La hermana Genevieve Jeanningros, una monja franco-argentina de la Congregación de las Hermanitas de Jesús y gran amiga del Papa Francisco, fue una de las primeras personas en llegar a la Basílica de San Pedro para despedirse de él.
Conmovida hasta las lágrimas, permaneció más de 20 minutos en profundo silencio ante el féretro del Santo Padre. Su oración serena y prolongada llamó la atención de los presentes.
A pesar del estricto protocolo que organizaba el acceso -que inicia por sacerdotes, obispos de la Curia y cardenales- la hermana Genevieve encontró su lugar con discreción en un lateral. Nadie le pidió que se moviera. Nadie osó interrumpir ese momento sagrado. Porque el amor, cuando es verdadero, se reconoce incluso sin palabras.
Una escena íntima y poderosa que quedará grabada en la memoria de quienes la presenciaron.