¡Dios nunca deja de sorprendernos!

 

Hace algunas semanas, fui a la comunidad de Santo Tomás, para participar en una reunión de servidores. Generalmente cuando llego al lugar, lo primero que hago es pasar unos minutos ante el Sagrario y orar con el Señor Jesús. Estaba de rodillas y con los ojos cerrados y pude sentir la cercanía de alguien, sin embargo, continué en oración. Cuando abrí los ojos me di cuenta de que a mi lado estaba un niño de unos 4 a 5 años, esperando a que yo abriera los ojos para verlo.

En silencio, sin mediar palabra alguna, nos vimos el uno al otro y sonriendo le abracé y él me correspondió; por breves momentos nos encontramos con el mismo sentimiento de amor el uno hacia el otro. No le pregunté su nombre, pues todo el momento fue silencioso y hasta el día de hoy desconozco quién es y cómo se llama, no obstante me imagino que es hijo de alguno de los miembros de la comunidad porque el niño me mostró mucha confianza, como si me hubiera conocido de antes.

Todo ésto pareciera una experiencia normal de la vida, sin embargo, pasado el momento, me detuve a meditar sobre esta breve experiencia y con detenimiento pensé en lo que sentí y experimenté en el momento del inocente abrazo. Entonces me sorprendí conmigo mismo, pues me imaginé que fue el mismo Jesucristo quien por un momento salió del Sagrario para venir a abrazarme. Que hermoso sentí en lo profundo de mi ser, con el sólo hecho de pensar que el Señor se había convertido en ese niño, que con su inocencia, su silencio y sólo su sonrisa, me dijo mucho más que mil palabras. Si con una sola expresión debiera definir ese bendito momento que les describo, no dudaría en solamente decir: ¡Dios me sorprendió!

Hace unas pocas semanas, tuve la oportunidad de conversar con una joven persona que según me dijo, unos 15 años atrás había asistido a un congreso de hombres y a partir de allí tomo la decisión de servir en nuestro apostolado; posteriormente decidió, plenamente convencido de su vocación, ir mar adentro y fue al seminario. ¡Quién iba a pensar que los años pasarían tan rápido y que en esta conversación con Armando Hernández, por su propia persona, pude enterarme que es Diacono y que el próximo mes será ordenado sacerdote! іGloria a Dios!

Armando me hizo recordar un suceso del pasado, que sinceramente no recordaba, y es el hecho de que en una carta mensual, como ésta, les manifesté el deseo que Armando Hernández, tenía de ser sacerdote. Sorprendentemente él tenía una copia de esta carta. Cuando la tuve en mis manos y la leí, les confieso que no sólo me emocioné sino que me conmovió el hecho de haber escrito en el año 2001, lo que ahora es toda una realidad a los ojos del Señor.

En aquella carta mensual del mes de Agosto de 2001, hay una parte especial que se refiere a este joven, Armando Hernández, que copio literalmente y dice: “Un día viernes después de que terminé de predicar, se me acercó un joven (que por cierto hacía tiempo no le veía) y me dijo: Noel, vengo a agradecerte y pedir tus oraciones porque ya estoy en el seminario. Al escuchar esta noticia me causó mucha alegría por el hecho de que fui testigo del inicio de este joven hacia el camino del Señor. Recuerdo que en una ocasión, estando a unos días de celebrar el día de Acción de Gracias, me regaló un plato de porcelana con un dibujo y unas palabras muy bonitas de agradecimiento que él había hecho con sus propias manos. Cuando lo llevó a casa le gustó mucho a Sara mi esposa y el plato fue colocado en un lugar especial de la cocina. Recuerdo que Sara dijo: −Este joven tiene talento− Después de un tiempo él se incorporó al ministerio y comenzó a servir, siempre que lo veía, observaba en él una entrega y fidelidad al Señor. Una cosa curiosa es que cuando veía el plato en la cocina, me preguntaba: ¿Qué habrá pasado con este joven?, Ahora cuando veo el plato ya no pienso que habrá pasado con él, sino que hoy pienso, que esas manos que hicieron y levantaron ese plato, un día con la ayuda de Dios estarán levantando el Cuerpo de Jesucristo en la Eucaristía. іÉstas son buenas noticias que me llenan de fe y esperanza!”  Mis apreciados hermanos, hoy Dios viene a sorprenderme una vez más, pues aquellas palabras escritas hace 15 años, se convierten en una realidad, pues este joven se ordenará sacerdote y sus manos levantarán el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el Sacramento Eucarístico. Amén.

No cabe la menor duda que Dios nos utiliza como instrumentos para que todas las personas puedan reflexionar y encuentren el verdadero camino para llegar a Jesús y entreguen su vida a él, y algunos, como el caso de Armando Hernández, decidan consagrar su vida sacramentalmente a Jesús. Nuestro apostolado ha sembrado a lo largo de los años y afortunadamente hemos visto buena parte de la cosecha, sin embargo, aún falta mucho por sembrar y mucho por cosechar. El Señor Jesús nos dice en su evangelio: «El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un terreno. Un hombre encuentra el tesoro, y lo vuelve a esconder allí mismo; lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene, y compra ese terreno.» (Mateo 13, 44). Hermanos, todo aquel que ha encontrado a Jesucristo, ha encontrado la vida, la verdadera vida.

No hace mucho tiempo, estuve compartiendo un mensaje en una comunidad de San Diego y durante el desarrollo del tema, dije algo que después me causó una gran sorpresa el haberlo dicho. Resulta que durante la exposición del tema hice la siguiente pregunta: “Si alguno de ustedes aquí presente, tuviese la solución, el remedio para curar el cáncer; ¿Que haría sabiendo que hay miles de personas padeciendo con esta enfermedad? ¿Se quedarían tranquilos con el remedio y la solución sin hacer nada? ¿Serían indiferentes al dolor de los que sufren?” Y luego agregué: “lo más probable es que todos respondan que serían incapaces de quedarse con los brazos cruzados, teniendo la solución en sus manos”.

Y ahora que comparto esta experiencia con ustedes, les puedo decir abiertamente que es importante darnos cuenta de que actualmente hay miles de personas sufriendo de cáncer del alma, cáncer de la oscuridad, de la tristeza, la soledad, del abandono, del odio, del rencor, y también de las adicciones, y muchos de nosotros hemos descubierto el gran tesoro que es Cristo, el gran remedio y solución a todos nuestros problemas y enfermedades. Jesús es el gran remedio que cura y sana todo tipo de enfermedades y de eso damos testimonio, sin embargo, también es cierto que una vez obtenida la solución y contar con el remedio que sana, permanecemos muy cómodos e indiferentes a proclamar al mundo entero quién es la solución.

Es tiempo de reflexionar y tomar acción como buenos cristianos católicos e hijos de Dios, SALIR para proclamar a todos los enfermos que hay en el mundo, que paren de sufrir dolencias y carencias, porque ha llegado el tiempo de la salvación y de la sanación y que hay que alegrarse porque CRISTO ES LA SOLUCIÓN, ÉL ES EL REMEDIO DE TODO MAL Y ENFERMEDAD.

Hoy repetí lo que les dije en la carta del mes pasado: es necesario que todos aquellos que recibimos el beneficio de Jesucristo en nuestra vida, nos convirtamos en instrumentos de transformación, porque Dios nos sigue preguntando: ¿En dónde ésta tu hermano? Con éstas dos experiencias compartidas, quisiera invitarlos a que tomemos consciencia de que Dios nos sorprende siempre y en todo momento.

Si tú y yo dejamos que la luz de Cristo permanezca viva en nosotros, entonces irradiaremos su luz y podremos ver a Dios en cada detalle de la vida y seremos capaces de experimentar su abrazo de una forma única. Es por ello que hoy quiero invitarte a que descubras a Dios y veas su manifestación en las cosas más sencillas y simples de la vida.

Estoy seguro de que en el pasado Congreso de Católicos Unidos en la Fe, muchas personas de ustedes fueron sorprendidas por el amor de Jesús. Ahora, por fe, podemos proclamar con toda certeza: іSÓLO DIOS BASTA!

Por último, no me queda más que volver a darle gracias a Dios por cada uno de ustedes que ha tomado la decisión de unirse a nuestro apostolado, con el propósito de hacer la diferencia en este mundo que tanto necesita del amor de Dios, aportando y contribuyendo con sus oraciones y sus ofrendas para poder llevar diariamente el mensaje misericordioso del Señor a todo el mundo a donde alcanzamos llegar con nuestros medios de comunicación social de la radio, televisión, internet y cualquier medio cibernético a nuestro alcance.

También deseo agradecer enormemente a todos aquellas personas que se han unido a nosotros por medio de sus donaciones y aportaciones, para lograr la compra de las  estaciones de radio de Los Ángeles y San Diego; a todos los misioneros y sembradores, quienes son el motor de ayuda que mantiene en movimiento la buena siembra que Dios agradece porque sirve para extender su reino.

Mil gracias a todos ustedes mis fieles amigos y hermanos en Cristo Jesús. Les prometo que seguiremos haciendo lo máximo para mostrar fehacientemente, que sus ofrendas siguen siendo invertidas para seguir salvando almas necesitadas de la presencia de Jesús en sus corazones y para llevar alivio a todos los necesitados de la misericordia del Señor.


 

Atentamente en el amor de Jesucristo y de Santa María de Guadalupe, y pidiendo al Espíritu Santo que manifieste su gracia en todos y cada uno de ustedes.
 

Noel Díaz

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