EN LAS TRIBULACIONES PUEDES CRECER EN LA FE, ¡SI CREES!
No hace mucho tiempo, muchos de ustedes se enteraron que me contagie con el Covid 19 desde que inició la pandemia a mí no me había llegado. Descubrí que Dios Padre nos permite encontrar tesoros aún en medio del desierto. Todos sabemos que este virus ha provocado millones de muertes en el mundo y millones de lágrimas en las familias que lo han sufrido.
En mi experiencia personal descubrí varias cosas que alimentaron mi alma, además de percatarme de que físicamente sí tiene sus efectos fuertes. En una ocasión al inicio de la pandemia escribí un post en mis redes sociales donde hacía una declaración sobre el Covid, en parte comenté que si llegara a contagiarme, lo primero que haría sería hacer lo correspondiente ante tal enfermedad; (cuidados/tratamiento) y por otra parte me confiaría a Jesús para que me sanara y ayudara a salir de esa situación si su perfecta voluntad así lo disponía, si no, que confiaría mi alma a Dios porque “ni la muerte nos separaría” (cf. Rom 8, 39) y aunque llegara el momento de partir a la casa del Padre, que se cumpliera entonces su Santa Voluntad.
Hoy, después de vivirlo, sigo pensando igual, y fue exactamente lo que hice durante los días que pasé por este contagio. Esto dice el Señor: “Miren que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notan? abriré un camino en el desierto, ríos en el arenal”. (Is 43, 19)
Estoy convencido de que cada sufrimiento que Dios permite, sirve como una radiografía que nos revela cómo estamos por dentro con respecto a nuestra fe y a nuestra forma de ver la vida. Se convierte en un examen para conocer quiénes somos realmente, nos confirma si tenemos o no bien cimentados nuestros valores, y si descubrimos que no, es muy fácil caer en la desilusión y en el temor. Uno de los tesoros que descubrimos durante la crisis es que nos facilita el poner las cosas en su lugar, en valorar lo que realmente es importante y reconocer cosas por las que no vale la pena sufrir y preocuparse.
Se valora más la vida y a las personas que debes amar, especialmente cuando esa crisis es una enfermedad. En lo personal no me gusta decir: “gracias Señor porque me enviaste esta enfermedad”, porque, aunque creo que Dios las permite, no nos envía la enfermedad. Él es un Dios Padre lleno de amor para sus hijos, sin embargo, las enfermedades, accidentes y la muerte misma son el resultado de vivir en un mundo imperfecto a consecuencia del primer pecado de nuestros primeros padres Adan y Eva.
De ahí que a todos nos pueden pasar cosas inesperadas, tanto a los buenos como a los malos. La diferencia radica en si tienes o no una relación con Dios y en la manera cómo percibes a Jesús, como una persona real o tan solo una figura lejana, esto define si enfrentas tu situación solo(a) o si te vuelves a Dios, Él es quien nos capacita y nos da la fuerza para hacer frente a estas tribulaciones, luchas y sufrimientos de las cuales nos levanta en victoria, porque él en su Palabra nos lo ha dicho: “En este mundo tendrán tribulaciones, pero no teman, Yo he vencido al mundo”. (cf. Jn 16, 33)
Por eso es que el gran apóstol del sufrimiento, San Pablo, aun en medio de todas las tribulaciones que Dios le permitió pasar, reconoció que nada ni nadie lo podría separar del gran amor de Dios por él y por cada uno de nosotros. Nunca olvides sus palabras: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor”. (Rom 8, 35-39)
En este proceso de pasar por el Covid valoré aún más lo que es mi fe en Dios porque en ningún momento tuve temor sino confianza en Jesús. Después de haber estado en casa contagiado, Sara mi esposa, quien me brindó sus cuidados y me atendió, también a los pocos días salió contagiada y conforme pasaban los días me decía “al ver tu fe y tu seguridad me das ánimo y fe de que vamos a estar bien”. Cada uno puede transmitir el miedo o la fe a los demás.
Por esta razón, decidí en esta carta compartir contigo algo tan personal, pero con el fin de recordarte que, de los sufrimientos de la vida puedes sacar y aprender muchas cosas buenas que te llevan a valorar mejor tu vida, tus prioridades y las de los demás.
Si estás pasando por alguna crisis mírala con los ojos de la fe y no tengas miedo, verás que cosas buenas saldrán de esta situación si las sabes confiar al amor de Dios, que es siempre fiel. Creéme que tu fe aumentará si te aferras a Jesús.
Nosotros salimos, gracias a Dios y lo que aprendimos fue una valiosa lección de amor. Te invito a no temer cuando llegue la dificultad, al contrario, abandónate con más confianza en Jesús pues con Él todo es más fácil y para él ¡todo es posible!
Esta es la razón por la que llevo años sirviendo a Jesús, no solo por las tantas veces que me ha permitido ser testigo de su gran fidelidad y amor por mí y por todos ustedes, sino porque me permite predicar y darlo a conocer a tantas almas a las que les libera de tantas ansiedades, angustias, preocupaciones e incluso de la depresión cuando reconocen que ¡en Jesús está la vida, en él está la fuerza!
Yo no te conozco personalmente ni sé cómo ha sido tu vida, tampoco sé de los sufrimientos que has experimentado ni por lo que estás pasando hoy, pero mi Señor sí que los conoce y los comprende porque también él padeció y conoció el sufrimiento por amor a tí y te ama tanto que desea que lo veas a Él, aún en medio de tu dolor y si así lo haces al final, ¡verás la gloria de Dios! Ten fe que las cosas pueden cambiar. Pídele que aumente tu fe, la paciencia y la esperanza y él que no defrauda, te colmará con su gracia. Ve a recibirlo en la Eucaristía, entrégale todo y serás feliz, aunque tengas sufrimientos. Pido por ti y por tus necesidades. Jesús dijo: “yo estaré contigo todos los días hasta el fin del mundo”. (cf Mt 28, 20)
¿Tú lo crees? ¡Si lo crees verás la gloria de Dios! Amén.
Por último, deseo encomendar a todos mis hermanos y hermanas que se dieron cita con Jesús Eucaristía en el pasado Congreso de Oración “Todo lo puedo en Jesús Eucaristía que me fortalece”, al amparo y la protección de nuestra Señora de la Asunción, a quien estaremos celebrando el 15 de este mes. Para que por su poderosa mediación sean preservadas todas las gracias y bendiciones que nuestro Padre Celestial derramó en cada corazón que vivió este encuentro con Él.
Gracias a todos los que perseveran en la siembra, ayudándonos a continuar llevando la palabra de salvación a las familias, los matrimonios, los niños, jóvenes, ancianos, presos, enfermos, etc. para quienes, en muchos casos, su único consuelo es sintonizar nuestra programación que les brinda fortaleza, paz, consuelo, esperanza y mucha fe.
Sigamos adelante, no nos cansemos de hacer el bien. Muchas gracias Sembradores y Sembradoras.
Con afecto Shalom,
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