Este día, en su visita apostólica a Turquía, el Papa León XIV ofreció señales poderosas de esperanza, fraternidad y coherencia cristiana. A continuación repasamos tres de sus intervenciones más significativas en Estambul e Íznik, que invitan a toda la Iglesia —y a nosotros en ESNE— a renovar el compromiso con el Evangelio.
ESNE
1. “La fuerza de la pequeñez”: aliento a comunidades pequeñas en Estambul
En la Catedral del Espíritu Santo de Estambul, lugar donde reside una de las pequeñas comunidades católicas del país, el Papa dirigió un mensaje de aliento y esperanza. Reconoció que, en un país donde los católicos representan una minoría, a menudo marcada por dificultades y soledad, la Iglesia no debe medir su fuerza por números, poder o influencia social, sino por su fidelidad al Evangelio.
“La lógica de la pequeñez es la verdadera fuerza de la Iglesia”.
Para León XIV, estas comunidades pequeñas y sencillas —como la de Turquía— son un “semillero de esperanza”: una Iglesia humilde que vive la cercanía, la caridad, la oración y el testimonio, en medio de contextos complejos.
2. “La caridad cristiana nace de la fraternidad”: visita al asilo de ancianos en Estambul
El segundo evento ocurrió en una residencia de ancianos gestionada por la congregación de las Hermanitas de los Pobres. Allí, el Papa se dirigió a religiosas, trabajadores y residentes con palabras de gratitud y dignidad, poniendo en evidencia el valor de la vejez, del cuidado y de la solidaridad concreta.
“Este es el secreto de la caridad cristiana: antes que ser para los demás, se trata de estar con los demás, en un compartir basado en la fraternidad”.
León XIV afirmó que los ancianos, en una sociedad marcada por el individualismo y la eficiencia, son “la sabiduría de un pueblo, una riqueza para los nietos, para las familias, para toda la sociedad”.
3. En Íznik (antigua Nicea): llamado a la unidad, lealtad a Cristo y rechazo a reducirlo a un “super hombre”
El tercer —y central— momento del día tuvo lugar en Íznik, la antigua Nicea, donde se conmemoran los 1 700 años del primer Concilio de Nicea (325 d.C.), que definió la fe cristiana en la naturaleza divina de Jesucristo.
En un histórico encuentro ecuménico con representantes de distintas confesiones cristianas —católicas, ortodoxas y protestantes—, sobre las ruinas de la antigua basílica junto al lago, el Papa recordó que “los cristianos corren el riesgo de reducir a Jesucristo a una especie de líder carismático o super-hombre”.
El Papa envía una advertencia clara contra la superficialidad doctrinal o el sincretismo: “Si Dios no se hizo hombre, ¿cómo pueden los mortales participar de su vida inmortal?”, afirmó, retomando la intención original del Concilio.
Además, subrayó la urgencia de la fraternidad cristiana: en un mundo dividido, donde la violencia, el fanatismo y las divisiones religiosas hieren a la humanidad, los cristianos están llamados a ser testigos de unidad, reconciliación y comunión. “Cuanto más reconciliados estemos, más creíble será nuestro testimonio del Evangelio”.