León XIV ha recibido esta mañana en audiencia al clero de la diócesis de Roma. Destaca su invitación a caminar juntos, a reavivar la llama de la vocación en un tiempo marcado por la violencia y, en el territorio romano, por la pobreza y la emergencia habitacional.
ESNE/Vatican News
El Obispo de Roma se encuentra con su diócesis, con sus sacerdotes y seminaristas, a quienes llama “un tesoro precioso” y por quienes pide “un fuerte aplauso”. Lo hace tras haber tomado posesión de la diócesis de Roma, el 25 de mayo, en la Basílica de San Juan de Letrán, cuando, citando al beato Juan Pablo I, aseguró su disponibilidad y amor, poniendo a disposición todas sus fuerzas.
“¡Comprometámonos todos a ser sacerdotes creíbles y ejemplares! Somos conscientes de los límites de nuestra naturaleza y el Señor nos conoce en profundidad; pero hemos recibido una gracia extraordinaria, se nos ha confiado un tesoro precioso del que somos ministros, servidores. Y al servidor se le exige fidelidad.”
El Papa León agradece a los sacerdotes por “la vida entregada al servicio del Reino, por tanta generosidad en el ejercicio del ministerio, por todo lo que –dice– viven en silencio y que, a veces, va acompañado de sufrimiento o de incomprensión”.
“Caminar juntos” es la recomendación que el Pontífice hace a la diócesis de Roma, “una diócesis realmente particular, porque –subraya– muchos sacerdotes llegan de distintas partes del mundo”, a menudo para estudiar… A partir de esto, el Papa centra su pensamiento en dos conceptos que tiene “en el corazón”: la unidad y la comunión.
“El presbítero está llamado a ser el hombre de la comunión, porque él la vive en primer lugar y la alimenta constantemente. Sabemos que esta comunión hoy está obstaculizada por un clima cultural que favorece el aislamiento o el ensimismamiento. Ninguno de nosotros está exento de estas amenazas que ponen en riesgo la solidez de nuestra vida espiritual y la fuerza de nuestro ministerio.”
Roma entre belleza, pobreza y emergencia habitacional
Reavivar la llama de la vocación en un tiempo de desafíos marcados por violencia y muerte. “Nos interpelan –dice León XIV– las desigualdades, las pobrezas, tantas formas de marginación social, el sufrimiento extendido que toma la forma de un malestar que ya no perdona a nadie”. Realidades que, añade, no se viven solo lejos, sino también en Roma:
“¡Estamos llamados a abrazar estos desafíos, a interpretarlos evangélicamente, a vivirlos como ocasiones de testimonio! ¡No huyamos ante ellos!”.