De lo que abunda en el corazón, habla la boca.
En los últimos días, constantemente he meditado acerca de la gran cantidad de personas que no tienen entusiasmo para vivir y sin embargo dicen creer en Dios. En lo personal, me es difícil aceptar esto, precisamente porque la fe en Jesucristo es la solución a este dilema de la vida. Sé que en la vida hay momentos difíciles, los cuales, en algunos casos, pueden convertirse en años de lucha y dolor. Sin embargo, siempre hay otro lado de la historia de cada uno, según los casos que se presentan en la vida.
Para ilustrar lo anterior, me permito contarles una anécdota: Cuentan que en cierta ocasión, un hombre tomó en sus manos una rosa y se percató que al tomarla se espinó y dijo: ¡Qué mala es la vida, que hasta las rosas tienen espinas! También otro hombre hizo lo mismo, pero al tomar la rosa en su mano, fijó su mirada en una de las espinas, luego miró la belleza de la rosa y dijo algo diferente: ¡Qué bella es la vida, que hasta las espinas tienen rosas!
El contenido de esta anécdota se parece a aquella en la que a las personas les presentan un vaso con agua a la mitad, y luego les preguntan: ¿Qué es lo que ven? Algunos responden que ven el vaso de agua medio lleno, y otros, responden que lo ven medio vacío. Ambas anécdotas nos presentan similares circunstancias, en la que los seres humanos, de acuerdo a la circunstancia que viven y sienten, definen la situación, es decir, unos lo ven con una actitud negativa y otros en cambio, con una actitud positiva.
Hagamos una reflexión: en muchas ocasiones las personas sólo ven las espinas y pierden la oportunidad de apreciar la belleza de la rosa en su conjunto; por eso se dedican a maldecir la flor, que es hermosa y bella, es decir, hay personas que ven la parte negativa de las cosas o de la vida, mientras que hay quienes, gracias a su optimismo y su fe, ven la parte positiva. Creo que no debemos analizar a la ligera, sino, tomar el tiempo suficiente para contemplar las cosas y analizarlas a la luz de la experiencia que Dios nos brinda.
Jesús se encargó de dejarnos un gran legado de fe y amor a Dios, a la vida y a nuestros semejantes, enseñándonos sobre todas las cosas, que todo es posible, siempre y cuando pongas tu confianza en Él. Nadie mejor que Jesús, es modelo en enfrentar el sufrimiento en plenitud. Fue rechazado por sus parientes y su pueblo. Siendo inocente, aceptó cargar la cruz a cuestas y murió crucificado, sin culpar ni maldecir a nadie, soportando en silencio su dolor y sufrimiento a pesar de ser el hombre perfecto. Nosotros, en cambio, constantemente fallamos, pecamos y ofendemos, pero en cuanto nos hacen algo que nos parezca desagradable o malo, queremos justicia y nos indignamos a tal grado, que gritamos diciendo: ¿Por qué a mí?. No quiero decir que debemos celebrar lo malo que nos hacen, claro que no, pero tampoco debemos llenar de amargura nuestro corazón, porque entonces le estamos dando poder a la persona que nos ofendió.
Jesucristo se preocupó por darnos la oportunidad de ser felices para siempre, es decir, para toda la vida, siempre y cuando practicáramos cada una de las bienaventuranzas. Estas bienaventuranzas son un plan de vida, el cual nos garantiza no solamente la felicidad, sino también nos invitan a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y nos llevan a buscar el amor de Dios. Los invito a leerlas con detenimiento y a meditar en cada una de ellas, (Mateo 5,3-12).
Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1718: “Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer”. Y San Agustín en sus Confesiones, dice: ¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti”.
Refiriéndome al mismo tema, quiero contarles que he sido testigo del caso de dos situaciones vividas por dos hombres, ambos esposos y padres de familia, los cuales deseo compartirlos con el objeto de ofrecerles sus testimonios de vida.
El primer caso, se refiere a un hombre alcohólico que con su comportamiento, hizo sufrir a su esposa e hijos por varios años. Un día, cuando ya estaban a punto de perder su familia, este hombre vino a nuestro apostolado en busca de ayuda y le invitamos a buscar a Dios para tener un encuentro personal con Él. Así lo hizo, y gracias a Dios tuvo su conversión. Como era de esperarse, de un día para otro dejo el vicio del alcohol y su familia estaba muy sorprendida y contenta con el cambio. Sin embargo, todos estaban muy afectados interiormente por el pasado tan doloroso. Su esposa ya no era la misma, aunque él trataba de recuperar la confianza. Paso el tiempo y sucedió que ella le fue infiel y esto para él fue devastador, como se pueden imaginar. Ante tal situación, este hombre tuvo un cambio en su relación con el Señor y asumió una actitud de rebeldía tal y como si Dios le hubiese fallado, al considerar que de nada le sirvió el cambio de vida y poner su fe y confianza en Dios. Afortunadamente este hombre no volvió a retornar al vicio que tanto daño le causó, gracias a Dios, pero en su corazón había dolor y como que perdió la fe.
El segundo caso, se trata de un hombre a quien recuerdo desde esa primera vez que lo vi en un retiro de The Sower, nuestro ministerio en inglés y a donde asistí para compartir un tema. Al concluir mi participación, su esposa, una mujer de mucha fe, a quien conocía muy bien, porque siempre me pedía oración por su esposo y me insistía que hiciéramos algo en inglés, porque su esposo no conocía el idioma español. Ambos, eran padres de una hija y un hijo, los dos adolescentes. Resulta, que en ese retiro, Dios tocó el corazón de este hombre, de nombre Brandon.
Desde ese bendito día del retiro, él comenzó a seguir al Señor y su esposa era la mujer más feliz. Pasado algún tiempo, a la hija le diagnosticaron cáncer. Pasó las quimioterapias, luchando para sobrevivir. Como es fácil de entender, éste fue un golpe muy fuerte para toda la familia.
La joven niña se aferraba a la vida. Pasado el tiempo, la mamá enfermó y tristemente se comprobó que también era cáncer. Ella lucho por mucho tiempo y hace un par de años, se fue con el Señor. Esta situación representó un duro golpe para Brandon y sus hijos, sin embargo, yo siempre estuve atento a observar a la distancia a este padre de familia, el cual fielmente siguió cumpliendo con su compromiso de padre y aunque él vive en Temécula, siempre lo vi asistir con sus hijos, cada viernes, hasta Azusa, ciudad en donde está localizada la parroquia de Saint Frances of Rome, lugar en donde se reúne The Sower, El sembrador en inglés, a bastantes millas de distancia y siendo en día viernes, mucho más difícil. Cada vez que tuve oportunidad de saludarlo, me interesaba por darle siempre palabras de fe y ánimo. Transcurrió el tiempo y su hija Tiffani había mejorado de su enfermedad y tomó con mucha madurez su papel dentro de la familia, tratando de cubrir a su madre, siendo una niña.
Pero después de un tiempo, nuevamente volvió a caer enferma y hace unos cuantos días, Tiffani falleció a sus 16 años de edad. Qué situación tan fuerte significa enfrentar algo así. Muchas personas podrían pensar que este padre y esposo, bien podría cuestionar a Dios, pensando en que sí él tomó la decisión de entregar su vida a Dios, entonces por qué le ha sucedido todo esto. En cuanto me informaron de los acontecimientos, llamé a Brandon y conversando con él, me dijo: ¡Gracias a Dios me acerqué a Él antes de todo lo sucedido, porque no sé cómo podría haberle hecho frente a tanto dolor! Luego, me dio las gracias por el apoyo, no solo mío, sino también de los miembros del grupo The Sower que estaban con él.
Como pueden darse cuenta, les he presentado dos diferentes formas de ver el dolor y de asumir sus actitudes ante los acontecimientos. Esta es la razón del título de esta carta: “De lo que abunda en el corazón, habla la boca”. Valdría la pena preguntarnos a nosotros mismos: ¿En qué forma enfrentaría yo mis problemas y dificultades? ¿Sería con entereza, tranquilidad y fe? ¿Qué haría yo en los casos de estos dos hombres? Mientras que yo sigo pidiéndole a Dios por estos dos hombres y sus familias, los dejo con la inquietud de obtener respuesta a las preguntas planteadas, pues en las respuestas podremos evaluar cuál es la abundancia que tenemos en el corazón y si es fruto de la presencia del Señor en nuestras vidas.
Aprovecho para levantar mi voz a Dios, diciéndole: “Señor, dame un corazón humilde, para saber hacerle frente a todo problema y dificultad, sin renegar, sino más bien siendo agradecido por todo lo que me amas y por lo que me has dado hasta el día de hoy, porque me has enseñado a creer y confiar en ti. Amén”
Gracias por toda su generosidad, pues gracias a su decidido apoyo, es que podemos continuar sembrando la semilla que da abundante fruto y que está cambiando miles de corazones que se encuentran necesitados del amor de Dios. Es un hecho trascendente, su ofrenda, es el resultado de lo que abunda en su corazón. Dios ha sido generoso con ustedes, y ustedes son generosos con el Señor, ayudando a que su reino se extienda cada día más.
Como nota importante, quiero informarles que estamos muy cerca de lograr la compra de la estación de radio en Los Ángeles. Yo sé que ha sido larga la espera, pero gracias a Dios, pronto estaremos levantando a Cristo, tal y como dice el lema de la campaña que iniciamos el año pasado. Recordemos que todo aquello que Dios inicia, siempre lo lleva a feliz término. Gracias por su confianza a este apostolado. Dios los bendiga con abundancia.
Atentamente en el amor de Jesucristo y de la Virgen de Guadalupe, ruego porque el Espíritu Santo se derrame con poder en todos ustedes y en cada uno de los miembros de su familia.
Noel Díaz
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