DE LO QUE ABUNDA EN EL CORAZÓN, HABLA LA BOCA.
En los últimos días, constantemente he meditado acerca de la gran cantidad de personas que no tienen entusiasmo para vivir y sin embargo dicen creer en Dios. En lo personal, me es difícil aceptar esto, precisamente porque la fe en Jesucristo es la solución a este dilema de la vida.
Para ilustrar lo anterior, me permito contarles una anécdota: Cuentan que, en cierta ocasión, un hombre tomó en sus manos una rosa y se percató que al tomarla se espinó y dijo: ¡Qué mala es la vida, que hasta las rosas tienen espinas! También otro hombre hizo lo mismo, pero al tomar la rosa en su mano, fijó su mirada en una de las espinas, luego miró la belleza de la rosa y dijo algo diferente: ¡Qué bella es la vida, que hasta las espinas tienen rosas!
Hagamos una reflexión: en muchas ocasiones las personas sólo ven las espinas y pierden la oportunidad de apreciar la belleza de la rosa en su conjunto; por eso se dedican a maldecir la flor, que es hermosa y bella, es decir, hay personas que ven la parte negativa de las cosas o de la vida, mientras que hay quienes, gracias a su optimismo y su fe, ven la parte positiva. Creo que no debemos analizar a la ligera, sino, tomar el tiempo suficiente para contemplar las cosas y analizarlas a la luz de la experiencia que Dios nos brinda.
Jesús se encargó de dejarnos un gran legado de fe y amor a Dios, a la vida y a nuestros semejantes, enseñándonos sobre todas las cosas, que todo es posible, siempre y cuando pongamos nuestra confianza en Él. Nadie mejor que Jesús, sabe cómo enfrentar el sufrimiento en plenitud. Fue rechazado por sus parientes y su pueblo. Siendo inocente, aceptó cargar la cruz a cuestas y murió crucificado, sin culpar ni maldecir a nadie. Él se preocupó por darnos la oportunidad de ser felices para siempre, es decir, para toda la vida, siempre y cuando practicáramos cada una de las bienaventuranzas, que son un plan de vida, el cual nos garantiza no solamente la felicidad, sino también nos invitan a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y nos llevan a buscar el amor de Dios. Los invito a leerlas con detenimiento y a meditar en cada una de ellas como aparecen en Mateo 5,3-12.
Refiriéndome al mismo tema, quiero contarles que he sido testigo del caso de dos situaciones vividas por dos hombres, ambos esposos y padres de familia, los cuales deseo compartir como testimonio de sus vidas.
El primer caso, se refiere a un hombre alcohólico que, con su comportamiento, hizo sufrir a su esposa e hijos por varios años. Un día, cuando ya estaba a punto de perder su familia, este hombre vino a nuestro apostolado en busca de ayuda y le invitamos a acudir a Dios para tener un encuentro personal con Él. Así lo hizo, y gracias a ese encuentro tuvo su conversión. Dejó el vicio, sin embargo, todos estaban muy afectados interiormente por el pasado tan doloroso. Su esposa ya no era la misma, aunque él trataba de recuperar la confianza. Pasó el tiempo y sucedió que ella le fue infiel y esto para él fue devastador, como se pueden imaginar. Ante tal situación, este hombre tuvo un cambio en su relación con el Señor y asumió una actitud de rebeldía tal, como si Dios le hubiese fallado, al considerar que de nada le sirvió el cambio de vida y poner su fe y confianza en Dios. Afortunadamente este hombre no regresó al vicio que tanto daño le causó, gracias a Dios, pero en su corazón había dolor y perdió la fe.
El segundo caso, se trata de un hombre a quien recuerdo desde esa primera vez que lo vi en un retiro de The Sower al que asistí para compartir un tema. Al concluir mi participación, su esposa, una mujer de mucha fe, a quien conocía muy bien, porque siempre me pedía oración por su esposo y me insistía que hiciéramos algo en inglés, porque su esposo no hablaba español. Ambos, eran padres de una hija y un hijo, los dos adolescentes. Resulta que, en ese retiro, Dios tocó el corazón de este hombre, llamado Brandon. Desde ese bendito día del retiro, él comenzó a seguir al Señor y su esposa era la mujer más feliz. Pasado algún tiempo, a la hija le diagnosticaron cáncer. Pasó las quimioterapias, luchando para sobrevivir.
La niña se aferraba a la vida. Pasado el tiempo, la mamá enfermó y tristemente se comprobó que también era cáncer. Ella luchó por mucho tiempo y hace unos años, se fue con el Señor. Esta situación representó un duro golpe para Brandon y sus hijos, cada vez que tuve oportunidad de saludarlos, me interesaba por darle siempre palabras de fe y ánimo. Pero después de un tiempo, su hija nuevamente volvió a caer enferma y hace unos cuantos años, Tiffani falleció a sus 16 años de edad. Brandon bien podría cuestionar a Dios, pensando en que, si él tomó la decisión de entregar su vida a Dios, entonces porqué le ha sucedido todo esto. En cuanto me informaron de los acontecimientos, llamé a Brandon y conversando con él, me dijo: ¡Gracias a Dios me acerqué a Él antes de todo lo sucedido, porque no sé cómo podría haberle hecho frente a tanto dolor!
Como pueden darse cuenta, les he presentado dos diferentes formas de ver el dolor y de asumir sus actitudes ante los acontecimientos. Esta es la razón del título de esta carta: “De lo que abunda en el corazón, habla la boca”. (cf. Lucas 6,45) Valdría la pena preguntarnos a nosotros mismos: ¿En qué forma enfrentaría yo mis problemas y dificultades? ¿Sería con entereza, tranquilidad y fe? Aprovecho esta reflexión para levantar mi voz a Dios, diciéndole: “Señor, dame un corazón humilde, para saber hacerle frente a todo problema y dificultad, sin renegar, sino más bien siendo agradecido por todo lo que me amas y por lo que me has dado hasta el día de hoy, porque me has enseñado a creer y confiar en ti. Amén”
Darles las gracias por toda su generosidad, por su decidido apoyo que nos permite continuar sembrando la semilla que da abundante fruto y que está cambiando miles de corazones que se encuentran necesitados del amor de Dios. Además, agradezco sus oraciones por la misión en el viaje Papal a la Jornada Mundial de la Juventud en Portugal, fue una maravillosa experiencia y tuve la dicha de pedirle al Papa Francisco una bendición para ustedes y sus familias.
¡En unas semanas más ya está a la puerta el CDJ! Sabemos la gran necesidad que tienen nuestros jóvenes en este tiempo, les pido corran la voz haciendo el esfuerzo para invitar a sus hijos, sobrinos, ahijados y nietos para que vivan un gran encuentro con el Señor.
Saludo a todos los consagrados del Proyecto Yo Soy el 73 y los animo a perseverar en este discipulado que cada día crece más y más, trayendo abundante bendición para los que dan el SÍ a Dios. Si alguno de ustedes desea más orientación o información sobre este Proyecto Yo Soy el 73 no duden en comunicarse al (773) 777-7773 en EE.UU. y en México al 33 1487 6681 y uno de nuestros operadores les atenderá o escríbanos al correo electrónico info@soy73.com.
Atentamente en el amor de Jesucristo y de la Virgen de Guadalupe, ruego porque el Espíritu Santo se derrame con poder en todos ustedes y en cada uno de los miembros de su familia.
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