Carta Mensual 2011


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Marzo




EXPULSEMOS A LOS ENEMIGOS DE NUESTRA TIERRA




Iniciamos en este mes los ejercicios espirituales que corresponden a la Cuaresma, el cual es un tiempo de preparación personal y comunitaria para celebrar el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Precisamente en este tiempo especial de meditación, viene a mi corazón el observar que Dios, es el hacedor de todas las cosas, nos ha dado un sin número de cosas que son complementarias a la vida y entre ellas el derecho de ser propietarios y administradores de nuestro propio albedrío.

Veamos como desde hace muchos siglos, el hombre ha dado su vida por proteger su tierra, su propiedad. Siempre ha habido personas ajenas que desean lo nuestro y son capaces de invadir territorios ajenos a toda costa, con tal de alcanzarlo. Yo podría asegurar, sin temor a equivocarme y sin exagerar, que mucha sangre humana ha sido derramada de millones de personas, por proteger o invadir un territorio.

El Señor desde que le llama a Abram le dice:
“Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar” (Gen 12, 1). Abram obedece inmediatamente y emprende el camino. Cuando Abram y su gente están atravesando el territorio de Canaán, el Señor le dice: “Esta tierra se la voy a dar a tu descendencia” (Gen 12, 7). Para el pueblo de Dios la tierra tiene un significado muy grande, más que el patriotismo. Estar en su tierra significaba para ellos tener seguridad, libertad, confianza, y por encima de esto era contar con la bendición del Padre Celestial. Recordemos que el Pueblo de Israel vivió unos 430 años en un país que no era el de ellos, en Egipto. Fueron maltratados y esclavizados, hasta que el Señor los llama a través de Moisés y les dijo: “Claramente he visto como sufre mi pueblo que está en Egipto. Los he oído quejarse por culpa de sus capataces, y sé muy bien lo que sufren. Por eso he bajado, para salvarlos del poder de los egipcios, voy a sacarlos de ese país y a llevarlos a una tierra grande y buena, donde la leche y la miel corren como el agua” (Ex 3, 7-8).

Cuando no vivimos en nuestra tierra se pueden producir estos efectos de sufrimiento, aparte de sentirse lejos de su propio país. El pueblo de Dios lucho por 40 años para llegar a la tierra prometida y tuvo infinidad de dificultades y enemigos que le salían en el camino y muchos más que intentaron posesionarse de su tierra…, la tierra que El Señor les había prometido.

Amigos, nuestra vida es como una tierra que es deseada por otros. Una tierra en donde otros quieren poner su bandera y conquistarla. Es que en nuestra tierra se pueden dar buenos y abundantes frutos. Desde que estábamos en el vientre de nuestra madre, ya había interés por conquistarnos. Sí, ya desde ese momento el enemigo de nuestras almas, Satanás, buscaba tomar posesión a través de crear sufrimiento en nuestros padres, especialmente en nuestra madre para que los efectos de su dolor se trasmitieran a la criatura en su vientre. Recordemos que el rey Herodes desde antes que naciera Jesús ya lo buscaba para matarlo.

Hoy, amorosamente te pregunto:
¿eres libre en tu tierra o has sido invadido y conquistado por tus enemigos? ¿Vives en constante sufrimiento y bajo el yugo de tus enemigos? ¿Sabes quiénes son esos enemigos que ya tienen su bandera en tu tierra? Pues déjame decirte que son, entre otros: la depresión, violencia, avaricia, adicción, infidelidad, rencor, baja autoestima y el pecado, etc... Mis queridos amigos tenemos urgentemente que analizar seriamente quien está en nuestra tierra, es decir en nuestra vida personal, e inmediatamente aliarnos con quien tiene un poder superior al nuestro para sacar y, expulsar a esos enemigos y poder vivir en la libertad a la que hemos sido llamados.

Ese poder supremo es el de Jesucristo, el Hijo del Padre, quien vino para terminar con las obras del mal y a ofrecernos la libertad que se vive en la tierra prometida, lugar en donde él es el Rey y Señor. Jesús mismo nos dice:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor” (Lc 4, 18-19).

Tengan presente que no tenemos que vivir el resto de la vida como prisioneros y cautivos, porque Jesús dio su sangre como rescate, reconciliándonos con su Padre y perdonando todas nuestras iniquidades y todo por su amor incondicional. ¡Ánimo amigos! Hay que comenzar a vivir en esa libertad que el Señor nos ofrece, en su amor y gozando de la paz y alegría de los hijos de Dios y no bajo el poder del enemigo. Levantemos la bandera de Cristo en el lugar en que nos encontremos y recordemos que Dios…
“no nos ha dado un Espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio” (2 Tim 1, 7). Entonces vivamos libres y solo para EL.

Aprovechemos este tiempo cuaresmal que nuestra iglesia nos ofrece y meditemos en la misión santificadora de Jesucristo en nuestras vidas y a través de una nueva conversión estaremos eliminando todas las barreras y dificultades que nos impiden alcanzar la verdadera libertad que Dios nos ofrece en Cristo Jesús. Amén

Deseo dejar constancia de mi agradecimiento a todos ustedes que participan activamente como Misionero, Sembrador o Protagonista de este apostolado, con sus oraciones y ofrendas. Mi gratitud también para los nuevos misioneros que se han unido y que ahora reciben esta carta. Todos juntos y unidos por el Señor, estamos haciendo la diferencia en miles de corazones en cualquier lugar a donde llega nuestra señal y el mensaje de salvación. Ruego a Dios que les multiplique abundantemente cada ofrenda de amor que de ustedes recibimos.

Que la paz del Señor se derrame en cada uno de ustedes que leen este mensaje y que Santa María de Guadalupe, madre nuestra, tome sus necesidades para presentarlas a su hijo Jesucristo, en el poder del Espíritu Santo. Su amigo.







Noel Díaz



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