La otra cara del Adviento que no vemos: la muerte y las realidades eternas.

21 de diciembre, 2021.

 

Cuando era pequeña e iba al catecismo, nunca olvidé una frase que, tanto mi catequista como mis abuelos repetían: “Muerte, juicio, infierno y gloria, ten siempre cristiano en la memoria”.

Los Novísimos o “las últimas verdades” debiera ser algo que también tenemos presente siempre, pero más ahora que reflexionamos sobre la Venida de Jesús, la esperanza y nuestra fe. Además que son realidades que, aunque eternas, son concretas, es decir, la persona las padecerá y vivirá y por ello es necesario no olvidarlas pues, justamente, el adviento es una advertencia a permanecer alertas, en espera del esposo que llega, pero no sabemos la hora ni el momento.

La muerte, una realidad palpable

En este tiempo en que, de hecho, hemos perdido a tantos hermanos y gente amada, la muerte se ha vuelto para muchos una realidad concreta. Tal vez poco pensábamos en ella, pero ahora se ve más real y cercana por la enfermedad, las guerras y los conflictos e inseguridad.

“Muchas personas creen que el Adviento es solo una etapa para preparar la Navidad”, advertía el P. José de Jesús Aguilar, subdirector de Radio y Televisión de la Arquidiócesis Primada de México.

Pero la Navidad no solo nos hace voltear al pasado para recordar la Encarnación de Jesús, no invita a meditar en nuestro presente y voltear también al futuro: En el momento de la muerte, indicó, “al igual que sucede cuando alguien se prepara o no se prepara para un examen escolar, quienes se prepararon tendrán alegría y paz. Mientras que quienes no se prepararon para el examen final sufrirán desesperación y miedo”.

El juicio: ¿Habrá un castigo y un premio?

El Catecismo de la Iglesia nos señala que, “Nuestra alma, después de la muerte, será juzgada por Dios, para recibir premio o castigo según sus obras”. Esto no es un acto de venganza de Dios, sino un acto de justicia, pero justicia llena de amor y misericordia pues, tenemos un Dios que nos ama y nos quiere a todos con él

Debemos confiar pues en que él ve nuestras obras, aunque imperfectas, pero también debemos motivarnos a perfeccionarnos cada día en el amor. Somos finalmente nosotros, quienes decidimos si abrazamos su amor o lo rechazamos.

Infierno: ¿Existe y hay personas en él?

Por mucho tiempo hay quienes, en un esfuerzo por mostrar el gran amor de Dios, sugieren o imaginan que el infierno no podría existir. Sin embargo el Catecismo el claro: “El Infierno es el lugar donde los malos, apartados de Dios, sufren penas eternas”.

Este apartarse de Dios, como ya mencionamos, es una decisión personal. No es que Dios los envíe a un lugar, sino una libre opción que la persona ha hecho con respecto a él, que hasta el último momento de su vida le rechaza y niega acogerse a su misericordia. Según el Papa emérito Benedicto XVI, se trata de un estado de vida, más que de un lugar.

El cielo, el lugar del amor perpetuo

“El Cielo es el lugar donde los buenos viven con Dios eternamente felices. Van al Cielo todos los que mueren en gracia de Dios”.

Es el amor consumado, el amor, la visión eterna de un Dios que nos ama. Vivir siempre al lado de quien es todo amor, consuelo, comprensión, ternura, toda plenitud.

El cielo no espera a todos quienes creemos, amamos y esperamos en Dios, aun cuando sea de manera imperfecta. No, no llegamos al cielo directamente después de morir, Dios en su bondad y justicia, puede considerar que nos hiciera falta sanar o limpiar nuestra alma para gozarle de forma perfecta y es esto la realidad del Purgatorio. Sin embargo, es un sufrir con esperanza (como en esta vida), porque sabemos que, finalmente, nos encontraremos con Él, quien es toda nuestra felicidad.

Y tú, ¿consideras en el día a día estas realidades eternas? ¿Te ha ayudado el tiempo de Adviento para considerarlas y esperarlas?