Por la naturaleza del mensaje que les quiero enviar en esta oportunidad, es mi deseo, dirigirme a cada uno de ustedes de una forma muy personal, tal y como si estuviera hablando a cada quien, de persona a persona. Es por ello de aquí en adelante, estaré hablándole directamente a usted y a su corazón, con todo mi respeto.

En la carta del mes pasado escribí acerca de una pesadilla que tuve y en la cual describí que un amigo había caído en manos de gente mala, quienes le estaban haciendo daño y le quitaban la vida. Hoy, les digo que esa persona del sueño era uno de mis hijos. Recién acabo de compartir esta terrible experiencia, con todos los hombres que asistieron al evento de Metanoia en el fin del mes de Mayo.

Quiero manifestarles a todos ustedes que leen el presente mensaje y que saben a lo que me refiero, que no he dejado de sentir la gran necesidad de hacer cada día más, por las miles de personas que están sufriendo en carne propia a consecuencia de los problemas de violencia indiscriminada, delincuencia, adicciones, desintegración familiar, pobreza y muchas enfermedades de diferente tipo social y sicológico, las cuales afectan al ser humano, principalmente a los más débiles, tales como los jóvenes. Lo más doloroso de todo, es que estamos viendo que ante nuestros ojos, los adolescentes y jóvenes, miembros de nuestras familias, se están perdiendo cada día más, porque el mal en el mundo parece ser más atractivo para ellos, que lo que realmente puede darles vida abundante, que es Jesús. Los problemas frecuentes entre los padres de familia, las constantes peleas y gritos a nivel del hogar, la separación y desintegración familiar, etc., están enviando a nuestros hijos a un mundo de dolor y ellos, faltos de experiencia, se lanzan a la búsqueda de salidas falsas para calmar y aliviar su dolor.

En el capítulo 4 del libro de Génesis, se nos narra y describe sobre el primer asesinato ocurrido en la primera familia de la humanidad. Solo eran dos hermanos y uno de ellos se siente tentado de matar a su hermano y así lo hace, tal y como se describe a continuación: «Un día, Caín invito a su hermano Abel a dar un paseo, y cuando los dos estaban ya en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. Entonces el Señor le preguntó a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y Caín contestó: No lo sé. ¿Acaso es mi obligación cuidar de él? El Señor le dijo: ¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia.» (Génesis 4, 8-10).

En varias ocasiones anteriores he tenido oportunidad de hablar sobre este tema, sin embargo, ahora lo siento mucho más urgente y con mayor compromiso, sobre todo cuando me doy cuenta que es el mismo Señor, nuestro Dios, quien interroga a Caín y le hace la pregunta: ¿Dónde está tu hermano? Hoy más que nunca, esta pregunta me cala y penetra hasta lo más profundo de mí ser y crea en mí un sentido de urgencia para dar una buena y consistente respuesta. De la misma manera que en mi se crea un sentido urgente de responsabilidad, creo que en todos los hijos de Dios, también debe crear el mismo compromiso. Es Dios quien nos pregunta a cada uno de nosotros, a título personal: ¿Dónde está tu hermano? іSU SANGRE ME GRITA QUE HAGA JUSTICIA!

Conforme han ido pasando los años, cada día me confirma sin lugar a dudas, que la salvación de la sociedad y de la humanidad, está en Jesús. Todo aquello que queda afuera del Señor y de su alcance, está perdido en esta vida y no hay nada que pueda saciar el vacío del alma, solamente el Señor Jesucristo. Muchos de nosotros lo sabemos, porque en Él hemos encontrado lo que estábamos buscando y la paz ha llegado a nuestras vidas. Eso no significa que ya se hayan acabado los problemas y las dificultades, sino que hoy en día, con Él a nuestro lado, hemos aprendido a hacerles frente con la esperanza de encontrar una solución de manera paciente y segura, sabiendo que Dios nunca nos abandonará.

El grave problema es que hay cientos de miles de personas que ignoran cuál es el camino a tomar para darle dirección a sus vidas. Y este es el gran desafío, porque mientras ellos no lo sepan, seguiremos viendo sangre derramada y muerte a cada día, especialmente en nuestros países de origen. Yo considero que son muchas las personas que creemos fervientemente en Dios y que estamos activos en la iglesia, pero nos hemos acostumbrado a escuchar frecuentemente sobre las malas noticias, y aún no nos cae la realidad y la dimensión del problema y caemos en la indiferencia y solo lo vivimos como algo distante, porque no nos afecta y no hacemos más que sentir compasión por quienes están pasando por el dolor de haber sido afectados por esto.

Por lo anteriormente expuesto, hoy vengo a manifestarles y a decirles, que no basta solamente con que sintamos compasión por los demás, sino que ante el valor de la pregunta de nuestro Dios: ¿Dónde está tu hermano? Cada uno de nosotros, como hijos de Dios, tiene el compromiso y la responsabilidad de dar una respuesta positiva que ayude a calmar el dolor y la angustia de nuestros hermanos que sufren las consecuencias de la injusticia, lo cual sería agradable a Dios, pues Él quiere escuchar que nosotros respondemos que si nos importa el dolor ajeno y que deseamos ser parte de la solución en la medida de nuestras posibilidades.

Recordemos que Jesucristo nos dijo claramente en su evangelio: “Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19, 10). Estoy convencido que cuando el católico responde al llamado del Señor, entonces se convierte en una afirmativa respuesta al grito que pide justicia por la sangre derramada.

Cuando Jesús realizó la multiplicación de los panes y los peces, pregunto si alguien traía algo de comer y los discípulos no entendieron lo que el Señor estaba por hacer. Andrés, uno de sus discípulos, le dijo a Jesús que allí había un niño dentro de la multitud que tenía cinco panes y dos pescados, pero agregó: ¿Qué es esto para tanta gente? Nos describe la escritura que Jesús los tomo en sus manos y elevo una oración dando gracias a Dios y los multiplico de tal manera, que todos comieron hasta satisfacerse y eso que eran miles de ellos y todavía sobro comida. Describo este milagro del Señor, porque soy un ferviente creyente y testigo de que Dios no siempre recibe respuesta de aquellos que más recursos tienen a su alcance, aunque hay muchos de ellos que son generosos.

Dios depende de la respuesta inmediata que siempre ofrecen los más sencillos y humildes, quienes aunque no tienen grandes riquezas, apenas ofrecen lo que tienen y con sus 5 panes y dos pescados puestos en las manos de Jesús, hacen que Él haga grandes milagros y los multiplique para beneficio de la multitud.

Yo quiero declarar por fe, que Dios está por realizar grandes milagros en el apostolado, por medio del pueblo que responderá al presente llamado de ofrecer a Jesús sus cinco panes y dos pescados. Si usted, amigo o amiga que lee el presente mensaje, están dispuestos a ayudarnos y nos envían su semilla mensual de $ 30 dólares, podremos generar recursos para que podamos entrar a miles de hogares hispanos que viven en los Estados Unidos, pero también lo haremos en otros países que tienen mayores necesidades y urgencia como México, Centro y Sur América.

Yo estoy en la mejor disposición de contratar personal en México, Centro América y Sur América para lograr más presencia y llevar a cabo la realización de programas dedicados a enseñar, orientar y ayudar a los padres de familia a ser mejores como tales, con el fin de que puedan acompañar a sus hijos en el caminar de la vida y orientarlos para capacitarlos a que sepan cómo hacerle frente a las tentaciones que hoy tiene la juventud. Realizar programas especialmente dirigidos para adolescentes y los jóvenes. Llevar acabo retiros de evangelización en las parroquias en donde hay más necesidad a consecuencia de la violencia que existe en los alrededores. Crear una fundación de misioneros y misioneras dispuestos a ir a los pueblos.

Para hacer una realidad todo lo anterior, necesitamos de la generosidad de los hispanos, especialmente de aquellos que residen en territorio americano, porque Dios nos ha concedido estar en un país en donde tenemos más oportunidades. El mes pasado hice esta misma invitación y muchos respondieron de manera afirmativa, razón por la cual les doy miles de gracias pero es muy posible que aun falte usted. Muchas han sido las veces que me he puesto a pensar sobre el porqué nos cuesta ser generosos, y llego a la conclusión de que es muchas veces por desidia.

No encuentro razones que impidan creer en lo que nosotros, como apostolado, estamos haciendo día con día, pues gracias a Dios hemos ido creciendo en nuestro propósito evangelizador a través de los más de 30 años de existencia y todo ha sido gracias a la buena voluntad de muchos de ustedes, quienes fielmente han venido trabajando con nosotros. Yo pienso que muchas veces tenemos el santo temor de comprometernos o de sentirnos comprometidos y pensamos que en los malos tiempos no podríamos ayudar. A estas personas, aprovecho para decirles que no tengan miedo alguno. Este es un compromiso espiritual y en los malos tiempos, si es que llegan, nosotros estamos para apoyarlos espiritualmente y orar por todas sus necesidades, principalmente las que se viven en el momento. Además, cuando somos generosos y desprendidos para Dios, Él nunca nos abandona y siempre nos da su bendición. Y yo soy testigo de ello.

Yo les pido que no tengan desidia, ni tampoco temor a comprometerse. No caigamos en el pecado de omisión y aceptemos el reto del día de hoy. Todos estamos en posibilidades de ayudar. Entendemos a aquellas personas que no tienen un trabajo que les provea lo necesario para su sostenimiento o bien aquellos que se encuentran enfermos o tal vez privados de su libertad. Pero los que estamos viviendo una situación favorable, debemos responder con hechos a la pregunta que Dios nos hace en el día de hoy: ¿Dónde está tu hermano? Yo les confieso que por muchos años sentí el temor de pedir el apoyo económico, porque no quería ser criticado o que se llegara a creer que El Sembrador estaba solo enfocado en el dinero, pero hace unos meses atrás, conversando con un sacerdote, me dijo sobre el tema: “Noel, si a alguien no le debe dar temor pedir apoyo financiero, es a ti, porque casi no hay ministerios, apostolados o fundaciones, en donde el fundador y líder, no recibe un sueldo o salario. Casi todos los líderes o pastores, dependen de su ministerio para vivir y eso no es malo. Pero en tu caso personal, estás sirviendo a Dios y a la comunidad y además colaboras económicamente. Entonces no tengas miedo a exhortar y a crear conciencia de la importancia que es dar con un corazón alegre y agradecido.” Me confortaron esas palabras y además vino a mi mente que Jesucristo mismo dijo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

Mis muy estimados hermanos, prometo nunca faltar al respeto a nadie, ni ser sarcástico al pedir su ayuda. Siempre lo hago y lo seguiré haciendo con todo el respeto y sin condenar o manipular. Dios me libre de tal mal.

Solamente me queda agradecerles anticipadamente por el milagro que de aquí en adelante va a suceder, al ver que miles de vidas serán alcanzadas para Cristo con toda su ayuda recibida. Eso lo lograremos con nuestros cinco panes y dos pescados y esa será nuestra mejor respuesta a la pregunta que Dios nos hace: ¿Dónde está tu hermano?

De hoy en adelante deseo convertirme junto al apostolado, en instrumentos de Dios para salvar a quienes se encuentran caminando en la oscuridad. No quiero conformarme con lo que ya hicimos y estamos haciendo actualmente, porque sé que tenemos capacidad para dar aún más y desde ahora me estoy reservando la preocupación del que dirán y les pido y exhorto a que desde hoy nos unamos en oración para apoyarnos mutuamente. Todo sea para la honra y gloria de nuestro Señor.


 

Atentamente en el amor de Jesucristo y de Santa María de Guadalupe y con el poder del Espíritu Santo, su siempre amigo.

Noel Díaz

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