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Fuente: Vatican News
El Papa nos invita, con su nueva Encíclica dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, a renovar la auténtica devoción para no olvidar la ternura de la fe, la alegría de ponerse al servicio y el fervor de la misión: «”Nos amó”, dice san Pablo refiriéndose a Cristo (Rm 8,37), para hacernos descubrir que de este amor nada “podrá separarnos” (Rm 8,39)».
«Su corazón abierto va delante de nosotros y nos espera sin condiciones, sin exigir ningún requisito previo para amarnos y ofrecernos su amistad: Él nos amó primero (cf. 1 Jn 4,10). Gracias a Jesús ‘hemos conocido y creído el amor que Dios nos tiene’ (1 Jn 4, 16)».
El Papa Francisco propone una nueva profundización en el amor de Cristo representado en su santo Corazón y nos invita a renovar nuestra auténtica devoción recordando que en el Corazón de Cristo «podemos encontrar todo el Evangelio»: es en su Corazón donde «finalmente nos reconocemos y aprendemos a amar».
El mundo parece haber perdido su corazón
Francisco explica que, encontrando el amor de Cristo, «nos hacemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de todo ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común».
La encíclica tiene una introducción y se divide en 5 capítulos, el primero de los cuales, habla de la «La importancia del corazón»; el Papa explica por qué es necesario «volver al corazón» en un mundo en el que estamos tentados a «convertirnos en consumistas insaciables y esclavos de los engranajes de un mercado».
El Papa insiste, en este preciado documento, que el mundo puede cambiar a partir del corazón. Es el corazón «el que une los fragmentos» y hace posible «cualquier vínculo auténtico, porque una relación que no se construye con el corazón es incapaz de superar la fragmentación del individualismo».
Al finalizar la encíclica, el Papa concluye con una oración:
«Pido al Señor Jesús que de su santo Corazón broten para todos nosotros ríos de agua viva para curar las heridas que nos infligimos, para fortalecer nuestra capacidad de amar y de servir, para impulsarnos a aprender a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Esto hasta que celebremos juntos con alegría el banquete del reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, que armonizará todas nuestras diferencias con la luz que brota sin cesar de su Corazón abierto. ¡Bendito sea siempre!».
Puedes leer la encíclica completa aquí