Carta del mes

 

 

LA EUCARISTÍA, MINISTERIO Y VIDA PARA TODOS NOSOTROS

 

Quiero pensar que todos los que creemos en Jesús, hemos tenido una experiencia sobrenatural o espiritual con Dios que nos ha marcado la vida, es decir, la propia historia personal.

Quienes estamos convencidos de que Dios existe, y sentimos en nuestro corazón que Él está vivo, podemos palpar claramente su presencia en nuestra vida, cómo se ha manifestado en diferentes circunstancias y momentos. Por ello, hoy quiero hacer énfasis en el Sacramento de Sacramentos: La Eucaristía.

Al momento en que el sacerdote eleva el Pan y Vino y los convierte, con las palabras de la Consagración, en el Cuerpo y Sangre de Cristo, sin duda experimentamos algo especial: ¡Estamos viendo a Jesús mismo! A veces nuestro entendimiento que es limitado no lo puede comprender con la sola razón, por ello es un Misterio, pero con los ojos de la fe lo sabemos claramente.

Gracias a la Eucaristía no he perdido mi fe

Cuando era joven y estaba por tomar decisiones importantes en mi vida como casarme y formar una familia, tenía muchas dudas respecto a mi fe, o simplemente dejaba pasar la vida espiritual como algo más. Era un católico de nombre, que realmente no respondía a las exigencias de mi fe.

Poco después tuve muchas inquietudes gracias a que un amigo muy cercano entró en una iglesia cristiana y se veía que realmente había cambiado su vida. Comencé a desear eso también, llevar una vida más cercana a Dios. Eso me llevó a graves cuestionamientos acerca de mi religión, del testimonio de fe de los católicos que a veces fallamos demasiado, al contrario de nuestros hermanos de otras denominaciones.

Entonces, comencé a estudiar más constantemente las Sagradas Escrituras, a hacer mucha reflexión y a orar. Entendí algo fundamental al acércame a la Eucaristía. No solo sabemos por la Biblia que es algo que Jesús nos dejó, no es solo un símbolo de su presencia ¡Es Él mismo! ¡Él está ahí!

En cada celebración eucarística podemos escuchar las palabras contenidas en el Evangelio al momento de la Consagración, son las mismas palabras de Cristo las que dice el sacerdote y por ese poder que Él les dejó, pueden transformar lo que era pan, lo que era vino, en su cuerpo y sangre.

Así pues, de todas las dudas que podía tener con respecto a mi fe, a mi religión, cuando llegaba el momento de estudiar y analizar el aspecto eucarístico, todo se desvaneció. Recordé aquella experiencia a los siete años al momento de recibir mi Primera Comunión, lo que yo mismo experimentaba al recibirlo durante la Misa, y fue gracias a la Eucaristía que yo no dejé la Iglesia de Católica.

Las otras dudas que pudiera tener de mi fe, sabía que tarde o temprano, con estudio y oración podría llegar a comprender, pero nunca dudé que el Sacramento de la Eucaristía era algo grande y de ella me sostuve para nunca más desear alejarme de mi Iglesia.

Deja que Jesús Eucaristía te sane

Hay muchos pasajes bíblicos en que Jesús aclara su presencia real en la Eucaristía. Quiero compartirles este breve relato del Evangelio de Juan, donde vemos a Nuestro Señor hablar con claridad de este tema: «Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida: el que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed». (Jn 6,35).

Antes de esto, Jesús ya había manifestado constantemente que Él era el Hijo de Dios, pero la gente seguía pidiendo pruebas, quería certezas. Por eso Él afirma ser el pan de vida, “nunca van a tener hambre a mi lado, conmigo tendrán vida”.

Recordemos que, en la Antigua Alianza, para expiar los pecados personales y de la comunidad, se ofrecían a Dios animales en sacrificio. Tenían que ser animales sin defectos, sin mancha. Así pues, dice la Escritura, Jesús es el Cordero sin mancha, sin defecto, que se ofrece por nosotros y se queda para siempre.

De igual forma es Jesús quien nos sana y salva, cada vez que participamos de la Santa Misa recibimos sanación, es por ello que quiero exhortarles en que aprovechemos este gran regalo y asistamos a la Eucaristía con toda fe y devoción. Ve y allí deposita tus aflicciones, tus dudas, miedos e incertidumbres; todo tu dolor y tu pena. Él, que está allí verdaderamente presente, te sanará.

A veces pienso que muchos católicos debemos revalorar este sacramento. No sabemos o no somos conscientes de que, a quien recibimos al comulgar es a Jesús y del verdadero milagro que esto significa, por lo que desaprovechamos completamente lo que Él puede ofrecernos.

Una oportunidad de agradecer y orar

Quiero aprovechar este momento para pedirles que oren también por los sacerdotes. Gracias a ellos, a su sí, su respuesta generosa, es que podemos recibir tan grande sacramento. Es entendible que ellos sean personas muy tentadas por el maligno, que solo desea hacerlos caer, porque ellos son el medio por el que Cristo se manifiesta abiertamente a su Iglesia y nos regala grandes dones, sanación y felicidad.

Por eso debemos comprenderlos, orar y acercarnos con amor a ellos. Ocuparnos y preocuparnos de su felicidad y estabilidad.

En estos momentos que debemos ser agradecidos, también quiero agradecerles las oraciones por nuestro apostolado. Gracias a ustedes es que podemos contar con tantos medios a los que llevamos cada día mensajes de esperanza y, especialmente, la Eucaristía, el alimento del alma, especialmente para aquellas personas que no pueden recibirlo de manera física por el motivo que sea.

Gracias porque con su oración y donación haces posible que la Palabra de Dios, el amor a la Eucaristía y la reflexión en la oración pueden ser accesibles a miles de personas. ¡Dios te multiplique todo lo que das de corazón!

Que la Santísima Virgen de Guadalupe les cubra con su manto maternal y Jesucristo Eucaristía recompense toda su generosidad.

 


 

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