Jesucristo, llegando a los momentos cruciales de su misión redentora, habla con sus discípulos y les promete con dulzura: “No los voy a dejar huérfanos, volveré para estar con ustedes. Dentro de poco los que son del mundo ya no me verán; pero ustedes me verán, y vivirán porque yo vivo. En aquel día, ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí, y yo en ustedes.” (Jn 14, 18-20).

Siempre, al hablar de huérfanos, nos referimos a la ausencia de los padres de una persona. Cuando uno es huérfano, siempre hay un vacío, un sentimiento interior de falta de protección. Al contrario, cuando un niño camina por la calle tomado de la mano de su papá, no le teme a nada porque él es su firmeza y confianza; su sola compañía elimina toda inseguridad y temor. La figura paterna tiene un poder muy grande sobre los hijos, ya sea para bien o para mal. En una familia es fácil ver en los hijos y en la esposa el reflejo del trabajo del padre, como figura de influencia. Cuando el padre realiza y lleva a cabo su más alta misión: ser sacerdote de la iglesia doméstica y reconoce el lugar que Dios le ha encomendado, tanto el ser proveedor como ser quien lleva a su familia al encuentro con Dios, el hogar se convierte en un lugar seguro donde se transmiten los valores espirituales: fe, compasión, tolerancia, humildad y, lo más importante, el amor; divina enseñanza de Jesús.

La carta del mes pasado la dedicamos a mamá y a reconocer todos los atributos que ofrece a la familia. Ahora, la intención es resaltar la figura del padre de familia: todos aquellos hombres que se esfuerzan por ser reflejo del amor de Dios y, sobretodo, a reconocer como Padre a Dios mismo.

Papá, figura indispensable en el hogar.

Tal vez valdría preguntarnos: ¿Cuál es el concepto que tenemos de un padre de familia? ¿Cuál es nuestra definición personal? Seguramente comenzaríamos por decir que padre es quien engendra, es la persona que tiene parte en la creación de una nueva vida. Sin embargo, usted y yo sabemos que no basta con engendrar para ser realmente padre.

Estoy convencido de que todo ser humano tiene necesidad de sentir el amor y la seguridad que solo un papá puede dar. Cuando no sucede así, cuando un padre no cuida, no protege, en la mayoría de los casos llega a afectar la vida de sus hijos, quienes no gozaron de esa importante presencia. Personalmente yo soy testigo de esta realidad.

Recordemos un hecho que, hasta entonces, no tenía precedentes. Ocurrió el mes de abril de 1999 cuando, en una escuela de Littleton, Colorado, fueron asesinados a quema ropa 13 personas, en su mayoría estudiantes. Los responsables fueron dos jóvenes quienes, luego de la terrible masacre, se suicidaron. Estos muchachos planearon este hecho desde sus casas y allí mismo construyeron bombas y tenían las armas con que llevaron a cabo su terrible plan. La gran pregunta es: ¿Dónde estaban sus padres? Estos dos jóvenes provenían de familias con una buena posición económica y vivían gozando de gran comodidad. Sin embargo, sus padres tristemente, nunca sospecharon hasta donde llegarían sus hijos. Ellos se preocuparon en darles todo lo material, satisfacer sus necesidades, pero eso no bastó.

Ser padre significa entonces, en su más puro concepto, que el hombre se ha de preparar con dedicación para asumir el papel que le corresponde en la vida por naturaleza: Siendo aquel que da seguridad, apoyo y confianza a su familia. Quien, como padre, tiene y reconoce su vocación natural y asume con responsabilidad su papel insustituible e irreemplazable en el hogar. Quien asume la decisión de dirigir a su familia por el camino del bien y los protege del mal, especialmente ahora que atravesamos por una gran guerra de valores morales y espirituales.

Jesús, reflejo del Padre.

Jesús nos da a conocer que Él es la imagen viva del Padre y lo mostró con su vida. Él es nuestro perfecto modelo de padre a seguir pues, todos somos sus hijos por adopción y nos ha amado a todos en abundancia; nos ha cuidado, instruido, perdonado y, sobre todas las cosas, ha entregado su vida muriendo en una cruz, mostrando así el sacrificio del padre; el AMOR manifestado en su máxima expresión.

Estar tomado de la mano del Señor me ha dado siempre la firmeza y la confianza de su amor, de su resguardo, de seguridad, firmeza, tranquilidad y de paz… y si eso hace conmigo, también Él lo hace contigo.

Hoy quiero felicitar a todos los padres de familia que se han esforzado y que han sabido ganarse, con mucho sacrificio y esmero, el verdadero título de padre, principalmente en esta época cuando se carece tanto de la responsabilidad paterna.

Es mi intención animar a todos los papás que leen esta carta para que sigan adelante con sus obligaciones sin desmayar, reconociendo que fallamos y nos equivocamos muchas veces, pero el valor no está en cuantas veces caemos, sino en cuantas veces reconocemos los errores y hacemos el esfuerzo de superarlos, con la ayuda del Señor. Eso hace la gran diferencia.

También deseo motivar a las esposas para que valoren a sus esposos y reconozcan su esfuerzo y dedicación en el trabajo y con la familia. Las invito a que comiencen a utilizar en su hogar el valor de la palabra: GRACIAS, estimulando tanto a su esposo como a sus hijos y, cariñosamente, reconocer su aportación en casa, diciendo, por ejemplo: ¡Gracias por toda tu dedicación a la familia! ¡Gracias por tu esfuerzo y todo lo que haces por mí y nuestros hijos! ¡Gracias por tu apoyo! ¡Gracias por ser mi esposo!

Todos necesitamos motivación en la vida, ustedes pueden ser y son las principales animadoras de sus esposos, nada pierden con mostrar un corazón agradecido y actuar con humildad en beneficio de la familia. Practiquemos el reconocer las cosas buenas y las virtudes en los seres que amamos, pues de esa manera nos edificamos y podremos tener buenos esposos, esposas, padres, madres e hijos. Si así hacemos, Dios nos concederá que el amor nunca falte en nuestro hogar.

Por último, deseo compartir con ustedes una experiencia que tuve con mi hija Kyrene. En una ocasión, al ir de compras, repentinamente se volvió hacia mí y dijo: —Papi, ¿verdad que hay niñas que son ricas pero no tienen papá?

Con el cuestionamiento percibí que ella quería decir que se sentía feliz con su papá. Entonces aproveché para preguntarle: —¿Quisieras ser rica y no tener papá? o ¿ser muy pobre pero sí tenerlo? A lo cual ella me respondió: —ser rica y tener papá. Yo solté una carcajada, pues nunca pensé que esa sería su respuesta. Después de un momento ella me aclaró que preferiría ser muy pobre pero tener a su papá. Qué maravilloso es saber que, seamos ricos o pobres, tenemos un Padre que nos ama con nuestras virtudes y defectos, con nuestra santidad y nuestros pecados y que nunca se aparta de nuestro lado, pues su fidelidad es eterna. Amén.

No olvidemos agradecer también y felicitar a nuestros padres espirituales en nuestras parroquias, nuestros queridos sacerdotes, quienes dedican su tiempo a nosotros y además ellos también necesitan de nuestro estímulo y aprecio.

¡Felicidades papás! Ustedes nos sostienen.

Aprovecho para agradecer a todos los hombres, padres, abuelos, hijos y familias enteras por su apoyo económico a nuestro apostolado, pues soy perfectamente consciente de que el dinero se gana con mucho esfuerzo y sacrificio y a veces se hace difícil contribuir para la obra de Dios, pero cuando ustedes toman la decisión de hacerlo, es el mismo Dios quien les da las gracias y ustedes reciben abundantes bendiciones.

Los invito a ser generosos pues, finalmente, nuestro Padre Dios, lo sabemos, no se queda nunca con nada y les regresará el ciento por uno.

Que nuestro Señor y Dios bendigan a todos los padres de familia en su día y que Santa María de Guadalupe tome todas sus peticiones para presentarlas a su amado Hijo.
 

 

Noel Díaz

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