ES TIEMPO DE ESPERANZA Y DE GRACIA ¡VÍVELO!
No caigas en la trampa que la sociedad te tiende a través de los medios de comunicación secular, pues bastan unos instantes para perder el optimismo de la vida. La mayoría de las noticias tienen que ver con actos de violencia, delincuencia, asesinato, desempleo, bancarrota, etc. Resultan muy estresantes y afectan tanto el estado de ánimo como la forma de ver la vida; nos provocan depresión, pesimismo y miedo.
Todos sabemos que en el mundo suceden muchas cosas malas, pero nosotros podemos construir nuestra vida alrededor de cosas buenas y positivas que nos impulsen y nos lleven a la felicidad y al júbilo que Dios tiene dispuestos para nosotros.
Al respecto, el periodista José Luis Descalzo, dijo: “Desde el día en que decidimos que era noticia que un hombre mordió a su perro y que, en cambio no fuera noticia que diez millones de hombres todos los días sacan a pasear a su perro, hemos logrado convertirnos en algo peor que ciegos: en gentes que solo tienen capacidad para ver lo negro e ignoran toda la ancha gama de colores luminosos que les rodean”. Y es que son muchas las personas que agonizan de temor, falta de esperanza y deseos de vivir y gozar la vida.
«El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor».
Lucas 4, 18-19
Todos los que creemos en Dios somos personas optimistas por la fe y estamos seguros de que nuestros problemas serán resueltos por la divina voluntad del Señor. Esa esperanza nos afirma en nuestra existencia y nos da la seguridad que sólo el Espíritu Santo otorga a quienes aman a Jesucristo.
Creer y confiar en Dios nos hace saber quiénes somos; nos da identidad, certeza, seguridad, firmeza, alegría y paz al conocer de dónde provenimos y hacia dónde vamos. La pérdida del sentido de la vida es, probablemente, uno de los problemas más graves de nuestro tiempo. Ante tanta duda y desconfianza en sistemas, programas y proyectos meramente humanos, que no acaban de responder a nuestras necesidades, tenemos que seguir convencidos por la fe de que sólo Dios, por medio de Cristo, puede saciar plenamente los anhelos más profundos que hay en todo hombre y en la sociedad.
Tiempo de gracia y de dar gracias
Cada vez que llega el mes de noviembre, no puedo evitar -y es posible que a ti te pase también- relacionarlo con el Día de Acción de Gracias que celebramos aquí en EE.UU. Pues para mí el tema de la gratitud ha sido algo que ha marcado mi vida y en lo que he descubierto el secreto para gozar de la verdadera paz y felicidad que tanto anhela nuestro corazón. Así lo confirma este pensamiento que encontré al meditar sobre la gratitud:
«No es la felicidad lo que nos hace agradecidos; es la gratitud lo que nos hace felices. Todos conocemos personas que tienen todo lo necesario como para ser felices, y sin embargo no lo son, simplemente porque no están agradecidas por lo que tienen. Por otro lado, todos conocemos también personas con que no son para nada afortunadas, y sin embargo irradian alegría, simplemente porque aun en medio de su miseria son agradecidas. Así, la gratitud es la clave de la felicidad».
(David Steindl-Rast, Monje y autor Benedictino).
Podemos darle un nuevo valor a nuestra vida, y especialmente a aquellas cosas que solemos dar por descontado, recibiéndolas con el mismo sentimiento de gratitud con el que recibiríamos un regalo valioso e inesperado. Tomar nota de estos dones puede ser útil. Incluso podemos llevar un “diario de gratitud” en el que registremos esos momentos en que reconocemos y agradecemos esos dones. Si cada día logramos hacer pequeños gestos de gratitud, ello sería suficiente para lograr un impacto positivo en nuestra vida y en la vida de quienes nos rodean.
Dejemos que la gratitud se derrame a nuestro alrededor. Tratemos de dar las gracias cada día a Dios, a una persona. Animémonos a ser amables. Reconozcamos a quien se lo merece. Alabemos la generosidad, la valentía, la autenticidad. Comencemos así una ola de gratitud, y notemos la diferencia que puede hacer en el mundo.
Nunca nos cansemos de dar gracias a Dios por el don precioso y maravilloso de su Hijo para con nosotros y nuestra salvación eterna. Como ha dicho el apóstol:
«Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús, nuestro Señor, por su gran misericordia. Al resucitar a Cristo Jesús de entre los muertos, nos dio una vida nueva y una esperanza viva. Reservaba para ustedes la herencia celestial, ese tesoro que no perece ni se echa a perder y no se deshace con el tiempo. Y los protege el poder de Dios, por medio de la fe, con miras a la salvación que nos tiene preparada para los últimos tiempos. Por eso estén alegres, aunque por un tiempo tengan que ser afligidos con diversas pruebas».
1 Pedro 1, 3-6
Cuando una persona se siente agradecida, una de las primeras cosas que quiere hacer es retribuirlo.
Esto lo he comprobado precisamente con todos nuestros Sembradores. Son corazones que agradecidos con Dios por todas las bendiciones recibidas por medio de la radio y la Televisión o los eventos masivos (Metanoias, congresos) deciden unirse y apoyar económicamente y con sus oraciones a este apostolado por medio del cual Jesucristo sigue salvando, liberando y sanando a su pueblo. Si tú estás leyendo esta carta es porque muy seguramente eres un sembrador de esperanza y hoy quiero decirte ¡Muchas gracias! Y ruego a nuestro buen Dios, a María Santísima nuestra dulce Madre y a Jesucristo nuestro Señor para que derramen toda clase de bendiciones y gracias sobre ti y tu familia.
Por último, mantengamos presente esta exhortación de San Pablo a los Tesalonicenses:
«Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con ustedes en Cristo Jesús».
1 Tesalonicenses 5,18
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