En esta oportunidad quisiera comenzar la presente carta mensual del mes de mayo, diciendo, que la celebración de la pascua de resurrección no termina el Domingo de Pascua. Aunque para miles de personas la resurrección es una celebración histórica que se lleva a cabo una vez al año, para otros, la resurrección de Jesús es una celebración de la vida cotidiana. La resurrección es la base de nuestra fe y nuestra esperanza. Con mucha razón, San Pablo proclamó: “Y si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen”. (1 de Corintios 15,14) Por lo tanto, cuando hemos tomado la decisión de creer en Jesús y seguirle, nuestra vida se convierte en la aventura más maravillosa, firme y segura que le puede ocurrir a un ser humano.
Desde el preciso momento en que una persona acepta seguir a Jesús, ocurre el milagro de sucederse una Metanoia, es decir, una transformación de vida. Entregarse a Jesús, es salir de un estado de muerte y oscuridad para lograr un estado de vida pleno, lleno de paz y esperanza. Para los apóstoles y las benditas mujeres del evangelio, el ser testigos de la resurrección les señalo que su trabajo evangélico comenzaba. Pero para otros que no habían creído en Jesús, él dejó de existir y murió. Tristemente en nuestros días, sucede lo mismo. Jesús es un personaje de temporada que no tiene nada que ver con sus vidas actuales.
Mi mensaje para usted que lee esta carta, es que debemos ser como aquellos que creyeron en el Señor a pesar de sus dudas, que inclusive huyeron y lo abandonaron y hasta lo negaron, pero que inmediatamente después corrigieron sus fallas y con un sí firme al Maestro, comenzaron a proclamar abiertamente y sin temor alguno: ¡Jesús ha resucitado! ¡Jesús está vivo! Ellos dieron testimonio el resto de su vida, porque el mismo Espíritu que resucito a Jesús, era el que ellos tenían y el que tiene todo bautizado, convencido de su fe en Cristo. A este respecto, San Pablo, dice: “Y si el espíritu de aquel que resucitó a Jesús vive en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales por medio del Espíritu de Dios que vive en ustedes”. (Romanos 8,11)
La resurrección es un acontecimiento que nos marca para siempre en la vida. Así como la muerte y la tumba no dejan de ser una amenaza para nuestras vidas mortales, con mayor razón debemos proclamar el poder del Cristo resucitado. La resurrección nos ayuda a vencer las tinieblas que continuamente se convierten en nuestras dudas y temores. Si Jesús triunfo sobre el pecado y la muerte, así usted y yo triunfaremos. La tumba es señal de oscuridad, por lo tanto no hay que dejar que la tumba nos mantenga en las tinieblas, dejemos que el Espíritu nos de vida, salgamos de la tumba de la desilusión, salgamos al encuentro del Señor y al encuentro de aquellos que viven aún en la oscuridad de sus vidas y digámosles confiadamente: ¡Jesús te ama y no quiere que vivas en tinieblas sino de cara a la vida, con esperanza en la vida eterna!
El otro día por la tarde salía de los estudios de ESNE, afuera había un carrito de paletas, solo. Pregunté en dónde estaba el paletero y me dijeron que estaba en la capilla del estudio rezando. Esperé afuera, porque quería conocer a este hombre. Cuando salió, lo saludé y le pregunté por qué dejaba confiadamente su carrito afuera y solo, el cual era su responsabilidad, y pude ver en su rostro, el rostro de miles de hermanos que luchan día a día con dignidad para sacar adelante a sus familias. Es el rostro de los que no tienen voz en la sociedad, sin embargo, ante la presencia de Dios si tienen voz, porque le hablan confiadamente a Dios pidiéndole que los socorra y les ayude. Ese hombre humilde con una sonrisa plena de seguridad, me dijo: “Dios me ayuda mucho a vender mis paletas, por eso vengo a agradecerle todas las veces que paso por aquí”.
Este hombre sencillo se llama Don Jorge y le pedí permiso para sacarme una foto con él, porque sentí que era un ejemplo para mí por la calidad de su fe y por la confianza de mantener una relación estrecha con Jesús. Yo nunca lo había visto, ni él a mí, así que a partir de ese momento hicimos una buena amistad, con el firme deseo de apoyarle para que un día no muy lejano, vea a sus tres hijas y esposa que tiene en Toluca, México y a quienes no ve desde hace 8 años por no tener documentos, una situación común de millones de hermanos nuestros en este país. Y hay muchas personas que piensan que por estar en EE. UU. se vive del todo bien, lo cual en la mayoría de los casos, no es cierto. Fue mi deseo compartir esta historia de Don Jorge para que pidamos por él y su familia, y también por todas las familias que hoy en día están siendo afectadas por la separación y por sus necesidades económicas.
También esta historia de Don Jorge me hizo recordar a mi mamá. Ella también fue vendedora ambulante en Tijuana, empujando algún carrito y yo era su ayudante número uno. Nunca debemos olvidar nuestras experiencias del pasado, por tristes que hayan sido, porque siempre y en todo momento, allí estuvo Dios silenciosamente acompañándonos en toda circunstancia.
Mis apreciados amigos en Jesús Resucitado, celebremos día a día nuestra fe en Cristo y dejemos que su poder nos de la victoria en contra del mal, porque por medio de Él somos más que vencedores. ¡Amén!
En este mes celebramos el Día de las Madres. Quiero aprovechar la ocasión para pedirles a todos ustedes de manera muy especial, que aparte de pedir por nuestras madres personales, pidamos por todas aquellas madres, que como la esposa de don Jorge, el paletero, asumen el papel de ser papá y mamá a la vez y por aparte sufren la separación de su familia. Oremos unidos, para que Dios les conceda siempre la fe y esperanza suficientes para confiar en que el Señor les acompañara en todo momento, principalmente en sus necesidades familiares. Mis queridas Madres les agradezco toda su entrega y compasión por cada uno de sus hijos y las abrazo cariñosamente en Cristo Jesús.
Les pido que imitemos a la Virgen María, Madre Nuestra, en su fidelidad. Ella, madre sufriente, se quedó con su Hijo hasta el último momento y además continúa acompañándonos por siempre y en todo momento, atenta a nuestras súplicas. Roguemos, para que nunca dejemos de estar cerca de su Hijo Jesucristo, de donde procede nuestra fe. ¡Amén!
Por último, agradezco a ustedes, por su generosidad y buena voluntad que hace posible alimentar diariamente las almas de miles de personas, a través de su santa palabra, que da vida. Una hermosa labor que continuamos haciendo juntos, ustedes y nosotros, con el favor de Dios. Sus semillas de amor (ofrendas) son y serán siempre, una bendición para que ninguno se pierda y para que todos alcancen la salvación. Hoy como siempre, gracias y que Dios les premie esa bondad en sus familias.
Atentamente en el amor del Resucitado y de su Santa Madre, la Virgen de Guadalupe, pido al Espíritu Santo que renueve en ustedes la fe, la esperanza y la confianza en el Señor.