“Tengan siempre en el corazón las necesidades de los demás”

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El Papa Francisco recibió, el día de ayer 6 de noviembre, a un grupo de peregrinos españoles llegados a Roma por las celebraciones del 450 aniversario del monasterio de religiosas agustinas de Talavera de la Reina y reiteró su cercanía a Valencia.
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Fuente: Vatican News

 

El Papa, ante religiosos y religiosas presentes les recordó:

 

¿Ustedes saben que hay gente que no tiene trabajo?, y cuando alguno va a quejarse de que tiene mucho trabajo, piense en los que no lo tienen. Hay gente que no puede pagar el alquiler y que la van a desalojar, y cuando entra en el convento, en la casa parroquial, piense que “la tengo gratis”. Cuando uno en su casa parroquial, en su convento, los días de nieve o de lluvia está abrigadito, piense que hay gente que duerme al aire libre, bajo cualquier cosa.

Además, el Santo Padre, ante la comunidad de peregrinos, todos españoles, recordó el drama que asoló la provincia de Valencia con la riada de Dana, que dejó casi 220 muertos y muchos desaparecidos. “Estos días estoy muy cerca de España por la tragedia de Valencia”, aseguró.

El Papa mencionó a la imagen de la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, expuesta ayer en el escenario de la audiencia general de los miércoles, ante la que rezó unos instantes. “Están sufriendo tanto allí, tanto..” dijo. De ahí el consejo de mirar siempre a los necesitados, sin quejarse y agradeciendo lo que se tiene.

El Santo Padre insistió ante los religiosos sobre la necesidad, ante estos momentos de la vida, a no perder nunca la “alegría”, no perder nunca “el sentido del humor”:

Cuando un cristiano, más aún una religiosa, un religioso, pierde el sentido del humor, se “avinagra”, y es tan triste ver a un cura, un religioso, una monja “avinagrado”. Están conservados en vinagre. Siempre hay que estar con la sonrisa y el buen humor.

 

La oración de Santo Tomás Moro

 

A continuación, el Papa leyó íntegramente la oración de Santo Tomás Moro y remarcó: “me gustaría que aprendieran a rezarla todos los días”.

Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir. Concédeme la salud del cuerpo con el buen humor necesario para mantenerla. Dame, Señor, un alma santa, que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante el pecado, sino que encuentre el modo de poner esas cosas de nuevo en orden. Concédeme, Señor, un alma que no conozca el aburrimiento. Que no conozca las murmuraciones, los suspiros y los lamentos, y no permitas que sufra excesivamente por esa cosa tan dominante que se llama ‘yo’. Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás. Así sea.