EL QUE DA, NO SE QUEDARÁ SIN RECOMPENSA

 

Cada vez que vemos imágenes de niños en la pobreza con muy poca nutrición y más grave aún, los que van a morir por falta de alimentos; los que somos padres nos conmovemos y pensamos, ¿y si fuera una hija o hijo mío? Qué dolor será para los padres ver a sus hijos morir y sin poder hacer mucho por ellos, porque no tienen los recursos. Al ver esto, nos duele en el corazón y si podemos hacer llegar una ayuda es por ese dolor tan profundo. La Madre Teresa de Calcuta decía: «¡Da hasta que te duela!» En otras palabras, da de corazón y con amor, aunque sea un sacrificio para ti. Nada en la vida es fácil y más cuando se trata de despojarnos de lo que nos da seguridad y satisfacción.

Quiero que veamos estas imágenes con los ojos de la fe. Porque cuántos millones de personas hay que sí tienen para comer bien y donde vivir, pero espiritualmente se están muriendo o aún peor, están muertos en vida. Dijo el poeta Rubén Darío: «No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría; ¡muertos son los que tienen muerta el alma y aún viven todavía!».

Esta es para mí una realidad y lo que me duele más, es que la mayoría de las personas que ven a alguien que no se está muriendo de hambre no les conmueve el corazón, y solo se conmueven sí se está muriendo de hambre. ¡Nos debe conmover igual! Piensa que hay millones de personas que, viviendo en la pobreza material, tienen la vida abundante que Jesús les ha ofrecido, incluso en medio de la carencia de alimentos. Una persona plena aun en medio de la necesidad ya está en camino de salvación, mientras que la persona que aparentemente no se le ve que le falta algo material, sino tiene a Dios, está en camino de muerte. Jesús lo declaró en diferentes momentos al advertir que: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo perdido.» (cf. Lc 19, 10) o sea, por los pecadores en camino de muerte. 

Hoy a usted que lee esta carta, le pido a Dios Padre le bendiga y provea en sus necesidades, especialmente por la más importante, le pido para que Jesús aumente su fe. Porque donde hay fe, hay esperanza y amor ¡y donde hay fe, esperanza y caridad no faltará nada! Hoy puedo ver una multitud de almas perdidas y le pido a diario al Señor nos de sabiduría y así podamos, como sus hijos, ayudarle para que se salven millones de almas. En mi caso, podría estar ya muy satisfecho por el alcance que hemos logrado y por haber sido testigos de la salvación de miles de almas; sin embargo, me duele saber que todavía hay millones a quienes aún no logramos llegar debido a la parte material.

Imaginemos que tenemos 50 galones de leche y con ellos podemos alimentar a 200 personas en un día. De cierto nos daría mucho gusto ver a esas 200 personas recibir la leche, aunque solo sea por ese día. Pero ahora imagínense que hay mil esperando por su leche y solo a 200 pudimos darles; significa que 800 se quedaron sin nada. Pues yo hoy pido a Dios nos conceda ver con ojos espirituales y con gran celo la necesidad espiritual en el mundo y que no nos sintamos satisfechos por proveer ayuda solo a un pequeño número, cuando son millones los que se están perdiendo.

Tú y yo podemos hacer la diferencia si de veras amamos a Dios. Por eso este mes haremos una campaña como nunca antes la habíamos hecho. Es una inspiración divina porque me da la certeza de que Sí se Puede ayudar para la salvación de las almas con un granito de arena que cada uno de nosotros aporte. En esta Jornada exhortaremos a que, si aún no siembran su semilla, se puedan unir como sembradores con solo 20 dólares (o 300 pesos mexicanos) cada mes. Claro está que, si tus posibilidades económicas te permiten dar un poco más, ¡adelante! Estoy convencido de que:«A siembra mezquina cosecha mezquina, a siembra generosa cosecha generosa.» (2 Cor 9,6) y yo mismo he comprobado que ¡a Dios, nadie le gana en generosidad!

Como lo he dicho antes, soy un voluntario más de este apostolado. Vengo sirviendo por casi 40 años y no he pedido ni gano ninguna remuneración por mis años de servicio; al contrario, Dios también me permite aportar económicamente a la obra gracias a mi trabajo y he practicado desde hace mucho la enseñanza del Antiguo Testamento sobre el diezmo, que ciertamente la Iglesia Católica no obliga a dar esa décima parte de las bendiciones fruto de nuestro trabajo, sin embargo, muchos obispos y sacerdotes si promueven en sus Diócesis la práctica de la generosidad al dar el diezmo, no como obligación sino, como un modelo de mostrar nuestra gratitud a Dios por todo lo que recibimos de él.

Desde mi conversión a Cristo decidí, hasta el día de hoy, poner en práctica este modelo de gratitud y doy testimonio que desde entonces no me ha faltado nada; al contrario, he visto cumplirse una y otra vez la promesa de Jesús: «Quien dé a beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su condición de discípulo, les aseguro que no quedará sin recompensa.» (cf. Mt 10, 42) y va más allá cuando dice que «recibirá el 100 por uno». Recuerdo bien que un día le dije a un amigo que pasaba muy seguido por problemas económicos: «mira, yo creo que mientras no seas generoso y agradecido con lo que recibes siempre te faltará dinero para vivir. Imagínate que alguien te regala 100 naranjas y de todas ¿no te atreves a regalar 10 a alguien que las necesite? Si te apoderas de todas, ¡a eso se le llama egoísmo! También se puede tratar de avaricia y una vida vivida en egoísmo y avaricia ¡desde luego que no es sana ni libre!

Un corazón agradecido reconoce que todo lo que recibe es de parte de Dios Padre y si damos una pequeña porción Dios la usa para prevenirnos de la muerte por el pecado de la avaricia y la ingratitud. Jesús nos presenta a una mujer viuda que dio unas moneditas en el templo y otros dieron mucho más, pero Jesús dice que ella había dado más porque dio lo único que le quedaba, es decir, que dio el 100 por ciento de lo que tenía confiada totalmente por su fe, en la providencia del Padre. 

Nunca antes me había expresado de esta manera sobre la generosidad y la gratitud, pero lo hice esta vez porque sentí que, si no lo comparto así, muchos seguirán sufriendo de la escasez y sin que nunca les alcance para vivir dignamente. Cuando vamos a misa, ya todos sabemos que cuando pasan la canasta antes se daba solo unas monedas, hoy es muy común el dólar, pero pienso que debemos ser más generosos en nuestras comunidades y con las obras de Dios. Nos perdemos de las magníficas promesas de Dios como la que nos hace por medio del profeta Malaquías en el capítulo 3, versículos 10 y 11:

«Traigan íntegros los diezmos al tesoro del templo para que haya sustento en mi templo. Hagan la prueba conmigo —dice el Señor Todopoderoso— y verán cómo les abro las compuertas del cielo y derrocho sobre ustedes bendiciones en abundancia. Alejaré la langosta para que no les destruya la cosecha del campo ni les despoje los viñedos de los campos —dice el Señor Todopoderoso.»

¡Wow! Ahora si, como dice Jesús, «¡el que tenga oídos, que oiga!»

Te recuerdo que esto lo hacemos pensando en esos millones de almas perdidas que debemos alcanzar y que se corre el riesgo de que algunos de los medios con los que hoy contamos, si no se pueden sostener con la ayuda de quienes los ven en su canal de tv o escuchan por la radio los tengamos que cerrar por falta de apoyo. Ni mucho menos podremos abrir otros medios donde quisiéramos alcanzar más almas al no contar con la generosidad y la gratitud de los radioescuchas y televidentes.

No lo olvides: «A siembra mezquina cosecha mezquina, a siembra generosa cosecha generosa.» (2 Cor 9,6)

Te invito a que te unas a esta campaña que realizaremos este mes. Hay 3 posibilidades de ayudar: 1. Si por alguna razón has dejado de dar la semilla y ahora puedes reactivarte para que sigamos contando con tu aporte, llámanos al (773) 777-7773 y reactiva tu cuenta y tus datos. Si puedes con solo $20 dólares por mes, ($300 pesos MX) ¡hazlo hoy mismo! Si eres un Sembrador activo, y quisieras aumentar tu donativo mensual un poco más, te invito a que así lo hagas. Y la tercera opción es que invites, motives a algún familiar o conocido a que se una y se convierta en un Sembrador para que también esa persona goce de la alegría que hay en obrar con generosidad y reciba las bendiciones de Dios para su vida y su familia. Si necesitas más información llámanos al (773) 777-7773. De antemano muchas gracias a todos los que ya son y a los que serán Sembradores de Jesús con María.

Oro por ustedes y sus familias, para que nunca les falte la bendición de Dios y para que su Divina Providencia les sobreabunde con toda clase de beneficios y gracias físicas, materiales y espirituales. ¡Shalom!

Agradecido de todo corazón,

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