Un día, buscando documentos en mi casa que necesitaba con urgencia, encontré sorpresivamente un sobre blanco sellado y, escrito con lápiz, el nombre de Noel en el centro. Inmediatamente reconocí la letra: era de mi amada madre. Después de hacer una pausa para recuperarme de la sorpresa, me dispuse a abrirlo y leer su contenido.

Observé atentamente la fecha y vi que la había escrito unos años antes de fallecer. Eran tres pequeñas hojas en las que ella depositó lo que había en su corazón en esos momentos. Era una carta dirigida a su hijo, a mí, en la que manifestaba el sentimiento de que sus días se acortaban en esta vida.

Por las cosas que me dice, descubrí el gran corazón de una madre que da la vida por sus hijos y que es capaz de cruzar océanos y desiertos, si es necesario, con tal de alcanzar el bienestar de sus pequeños. Mi querida madre, por supuesto, no fue perfecta, ni pretendo proyectarla de esa manera; sin embargo, puedo decir que su amor a Dios y a su familia siempre lo manifestó de una forma u otra, con un inmenso respeto y muchas veces escondiendo su propio dolor físico y espiritual.

Indudablemente, ella y yo siempre mantuvimos una relación muy estrecha, desde muy pequeño hasta su partida. En sí, la carta es de despedida. Una de las palabras que me dice es: “Hijo, perdóname por estos últimos años que ustedes me han aguantado con mis dolencias y enfermedades y que varias veces estoy de mal humor por esto mismo. Cuando me vaya no te pongas triste y quiero que sepas que desde donde yo esté, pediré por ustedes”. Con el contenido de este fragmento de la carta de mi mamá, puedo decirles que confirmo que ser madre es para siempre.

Mujer, portadora de vida

Cuando contemplo a la joven madre de Nazaret, veo en ella un corazón lleno de amor y una dulzura que emana de sus entrañas, por Dios, por su Hijo y por todos nosotros, llamados al amor del Padre por medio de su Hijo Jesucristo.

En la Virgen María encontramos ese refugio que muchas veces también encontramos en los brazos de nuestra madre quien, con sus palabras y su abrazo firme, disipa el dolor y el miedo. ¡Qué maravillosa persona que Dios ha creado y diseñado! Él quiso que para nacer tuviésemos que depender de un ser especial, de una mujer, nuestra madre, quien posee el don de dar vida.

Este es un gran misterio que Dios nos ofrece para meditar. En el principio nos dice la Sagrada Escritura que fuimos formados por Dios quien, con su soplo, nos dio aliento de vida. Ahora bien, Dios le concede este don a la mujer, ser cuidadora de la semilla de la vida, ser colaboradora directa de Dios para la continuación de la humanidad. Dios le ha confiado este proyecto de vida a la mujer, sabiendo que solo ella puede desempeñarlo como nadie más podría.

Es cierto que la primera mujer (Eva) desobedeció el mandato de Dios y por eso vino el pecado y con ello la muerte, sin embargo Dios, en su misericordia, después de la caída, ¡le otorgó a la mujer el derecho de ser madre y portadora de la vida! En otras palabras, Dios sabe que la mujer es capaz de dar su vida por los demás, especialmente por sus hijos, a pesar de ser imperfecta.

Posteriormente, llegó el tiempo en que Dios le daría una nueva oportunidad a la mujer y a la humanidad caída. Dios Padre una vez más quiere decirle a la mujer que confía en ella. Ese fue un día maravilloso y trascendental en la Historia de la Salvación: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Luc 1, 28). Desde ese momento en que a la joven María le fue anunciado el acontecimiento de ser la Madre del Salvador y ella responde con un Sí, se convierte en la nueva Eva, pues en Ella se cumpliría la promesa del Señor. Ella asumió con valor, la responsabilidad de ser la Madre de nuestro Salvador y Madre de la humanidad. No desobedeció y a partir de ese momento levantó el nombre de toda mujer a su más alto nivel. ELLA ES MADRE PARA SIEMPRE.

Precisamente su obediencia nos ha devuelto la vida y la gracia se ha derramado de manera abundante por medio de su Hijo y nuestro Salvador. Ella misma lo manifestó diciendo: “Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora siempre me llamarán dichosa...” (Lc 1, 48). Ella no solo ha sido madre, sino el vivo ejemplo de quien ama en espíritu y en verdad. Si mi madre me dice en la carta que al dejarme ella pedirá por mí desde donde se encuentre, cuanto más nuestra Madre del Cielo pide por nosotros constantemente.

Celebremos la vida de todas las mujeres

En este mes de mayo en que celebramos la maternidad y festejamos a todas las madres, es preciso CELEBRAR LA VIDA DE TODA MUJER, porque el don de Dios y la confianza que Él deposita en la mujer, no se limita a la procreación; en el corazón de ellas ya existe el sentido maternal. Esto es fácil comprobarlo pues lo vemos manifestado en grandes mujeres que han consagrado sus vidas a Dios y al servicio de los demás. Mujeres que han tomado la responsabilidad voluntaria de ser madres, sin ser madres biológicas y han dedicado su vida para atender hijos que no son suyos, pero a quienes aman como si lo fueran. Esto es un regalo de Dios para la mujer y para todos nosotros; nadie puede decir que no tiene una madre, ya que todos venimos de una y ella, aunque imperfecta, es MADRE PARA SIEMPRE.

Hoy celebro y felicito a todas las mujeres y a todas las madres del mundo, en especial a nuestra MADRE DEL CIELO, SANTA MARÍA DE GUADALUPE.

Aprovecho también para expresar mi amor por mi madre, quien se encuentra con el Señor. Deseo que ella me perdone por todos los dolores de cabeza que le hice pasar y le pido perdón a todas las madres en nombre de sus hijos por las veces que no nos percatamos de sus lágrimas y su amor incondicional. Le ruego a Dios por sus abundantes bendiciones para ustedes.

Asimismo, quiero recordarles a todos los jóvenes la oportunidad que tienen de buscar la reconciliación con sus mamás y de enmendar su conducta, buscando perdón por las ofensas o faltas y prometer respeto y abundante amor en el futuro.

A mis queridos lectores que se encuentran recluidos en centros de detención, les recuerdo que no hay orfandad maternal, porque ustedes tienen a sus madres, esposas, hermanas, hijas… quienes continuamente levantan su oración al Señor en su favor y, sobre todas las cosas, la Virgen María está pendiente de todos ustedes con mucho amor y consideración.

¡Sigamos apoyando la evangelización!

Nuevamente agradezco de todo corazón a todas las personas que se han unido a la causa de Jesucristo en estas pasadas semanas, principalmente por sus oraciones y sus ofrendas para este apostolado, el cual cumple con la misión de llevar a Cristo a todo el mundo a través de los diferentes medios de comunicación a nuestro alcance (TV, Radio, Internet, etc.). Cada día llegamos a más lugares y lo más importante es que muchas vidas y corazones están siendo transformados por la gracia de Dios.

Atentamente, quedo con ustedes como amigo y servidor en Jesucristo y Santa María de Guadalupe.
 

 

Noel Díaz

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