El Papa Francisco en varias ocasiones y con mucho entusiasmo, nos ha invitado a unirnos en una “Revolución de la Ternura”. En esta carta del mes, trataré de presentar algunos recursos que pueden permitirnos acercarnos a esta propuesta del Papa Francisco desde sus propias palabras, principalmente, ahora que finalizó el Año Extraordinario de la Misericordia. Los comparto con la intención de que puedan ser una fuente para reflexionar y responder, de forma individual y en comunidad, a esta propuesta del Pontífice. La palabra “ternura” ha acompañado al Papa Francisco desde la inauguración de su pontificado, lo cual podemos verificar con solo leer su homilía inaugural del 19 de marzo de 2013, en la que mencionó: “No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.”
 

La invitación a la “Revolución de la Ternura” aparece en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio), del 26 de noviembre de 2013, la cual dice: «88. El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual. Muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio. Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.»

Cuando leemos con detenimiento el Nuevo Testamento, podemos observar que en el tiempo de la llegada de Jesús, el pueblo judío, anhelaba, soñaba y buscaba la libertad que entonces no tenían. Así como había sucedido en tiempos anteriores, el pueblo esperaba la llegada de un caudillo, un líder, un David, que viniera a revolucionar al país que estaba sometido al yugo de los romanos. De hecho, el pueblo judío esperaba el Mesías que vendría a liberarlos de sus enemigos. Todos estaban atentos y esperaban que sucediera un cambio violento, al estilo de las revoluciones que siempre ocasionan cambios violentos en toda institución social, política o religiosa. Jesucristo, el Mesías llegó, silenciosamente y en paz, para hacer una revolución diferente e inesperada. Jesús, el Mesías fue enviado para encabezar la revolución de la ternura de Dios. Nos describe San Mateo en su evangelio, que Jesucristo, al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor (Mateo 9, 36). El amor, la compasión, su interés por todos y cada uno de los miembros de las multitudes, inmediatamente identificó a Jesús como el Mesías. Aquellas personas acudieron en búsqueda de Jesucristo porque sus necesidades no eran solamente materiales o físicas, sino también espirituales. Necesitaban sanar sus corazones. Eran personas que vivían sin esperanza, llenas de odio y de rencor por la situación en que vivían, casi en esclavitud. Jesucristo llegó ofreciendo el amor de Dios, su compasión y perdón, sabiendo que el amor es la mejor opción para transformar y sanar un corazón. Hoy, sabemos que el perdón de Dios es sanador, y lo tenemos a nuestro alcance en el sacramento de la reconciliación. La compasión de igual manera nos sana y de esa manera el pueblo judío comprendió que Jesucristo había llegado a establecer la revolución de la ternura, cambiando corazones de piedra por corazones de carne.  

Bien sabemos que lo contrario de la ternura y el amor son el egoísmo, el odio, el rencor, la venganza, etc. Considero que esas son las razones por las que el Papa Francisco está continuamente invitándonos a hacer la revolución de la ternura y a salir de nuestras cuevas para encontrarnos con aquellos que necesitan de una palabra de amor y de esperanza, de un abrazo, de alguna ayuda que cubra sus pequeñas necesidades. Una manera amorosa de cambiar el mundo de hoy. Estamos viviendo tiempos difíciles, de violencia, guerras y muchas injusticias, no solamente a nivel de gobiernos, sino también de instituciones y en las familias., donde también hay guerras, divisiones e incluso odios y rencores que es necesario reparar de manera urgente, pero para ello es necesario dejar que sea nuestro Señor Jesucristo quien venga a reinar en nuestros corazones y familias. Jesucristo es la solución ante cualquier futuro gris e incierto. Jesús es nuestra esperanza.

A propósito de lo dicho anteriormente, recuerdo el caso de un hombre que me contó que había dejado el alcoholismo, gracias a un mensaje que yo había dado en la parroquia Santo Tomás y que tiempo atrás estuvo asistiendo al grupo de Alcohólicos Anónimos AA. Un día de reunión, asistió un hombre a dar su testimonio, el cual lo conmovió enormemente. Él me narró la historia de la siguiente manera: este hombre vivía con el vicio del alcohol. En una de tantas ocasiones, estaba bebiendo con sus amigos en el jardín de su casa y uno de sus hijos pasó corriendo y sin querer, quebró la botella de licor. El papá, ebrio y furioso por la acción de su hijito, tomó parte de la botella en su mano y se fue corriendo detrás del niño de 7 a 8 años de edad y cuando lo alcanzó, hizo cierto movimiento desafortunado e hirió la pequeña mano de su hijo. La herida no pudo sanar y tras una larga hospitalización, hubo necesidad de cortar la mano del niño para salvar su vida. Aquel padre tuvo que enfrentar a las autoridades y pagar por el crimen cometido. Pasado el tiempo, este padre, equivocadamente se quiso refugiar en el alcohol, con el fin de querer olvidar lo que le había hecho a su hijo. Pasaron los años y el niño había crecido con mucho resentimiento y dolor en su corazón por lo ocurrido. El padre, culpable de la desgracia, se alejó de su familia. Un día, tocaron la puerta de la casa del padre y para su sorpresa, era su hijo, aquel pequeño que ahora convertido en hombre, sin mano, le dijo en voz alta: ¡Papá, aquí está la botella de licor que le quebré, ahora usted devuélvame mi mano! El papá, impresionado por la acción de su hijo y quien aún era un alcohólico, no pudo contener su dolor y su sufrimiento e inmediatamente se puso a llorar, suplicando el perdón de Dios y de su hijo.

A partir de aquel momento y experiencia, el padre abandonó su adicción y con toda pena y dolor en su corazón, se dedica a dar testimonio de su falta en los grupos de Alcohólicos Anónimos, con el fin de que la gente comprenda cuál es el camino de su propia resurrección, evitando cometer faltas que causan arrepentimiento y que son irreparables. Solamente es posible alcanzarlo con el poder de Jesucristo. Amigos, es el momento de unirnos con fe y con amor y luchar pacíficamente por establecer la Revolución de la Ternura impulsada por su Santidad el Papa Francisco. Tenemos la oportunidad especial de comenzar la revolución con las parejas y los matrimonios para que nuestras familias vivan en la ternura del amor, estimulando nuestros corazones con la presencia del Espíritu Santo. Es mi deseo invitar a toda pareja, matrimonio, madres y padres solteros a asistir a nuestro primer evento de 2017. Este año estamos iniciando nuestros eventos enfocados en la familia, porque son los padres la base del hogar, la armonía de la familia y modelo de sus hijos. Participar de este evento, será participar de la Revolución de la Ternura ofrecida por el Papa Francisco, pues recibiremos el amor incondicional y misericordioso de Nuestro Señor Jesucristo y de Santa María de Guadalupe.

Aprovecho la ocasión para dejar constancia de mi gratitud y agradecimiento por su generosidad, por su deseo de ofrendar, por sus semillas, ya que si no fuera por su gran ayuda económica, no podríamos llegar a tantas almas como lo estamos haciendo, el propósito para este nuevo año es llegar a muchas más, pues estamos firmemente propuestos a entrar a lugares en donde no existen medios de evangelización y por eso amablemente le pido que considere hacer todo lo que esté a su alcance para seguir apoyándonos con su donación. El Papa Francisco quiere una Iglesia de puertas abiertas y llena de ternura y esa Iglesia somos nosotros. Por ello es necesario abrir las puertas de nuestro corazón para compartir con los que están afuera, para que entren a comer y participar del banquete del Señor.


Atentamente en el amor de Jesucristo y Santa María de Guadalupe, deseo que el “Día 
del Amor y la Amistad”, sea la celebración de la ternura que nos propone el Santo Padre.
Noel Díaz

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