Este fue el llamado del Santo Padre en la Santa Misa votiva de la Bienaventurada Virgen María de la Guarda que presidió en el Estadio Velódromo de Marsella, donde se encuentra con motivo de su 44º Viaje Apostólico.
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“Dios es relación y nos visita con frecuencia a través de los encuentros humanos, cuando sabemos abrirnos al otro, cuando hay un salto por la vida del que pasa cada día a nuestro lado y cuando nuestro corazón no permanece indiferente e insensible ante las heridas del que es más frágil”, reflexionó el Papa en la homilía.
El Santo Padre quiso animar a dar un salto de la fe: “La experiencia de la fe genera sobre todo un salto ante la vida. Saltar significa ser ‘tocados por dentro’, tener un estremecimiento interior, sentir que algo se mueve en nuestro corazón. Es lo contrario de un corazón aburrido, frío, acomodado a una vida tranquila…”.
Deseó que cada corazón arda de amor por los demás, y no se vuelvan corazones aburridos, fríos, mecánicos “sin impulso ni deseo… Y de todo esto nos podemos enfermar en nuestra sociedad europea: el cinismo, el desencanto, la resignación, la incertidumbre, un sentido general de tristeza. Todo junto: la tristeza, esa tristeza escondida en el corazón. Alguno las ha llamado `pasiones tristes´; es una vida sin sobresaltos”.
El salto en la fe genera también un salto ante el prójimo
La experiencia de la fe, además de un salto ante la vida, indicó el Santo Padre, genera también un salto ante el prójimo. En el misterio de la Visitación, en efecto, vemos que la visita de Dios no se realiza por medio de acontecimientos celestiales extraordinarios, sino en la sencillez de un encuentro.
El Santo Padre concluyó su homilía rezando junto a los fieles franceses a Nuestra Señora de la Guardia, para que cuide a Francia y a toda Europa y para que nos haga saltar en el Espíritu. Finalmente rezó con las palabras de Paul Claudel:
“Está la Iglesia abierta.
Sin nada que pedirte, nada que darte.
Sólo he venido, Madre, para mirarte.
Mirarte, llorar de dicha, mostrar así
que soy hijo tuyo y que tú estás aquí. […]
Estar contigo, María, donde tú estás. […]
Simplemente porque eres María
porque eres simplemente y siempre estás aquí
Madre de Jesucristo, ¡gracias a ti!» (
cf. «La Vierge à midi», Poëmes de Guerre 1914-1916, París, 1922)”.