URGE QUE CRISTO REINE

 

Hace algunas semanas, en la liturgia del día, se leyó el texto de Ezequiel 1-14. En este pasaje se describe al profeta mirando unos huesos secos. Esta lectura la considero muy apropiada para el tiempo que vivimos. Debemos comprender que, así como en ese tiempo Dios le habló a un pueblo que se encontraba devastado y cansado, fue obligado a vivir fuera de su propia tierra y que había perdido la esperanza, Dios es capaz de hablarnos a nosotros hoy en día, a través de la Escritura.

Veamos lo que nos dice la santa Biblia:
«La mano de Yahveh fue sobre mí y, por su espíritu, Yahveh me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos. Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy numerosos por el suelo de la vega, y estaban completamente secos. Me dijo: “Hijo de hombre, ¿podrán vivir estos huesos?” Yo dije: “Señor Yahveh, tú lo sabes”. Entonces me dijo: “Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos secos, escuchad la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a estos huesos: He aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis. Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu y viviréis; y sabréis que yo soy Yahveh”.

Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se juntaron unos con otros. Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne salía y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos. Él me dijo: “Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor Yahveh: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan”. 

Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se incorporaron sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército. Entonces me dijo: “Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros. Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh”». (Ezequiel 37. 1-14) (Biblia de Jerusalén).

Como podemos observar en la lectura, Dios le hace ver al profeta, tal como si fuera una radiografía, la condición espiritual de su pueblo. Los huesos estaban completamente secos; esto representa muerte, aunque en realidad ellos no estaban muertos físicamente, si se encontraban sin esperanza y quien no tiene esperanza manifiesta una gran falta de fe y una condición espiritual en crisis, una muerte espiritual.

Ahora bien, ¿cuál es la condición espiritual del pueblo de Dios hoy? ¿Será similar a la que vio Ezequiel? En verdad considero que la prueba que estamos viviendo con esta pandemia encontró a un pueblo que no estábamos preparados para hacerle frente a la situación.

Esto ha traído grandes desafíos, ha tocado fibras muy profundas de nuestro ser y nos ha provocado grandes desequilibrios e inestabilidades. Creo que muchos nos hemos preguntado: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy?

Muchas personas solo pueden ver esta situación de una manera negativa, yo creo, sin embargo, que todos los acontecimientos nos han servido para conocernos en lo profundo y debemos ver la parte positiva; ahora sabemos con certeza en quién hemos puesto nuestra confianza; el futuro de nuestra vida y el de nuestras familias.

Muchas personas han descubierto que sus huesos estaban secos y que solo el soplo de Dios podrá darles vida y otros han perdido la esperanza, han caído en una tristeza tan profunda que les ha llevado a tener pensamientos y sentimientos encontrados, al grado de pensar que ya no quieren vivir; o tal vez están viviendo con mucho sufrimiento y angustia día a día, pues el temor ha secado sus huesos y no pueden ver la salida.

 

El Señor nos revitaliza y nos da esperanza

Mis apreciados amigos y hermanos en Cristo, apliquemos la Palabra de Dios a nuestra vida. Dios, con su infinita misericordia, ve y conoce nuestra condición actual y quiere llenarnos de su espíritu; sacarnos de la tumba de la oscuridad, del temor, del miedo, de la soledad, de la falta de fe y esperanza. 

Recordemos que, según el pasaje bíblico, Dios le comunicó al profeta la realidad de los huesos secos y le preguntó: ¿podrán vivir estos huesos? y él respondió: «Señor Yahveh, tú lo sabes». La respuesta de Ezequiel indica que él sabía que para Dios no hay nada imposible. Sabía perfectamente lo que Dios haría. 

Yo he hablado muchas veces sobre el tema de los huesos secos, pero cada vez que vuelvo a hacerlo, Dios me hace ver cosas que antes no había comprendido. Eso es lo hermoso de las Sagradas Escrituras. Considero que en esta visión Dios está mostrando su gran misericordia, su compasión, su bondad y sobre todo su amor al pueblo que ha sufrido mucho. Él lo hace porque, como Padre, también él sufre por sus hijos. Así es como Dios nos mira a ti y a mí, como sus queridos hijos.

Ezequiel fue obediente a Dios como se lo había indicado Yahvé, hizo tres profecías:
1. Revivirá sus cuerpos poniéndoles carne (físicamente).
2. Les infundirá espíritu, es decir, les dará alma.
3. Les abrirá las tumbas para devolverles la esperanza que ya habían perdido. Les prometió llevarlos a su tierra, lo cual significa, darles plenitud, paz, alegría, abundancia, inclusive la vida eterna.

Vale recordar que, en aquel tiempo, el pueblo de Israel se encontraba en el destierro. Vivían bajo el yugo de los babilonios, por lo que tenían razones suficientes para estar tristes y agobiados.

Siglos después se repitió la historia para el pueblo de Dios. Ya no en el destierro, pero sí sometidos a otro pueblo: Roma. No gozaban de plena libertad. Pero Dios, nuestro Padre, cumplió su promesa y envió al Mesías, al Ungido, su Hijo Jesucristo, quien fue concebido por obra del Espíritu Santo en el vientre inmaculado de una doncella de Nazaret, la Virgen María.

Llegó el tiempo en que Jesús comienza su misión. Nos dice la Escritura que, estando en Nazaret, como era su costumbre, entró un sábado a la sinagoga y se puso de pie para leer las Escrituras. Le dieron el libro del profeta Isaías, y leyó el pasaje que dice: 

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de la salvación; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a liberar a los oprimidos y a proclamar un año en el que el Señor concederá su gracia.»  (Lucas 4, 18-19).

Al terminar  de leer dijo con firmeza: “Este pasaje de la Escritura se ha cumplido hoy mismo”. Con la llegada del Hijo de Dios, el pueblo judío que se encontraba sometido al imperio romano y al mismo tiempo presionado por los sacerdotes, los maestros de la ley, escribas y fariseos, empezaron a escuchar las enseñanzas del Maestro y de nuevo se despertó en ellos la esperanza.

Recordemos que los evangelios nos revelan que Jesús se conmovía profundamente al ver las multitudes, que sintió compasión del pueblo porque estaban como ovejas sin pastor. (Mateo 9, 36).  En su caminar mesiánico, encontró también huesos secos; la visión de Ezequiel se hizo nuevamente presente, pues Jesús recorriendo los caminos de Israel encontró a multitud de personas quienes, teniendo vida, se encontraban, debido a la situación socio política y religiosa, deprimidos, tristes, abatidos. Eran personas muertas en vida.

La profecía de Isaías se había cumplido en todo sentido de la Palabra. Jesús dio vida a los muertos, vista a los ciegos (incluyendo los ciegos espirituales), plenitud a los prisioneros del pecado y a los poseídos por el demonio; liberó a los poseídos por el miedo y el temor al anunciarles la buena nueva de la salvación,  volviendo a despertar a hombres y mujeres a una nueva vida llena de esperanza.

Han pasado siglos y hoy nos encontramos en un nuevo valle de huesos secos. Basta con observar la situación en la que se encuentra el mundo. Contemplemos nuestra amada Iglesia y sus necesidades: estamos lastimados, pero no vencidos. Creemos y tenemos fe y esperanza en nuestro Señor y Salvador.

La buena noticia, en medio de esta pandemia, es que Dios Padre, a través de su Hijo, está levantando un ejército, como el que vio Ezequiel, y son todos aquellos quienes no han perdido la fe y la confianza y se han dejado seducir por la misericordia de Dios. Lo digo y lo afirmo porque soy testigo de que está sucediendo.

Frecuentemente escucho o leo testimonios de personas que se comunican con nosotros diciendo que estaban perdidos y sin deseos de vivir, pero que gracias a que Dios “me ha encontrado ha vuelto en mí el deseo de continuar con más fuerza y seguir viviendo con nuevas esperanzas”. Aquellos huesos secos han vuelto a la vida y un nuevo soplo del Espíritu les ha dado esperanza y fe. Nos sentimos halagados de que estas personas sean fervientes seguidores de las transmisiones televisadas y radiofónicas de ESNE.

 

Salgamos de nuestras tumbas

Usted y yo que somos bautizados, recibimos el Espíritu Santo y fuimos consagrados como profetas, reyes y sacerdotes. Hoy, a través de su Iglesia, Dios sigue hablando a su pueblo como una madre y nos quiere alimentar con los sacramentos para nunca perder la fe y la esperanza. Nosotros, hijos de Dios, hemos sido llamados por Jesús a llevar la buena noticia hasta los confines de la tierra. A nuestra Madre del Cielo, la Virgen María, le urge que Cristo reine, según palabras que dijera la Beata María Inés, fundadora de la comunidad de las Clarisas del Santísimo Sacramento.

Resuenan en el cielo las palabras dichas por el Padre en la cumbre del monte Tabor el día de la transfiguración de Jesús: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco. Escúchenlo.” (Mateo 17, 5) Escuchar a Jesús a través del Evangelio y de la oración, es el secreto a toda voz para salir de nuestras tumbas del confinamiento, para vivir con firmeza y sin temor, para estar preparados y alcanzar un día la vida eterna; vivir con Él por siempre: alabándole, adorándole y glorificándole en su presencia. En esto consiste la vida.

Nuestro apostolado, durante todos estos meses de pandemia, ha sufrido muchas consecuencias que nos han hecho tambalear, pero gracias a la misericordia de Dios y a la ayuda de todos ustedes, hemos podido continuar haciendo la obra que el Señor nos encomendó desde nuestra fundación.

Varios miembros del personal de ESNE fueron contagiados por el Covid-19 y lastimosamente algunos colaboradores de las comunidades de El Sembrador partieron a la Casa del Padre. Sin embargo, nunca bajamos la guardia y continuamos haciendo nuestro trabajo para alcanzar nuestra misión: «QUE NINGUNO SE PIERDA Y TODOS SE SALVEN».

Todas las duras pruebas que hemos pasado, afortunadamente, nos han robustecido y nos han hecho poner más pasión y entrega por las almas; nos han impulsado a hacer un mejor trabajo, aún en medio de tanta escasez. El Reino de Dios nunca está en crisis económica y por eso nos atrevemos a caminar con mucha fe.

Esa es la razón por la que nos atrevemos a comprar estaciones de radio, con el fin de llevar el Evangelio de Jesucristo a miles de personas más para que logren encontrar el camino de la salvación de sus almas. Mi sincero agradecimiento a quienes se están uniendo a esta visión.

Hace unos meses, anuncié que deseábamos comprar una estación de radio en el Estado de Utah. El pueblo respondió y estamos a punto de iniciar con transmisiones en la cuidad de Salt Lake City y ciudades cercanas. El Obispo de esta Diócesis, Mons. Oscar Solís, se ha mostrado muy contento y satisfecho. Asimismo la comunidad hispana, tan numerosa de aquel Estado, se nota contenta, pues nunca habían tenido la oportunidad de tener una estación católica local que transmita las 24 horas, durante los siete días de la semana, anunciando la buena noticia de Jesús. Toda la gloria y el honor sean para nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

Iniciamos una nueva Jornada

Estamos próximos a iniciar una nueva Jornada de recaudación de fondos (Teleradiotón), la cual llevará el lema: “URGE QUE CRISTO REINE”. Esperamos su colaboración voluntaria.

A ustedes que ya colaboran con la obra evangelizadora que realizamos, les quiero agradecer de todo corazón ya que a partir de ahora, no solo son sembradores, si no que son Sembradores de Jesús con María.

En esta ocasión vamos por otra estación en donde hay comunidades de hispanos con hambre de Dios, si está en sus posibilidades y aún tiene un trabajo, le pido su ayuda, no para mí, porque yo igual que muchos, tengo trabajo, gracias a Dios y si el Señor me da como no compartir  para Salvar Almas para Cristo. Como voluntario en ESNE, he aprendido y he creído en su Palabra; que quien da de corazón, Dios le multiplicará.

Permítanme hacerles un reto a quienes reciben esta carta, que será el milagro de la multiplicación y sé que no es posible para todos, pero los que podamos debemos hacerlo, aunque implique un gran esfuerzo. De los 12 meses del año vamos a pedir que 3 veces al año dupliquemos nuestra donación y esta ayuda extra será para seguir comprando más estaciones de Radio y nuevos lugares de expansión para la tv.

¡Le pido al Señor nos permita seguir escuchando mujeres y hombres decir: ¡Dios me rescató y me salvó de la muerte!!  para mi cada alma que se salva es una razón más para seguir evangelizando. Me apasiona el amor por todas las almas y por eso agradezco que el Apostolado El Sembrador pueda ser el medio para llevarlas a un ENCUENTRO con Jesús.

Te invito a ti, Sembrador de Jesús con María que, en este mes de octubre, en el tiempo de Jornada, si puedes duplicar tu ofrenda, no dudes en hacerlo que juntos veremos una vez más la gloria de Dios.

Ruego a Dios Padre y Jesucristo les guarde de todo peligro junto a su familia y que el abrazo de la Virgen María, con ternura materna, les lleve a su Hijo y, a través del Espíritu Santo, seamos victoriosos.
Así sea.

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