Cartas de Noel 2008


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Julio

Julio 2008



CULTIVANDO, SEMBRANDO Y COSECHANDO EL FRUTO


Fue una experiencia inolvidable haber visitado los países de Guatemala, El Salvador y México en esta misión de evangelización y acercamiento. Personalmente me pude dar cuenta del hambre espiritual que hay en todo lugar donde se proclama la palabra de Dios y que grande es su misericordia. Asimismo con alegría y satisfacción, pude constatar como nuestro apostolado ha venido cultivando la tierra y sembrando la semilla del evangelio en estos últimos años en estos países, de tal manera que sin excepción alguna en cada país escuche algo común en sus expresiones:
¡Gracias por sus programas de televisión, ya que han cambiado mi vida!. Unos lo decían con una sonrisa, otros con lágrimas, no de dolor, sino de agradecimiento.

Fueron miles y miles de personas las que acudieron a los lugares donde nos hicimos presentes y todos ellos muy agradecidos. Comparto con usted esta alegría, porque de una manera muy especial, usted es parte de estos frutos, ya sea por todas sus oraciones y por sus ofrendas, que son las que han hecho posible que el mensaje evangelizador y de esperanza, esté llegando a nuestros países de donde un día salimos en búsqueda de una mejor vida y que hermoso es haberla encontrado en Cristo Jesús. Hoy la compartimos con todos por medio de los diferentes medios que Dios nos proporciona.

Permítame describir la gran necesidad que hay en el mundo, con una anécdota acontecida. Sucedió el sábado por la noche en La Arena México durante la Celebración Eucarística. Estábamos en el cierre de la jornada de ese día. Yo había predicado en dos ocasiones ese día. Yo me encontraba en lugar un poco visible porque había personas que querían saludarme y de esa manera podíamos enfocarnos en la Santa Misa, sin distracciones. Sin embargo algunas personas se dieron cuenta donde estaba y por medio de los servidores que estaban cuidando, me empezaron a mandar sus notitas con peticiones de oración. En un momento mientras un servidor me decía algo, sentí que alguien estaba a mi lado mientras yo estaba sentado. Cuando termine de escuchar al servidor volví a ver y estaba un niño de pie a mi lado, de unos 7 o 8 años de edad. Se me quedo viendo fijamente a los ojos y me dijo:
¿puede pedirle a Dios por mi papá? Yo le respondí: ¿porqué quieres que le pida a Dios por tu papá, qué le pasa a él?. Se acercó a mi lado y me dijo al oído: ¡es que mi papá está en la cárcel!.

A mi se partió el corazón al ver el dolor que este niño transmitía en su rostro. Le dije, mira se que extrañas a tu papi, pero quiero decirte que tu tienes a Papá Dios que siempre te acompaña, pero voy a pedir por tu papá para que esté pronto contigo. El niño me veía fijamente a los ojos, como buscando una respuesta a su dolor. Mientras le decía estas cosas, él comenzó a llorar e inmediatamente abrí mis brazos y lo abrace pegándolo a mi pecho y este niño lloraba y lloraba con mucho sentimiento, pero a la vez se estaba desahogando y sintiéndose amado. Pasaron varios minutos y el niño parecía no querer moverse de mi abrazo. En esos momentos yo experimente que Dios me decía dale mucho amor en ese abrazo. Que sepa que yo lo estoy abrazando, que yo lo amo. Este episodio toco mucho mi corazón, de tal manera que después y por la gracia de Dios, percibí que El me decía:
el dolor de ese niño, es el dolor de mi pueblo, es el dolor de mujeres y hombres. En ese niño estaban representadas todas las miles de personas a las que fuimos a llevarles el mensaje de la Buena Nueva. En Jesucristo se encuentra la verdadera esperanza.

Me acorde lo que dice san Mateo en su Evangelio 9, 35-38:
“Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del pueblo; y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos: – Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla.”

Después pregunte como había llegado ese niño o con quien venía. Me dijo Javier Valdez, uno de los miembros de nuestro equipo, que había mucha gente que quería pasar y que a todos se les decía que no era posible, por que se estaba celebrando la misa y que al final habría tiempo de saludarme. Dentro de estas personas llegó una mujer con su hijo, a quien se le explico lo mismo, pero el niño le dijo al servidor que si él podía pasar. Javier se acordó de las palabras de Jesús:
“dejen que los niños vengan a mi...”. Por esa razón lo dejo pasar solo a él.

En esta breve historia queda reflejada la razón de nuestra misión, porque si en esos 11 días solo hubiéramos sido usados por Dios para haber tocado el corazón de este niño, bien hubiera valido todo el esfuerzo y sacrificio que todos hicimos en este viaje. Pero lo maravilloso fue que así como este niño, también fueron miles los tocados por Dios. El Sembrador sin duda alguna está siendo utilizado en gran manera por el Señor para llevar sus virtudes de esperanza, fe y amor, a nuestros pueblos.

Si usted es de las personas que pedía y pide a Dios por la obra de nuestro apostolado, debo decirle que allí están los frutos de esa siembra. Por favor, no deje de orar y de apoyar con sus ofrendas, porque sin ellas no hubiéramos visto las maravillas de Dios en Guatemala, El Salvador y México. Pero también le pido que si usted había dejado de enviar su ofrenda o nunca lo ha hecho, le ruego que nos ayude a no dejar de PROCLAMAR LA BUENA NUEVA. Sé que estamos pasando por tiempos difíciles económicamente, y que muchos han perdido sus casas, o bien sus trabajos, sin embargo, también habemos muchos que gracias al Señor tenemos nuestro trabajo, y eso nos pone en condiciones de apoyar financieramente con lo que podamos.

De no recibir su generosa e importante ayuda, lamentablemente nos veremos en la necesidad, como muchos ya lo están haciendo, de ir abandonando algunos de los proyectos de evangelización que actualmente desarrollamos y que están dando frutos abundantes y lo cual ha sido parte del trabajo y esfuerzo que hemos logrado después de 25 años de este apostolado católico. Por eso me atrevo a en esta ocasión, a pedirle y rogarle que nos ayude a no tener que llegar a esos extremos. Estoy orando fervientemente a Dios por cada persona que en esta ocasión recibe esta carta mensual, para que El en su bondad infinita, sea el gran proveedor de toda necesidad en su familia y no le falte lo necesario para vivir y ofrendar.
¡Animo hermanos, porque de la misma manera que el niño de la historia, Papá Dios también a usted hoy y todos los días de la vida, le abraza hoy con mucho amor y se convierte en su única y real esperanza!

Atentamente su servidor y hermano en el Señor Jesucristo y Santa María de Guadalupe.


NOEL DIAZ


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