterna” (Jn 6, 68); “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16).

Los discípulos de Jesús reconocen que Él es el primer y más grande evangelizador enviado por Dios (cf. Lc 4,44) y, al mismo tiempo, Evangelio de Dios (cf. Rm 1,3). Creemos y anunciamos “la buena nueva de Jesús, Mesías, Hijo de Dios” (Mc 1,1). Como hijos obedientes a la voz del Padre, queremos escuchar a Jesús (cf. Lc 9,35) porque Él es el único Maestro (cf. Mt 23,8).

Este es nuestro principio fundamental que nos mueve a consagrar nuestra vida enteramente a Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Deseamos conocerlo más en los evangelios, queremos amarlo más, queremos servirlo a Él y a Su Iglesia. Si le conocemos nos enamoramos, si nos enamoramos le amamos y si le amamos, le servimos y no lo abandonamos.

EL PROCESO DE FORMACIÓN Y CONSAGRACIÓN
La vocación y el compromiso de ser discípulos y misioneros de Jesucristo exigen hoy una opción clara y decidida por la formación de los miembros de nuestras comunidades, por el bien de todos los bautizados, cualquiera que sea la función que desempeñen en la Iglesia. Miramos a Jesús, el Maestro que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos. Cristo nos da el método: “Venid y veréis” (Jn 1,39), “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Con Él podemos desarrollar las potencialidades que hay en las personas y formar discípulos misioneros.

El itinerario formativo del seguidor de Jesús está enraizado en el dinamismo de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre, y le siguen porque conocen su voz. El Señor despertó las profundas aspiraciones de sus discípulos y los atrajo hacia sí llenos de asombro. El seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de una vida plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo, a quien reconoce como el maestro que lo guía y lo acompaña.

Estamos siguiendo el modelo de otras consagraciones, como la Consagración Total a Jesús por María de San Luis María de Montfort que incluye una preparación de 33 días para que podamos comprender plenamente lo que implica esta consagración a Jesucristo.

La preparación consiste en una reunión de orientación por zoom (introducción), una reunión por zoom semanal (una vez por semana durante 5 semanas) y lecturas diarias, meditación, rezo del rosario, ayuno (todos los miércoles) y vida sacramental, particularmente la Eucaristía y la Reconciliación tan a menudo como sea posible.

Nuestra Madre Iglesia nos enseña en el Catecismo que:
Los sacramentos son “de la Iglesia” en el doble sentido de que existen “por ella” y “para ella”. Existen “para la Iglesia” porque ella es el sacramento de la acción de Cristo que actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen “para la Iglesia”, porque son “sacramentos […] que constituyen la Iglesia”, ya que manifiestan y comunican a los hombres, especialmente en la Eucaristía, el misterio de la Comunión de Dios Amor, uno en tres personas. (Santo Tomás de Aquino) Catecismo 1118

FIELES AL SANTO PADRE Y A LA IGLESIA
Uno de los principales objetivos de la consagración a Jesucristo “Yo soy 73” no es solo acercar a las personas a nuestro Señor, sino también llevarlas a una COMUNIÓN plena con la Madre Iglesia y con el Santo Padre, a comprender el tesoro que poseemos en nuestra fe católica.

No pretendemos iniciar un “nuevo movimiento” en la Iglesia, nuestro objetivo principal es que cada católico bautizado pueda cumplir el propósito para el cual Dios nos ha creado. Esta plenitud de vida y propósito se hace más clara una vez que vivimos un Encuentro con Jesús porque Él nos revela claramente cuáles son sus planes para cada uno de nosotros a través de su Espíritu Santo.

El Papa Francisco dijo: “El discipulado es la verdadera identidad del cristiano, y será el discipulado lo que te dará la libertad. El discípulo es un hombre libre porque permanece en el Señor. Y permanecer en el Señor, ¿qué significa? Dejarse guiar por el Espíritu Santo.”

Una vez consagrado, cada discípulo 73 compromete su vida a continuar la misión de llegar a más almas y llevarlas a un Encuentro con Jesús, virtualmente (Zoom) en la primera fase de implementación de “Yo soy el 73” y posteriormente en las parroquias cuando esté todo dispuesto.

UN ESTILO DE VIDA
Como consagrados, los discípulos y misioneros “Soy 73” entienden que ahora son parte de un estilo de vida conforme al corazón de Jesús y se convierten en testimonios vivos de Su misericordia y servicio a los demás con su Talento – Tiempo y Tesoro.

Se han convertido ahora en embajadores de Jesucristo que extienden Su Reino invitando a más almas a ser parte del tremendo gozo de seguir y servir a Jesús aquí en la tierra y un día en Su presencia, eternamente en el Cielo.

Como dijo el Gran San Juan Pablo II:
“La aventura de la santidad comienza con un SÍ a Dios”.