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En la homilía de esta última Misa de su viaje apostólico, el Santo Padre ha reflexionado sobre una frase sacada de la primera Carta de San Pablo a los Corintios que dice así: «El conocimiento llena de orgullo, mientras que el amor edifica».
El Papa Francisco afirma que, “detrás de cada una de las obras que tenemos ante nosotros hay muchas historias de amor por descubrir” y recuerda que es bueno que “aprendamos a interpretar estas historias”, escritas en las fachadas de nuestras casas y en los trazados de nuestras calles, y “a transmitir su memoria”, para recordarnos que nada que sea perdurable nace y crece sin amor.
Sin amor no somos nada
El Papa también advierte que la grandeza y la imponencia de nuestros proyectos pueden hacernos pensar que podemos ser los autores de nosotros mismos, de nuestra riqueza y de nuestra felicidad; sin embargo, al final la vida acaba por devolvernos a la única realidad, “la de que sin amor no somos nada” dice el Papa.
Después ha reflexionado sobre una frase que pronunció san Juan Pablo II con ocasión de su visita a esta tierra en 1986: “el amor se caracteriza por un profundo respeto a todos los hombres, independientemente de su raza, de su credo o de cualquier aspecto que les pudiera hacer diferentes de nosotros”.
Al final de su homilía, el Papa menciona dos figuras que considera “reflejo, eco e imagen viva” del Dios de la misericordia. La primera es María, cuyo Dulce Nombre celebramos hoy: “En ella vemos el amor del Padre manifestado en una de las formas más bellas y totales.
El segundo es un santo muy querido en esta tierra, San Francisco Javier: “De él nos ha quedado una hermosa carta dirigida a san Ignacio y a los primeros compañeros, en la que expresa su deseo de ir a todas las universidades de su tiempo «dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, […] a los que tienen más letras que voluntad».