Hace unos cuantos días tuve la oportunidad de leer una breve historia que se relaciona con dos monjes, lo cual me llamó la atención y me hizo reflexionar al respecto. Estos monjes habían convivido en el convento por más de 20 años y nunca habían tenido una simple discusión o problema. Un día uno de ellos le dijo al otro: —Hermano no se ha dado cuenta que nosotros nunca hemos tenido una discusión o diferencia. — Es cierto, contestó el otro. — ¿Qué le parece si probamos a discutir sobre algo? ¿Pero sobre qué discutimos? — ¿Qué le parece si lo hacemos sobre el pan? — Perfecto, le respondió el otro, entonces comencemos. — Este pan es mío le dijo uno al otro. Y el otro inmediatamente le respondió: — Tiene razón hermano, quédese con el… y la discusión se terminó.
Cuando el amor de Dios está de por medio hay una infinita paz en el corazón del ser humano. El que conoce y ha experimentado el amor de Jesucristo no puede ofender a los demás. Es por eso que Jesús es la extensión del amor de Dios, pues por amor entregó su vida en nuestro favor.
Cuando tuve la experiencia de leer la palabra de Dios con mente abierta y dispuesta, comencé a ver a la persona de Jesús de un modo muy diferente y por gracia del Espíritu Santo encontré en las palabras del Señor, el tesoro que yo estaba buscando. Jesucristo creó la religión del amor y de la cual nosotros somos participes en la medida que aplicamos su Palabra a nuestra vida diaria.
En el pasado Dios Padre hizo uso de grandes personajes, profetas, para transmitir su mensaje al pueblo, ellos anunciaron mensajes de amor, esperanza, ternura y misericordia. También anunciaron la venida del Mesías, de Emanuel, del Dios con nosotros. Cada uno de ellos, en su tiempo, fueron los mensajeros de Dios. En este contexto el pueblo de Israel, pueblo de Dios creó un concepto e imagen de quién era ese Dios todo poderoso, Yahveh.
Dios mismo había establecido las reglas, los mandamientos de conducta, los rituales de purificación, etc. En cierta forma para ellos ese Dios era rígido, castigador, violento, pues cada vez que ellos desobedecían, violando las reglas y los mandamientos, esperaban con temor el castigo a que se hacían acreedores. Pero al llegar la plenitud de los tiempos, el tiempo esperado, en donde el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, como dice san Juan, comienza una nueva ley a revelarse al pueblo de Dios sobre la base del amor, el perdón, la misericordia y por medio de Jesucristo comenzamos a conocer un rostro de Dios Padre, que nunca antes se había visto.
Ahora que tuve la oportunidad de estar en la bendita Tierra del Señor, pude constatar que el mensaje y enseñanza Jesús fue y sigue siendo el verdadero camino para la paz y salvación de las almas. Jesús mismo nos dice: “Vuélvanse a Dios, porque el reino de Dios está cerca” (Mt 4, 17).
Es muy triste ver en este tiempo tanto odio, violencia, guerras, muertes, no solo por lo que escuchamos en los noticieros, sino principalmente porque estas guerras y violencias están ocurriendo en los hogares de miles de familias. Será que el mensaje de Jesús no tiene fuerza, o será que así como sucedió en aquellos tiempos, una gran mayoría, ¿no creen en Dios y en su mensaje? ¿Será que la gente ha perdido el temor a Dios?
Se me hace difícil digerir la idea de saber que está a nuestro alcance el serpersonas de fe y aplicar el mensaje de Jesús a nuestra vida diaria, para verdaderamente vivir la experiencia del Mesías. Jesús nos muestra su amor al dar su vida y quedarse en esa fracción de pan, que se convierte en la sagrada eucaristía en el cuerpo de Cristo.
“ Y Jesús les dijo: Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed” (Jn 6,35).
Si reflexionamos bien, el mensaje de Jesús es totalmente un mensaje de amor, un amor que va mas allá de un sentimiento, es un amor que revoluciona la vida individual, que transforma y hace que ya nunca podamos ser los mismos. El hombre y la mujer que escucha el mensaje del Señor y permite que sus palabras cobren y tomen vida en su humanidad, inmediatamente nace a una nueva vida. Reconocemos que Él nos amó hasta el extremo y ese amor nos convierte en sus testigos aquí en la tierra, en la familia y en nuestra sociedad, porque ese amor es eterno e incondicional.
Es por eso que la historia de los monjes me hizo reflexionar, porque cuando el Señor llega a nuestra vida y ocupa todos los espacios de nuestro ser, cuerpo, alma y espíritu, nos aparta para Él, nos reserva para Él y también para los demás.
Esa es la tarea incansable que estamos haciendo en El Sembrador y que nos ocupa todos los días de la vida, pues es nuestro deseo que el mundo entero conozca a Jesucristo y su evangelio y que sepa que el verdadero camino para la salvación es Él y nadie más que Él.
En este día, me dirijo a usted, quienquiera que sea y cualquiera que sea su nombre, su pasado y su presente, sé que Dios lo sabe todo y Él quiere decirle hoy a través de este mensaje, lo tanto que lo ama y lo tanto que desea que viva en comunión con Él y que si está en Él, que siga confiando en su amor y sus promesas a pesar de todo.
Un mandamiento nuevo les doy, que se amen los unos a los otros.... Sus palabras llenas de esperanza quieren tomar vida en cada uno de nosotros y nos ofrecen vencer al mundo como Él lo prometió: “Les digo todo esto para que encuentren paz en su unión conmigo. En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).
A quien miró Jesús, los miró con amor, así nos mira a nosotros hoy, con afecto, y cuando nos habla lo hace al corazón, su suave voz es además una insistencia permanente en nuestra conciencia, voz que nos invita a seguirlo, aceptarlo y a la cual debemos guardar fidelidad, y a amarlo como Él lo hizo y lo sigue haciendo. Así es el amor de Jesús, ese que no condena, ese que nos da misericordia, que transforma nuestras vidas, que nos da paz absoluta, por tanto podemos definir que “Jesús” es perfecto e inigualable sinónimo de amor. Por comprender todo esto, le doy “Gracias al Señor”. AMEN
Con ese mismo amor de Jesús quiero de nuevo darles infinitas gracias por todo su apoyo y esfuerzo no sólo con sus oraciones que nos fortalecen en los momentos de necesidad, sino también por su ayuda económica y financiera, pues gracias a sus donativos es que continuamos haciendo la obra voluntaria de evangelizar y llevar a los confines de la tierra la Palabra del Señor. De esa forma es que recibimos muchas respuestas de personas que nos agradecen el haber llevado el consuelo y el amor de Jesús y de María Santísima a sus corazones y han vuelto a la vida de fe y a recobrar su esperanza en Dios. Nosotros somos el vehículo o instrumento que Dios emplea para llevar su mensaje, pero ustedes son los trabajadores que dan vida al apostolado que necesita de su ayuda. En el nombre de Jesús les doy las gracias y le pido abundantes bendiciones en su favor.
Aprovecho la ocasión para quedar como su servidor en Jesús, el profeta del amor y en Santa María de Guadalupe, nuestra fiel madre que escucha y atiende nuestras súplicas.
Noel Díaz
P.D.
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