Muchas personas llegan a exclamar: ¡Yo nunca voy a ser como mi papá o como mi mamá! Y eso sucede cuando las personas observan una mala conducta o actitudes de comportamiento de sus seres queridos, que no son de su agrado. Nace en los seres humanos un natural rechazo, al desagradarles el comportamiento que observan en aquellos a quienes aman. Lo sorprendente del caso, es que al transcurrir los años, aquellas mismas personas, comienzan a hacer aquello mismo que rechazaban y detestaban siendo niños o jóvenes. ¿Por qué pasa eso? En el campo de la genética, sabemos y comprendemos, que si alguno de nuestros padres padece o padeció de alguna enfermedad, nosotros corremos el riesgo de heredar la misma y se aumentan las probabilidades de su padecimiento y sus consecuencias. De la misma manera, debemos de considerar que la observación e imitación de los modelos que nos rodean (padres, hermanos, abuelos, amigos, etc.) son una parte importante del aprendizaje. El aprendizaje por imitación se inicia muy pronto y se desarrolla durante toda la vida. A ello se debe muchas veces que todos imitamos conductas y actitudes frente a las circunstancias de la vida.
También en el campo espiritual existen patrones parecidos, como si nos volviéramos vulnerables a los pecados de nuestros antepasados. En la biblia encontramos un pasaje en donde Dios advierte al pueblo de Israel: «Dios habló, y dijo todas estas palabras: “Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo. No tengas otros dioses aparte de mí. No te hagas ningún ídolo ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en el mar debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni les rindas culto, porque yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso que castiga la maldad de los padres que me odian, en sus hijos, nietos y bisnietos; pero que trato con amor por mil generaciones a los que me aman y cumplen mis mandamientos.”» (Éxodo 20, 1-6) En este pasaje, el Señor se presenta como un Dios celoso, pero no lo podemos comparar con los celos humanos. La idolatría significa poner por encima de Dios cualquier otra cosa o persona. El pecado de la idolatría más difícil de detectar, es el que se encuentra arraigado en el corazón. Es probable que alguien diga: ¡Yo no soy idólatra a imágenes! Pero su corazón ama infinitamente otras cosas, como los bienes materiales, el dinero, la lujuria y las adicciones. Toda obsesión conduce al pecado de idolatría, porque aunque no adore una imagen, siente amor y admiración exagerados hacia una persona o una cosa, lo cual lo separa de Dios.
En el siguiente verso “No te inclines delante de ellos ni les rindas culto, porque yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso que castiga la maldad de los padres que me odian, en sus hijos, nietos y bisnietos”. Dios nos hace una seria advertencia, hay comportamientos, actitudes y conductas que bajo el término del pecado, se van transmitiendo de una a otra generación, tales como el odio, el rencor, el deseo de venganza, la ira, etc. Con el paso del tiempo, estas ideas aumentan su intensidad y pueden provocar numerosos problemas, desde la ansiedad hasta enfermedades psicosomáticas. De una forma u otra, lo cierto es que ir por la vida cargado de odio y rencor es como tener que llevar siempre un pesado fardo a nuestra espalda que no nos deja ser felices. Entonces, además de albergar sentimientos negativos, te estás negando la oportunidad de ser feliz. En resumen, estos sentimientos no generan nada positivo, por eso lo mejor es trabajar para canalizarlos y eliminarlos.
Pero el versículo siguiente nos devuelve la calma y la tranquilidad al alma, pues dice que si hacemos lo que le agrada a Dios, tendremos su misericordia como una herencia de bendiciones hasta por mil generaciones. Es así que cuando Jesús nos presenta la agenda de su misión en la sinagoga, dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor.” (Lucas 4, 18-19). Amigos, Jesús vino para romper cadenas y ataduras del pasado y a ofrecer la libertad de vivir una vida feliz. La respuesta para romper las cadenas y ataduras está en la fe que se tiene en Jesús y en el deseo ferviente de vivir conforme su voluntad y sus enseñanzas. A partir de ese momento, comenzamos a ver la misericordia de Dios, pues el solo hecho de vivir la experiencia de tener un encuentro personal con Jesucristo, rompe todas las ataduras con el pasado y a partir de ese momento, comienza el cambio de las futuras generaciones que recibirán la bendición, prometida por el Señor.
Recordemos que la conducta y el ejemplo de los padres, influyen en la conducta de los hijos, pero este razonar está muy lejos de decir que los pecados son también heredados en el sentido estricto de la palabra. Es así, que en muchas familias corre el pecado de la adicción al alcohol, las drogas, el juego, la inmoralidad, la avaricia, la ira, etc., pero bajo ningún punto de vista son producto de alguna maldición, como supuestamente muchas personas creen. Hay personas que viven con mucho temor, porque un padre, madre, abuelo o alguien más, les dio una maldición, pero no le podemos dar credibilidad a la misma, a partir del momento en que la misericordia de Dios es ofrecida a los que le aman y guardan sus mandamientos, lo cual exime de que un cristiano esté marcado por una maldición ancestral. Recordemos que el apóstol San Pablo, nos dice: “Así pues, ahora ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús, te liberó de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8, 1-2). Es una garantía espiritual, que todo aquel que se encuentra con el Señor Jesucristo en su camino y tiene un encuentro con él, no volverá a ser la misma persona que fue antes. Es una nueva persona, es un nuevo ser que ha dejado el pasado a los pies de la cruz del Señor y comienza a vivir una vida nueva, sin recriminaciones, sino con perdón y misericordia. Es el momento de romper con todo aquello que no nos deja vivir con libertad y eso sólo se puede hacer en Cristo, con Él y en Él. Amén. Les rogamos orar por nuestros Misioneros del Divino Sembrador, establecidos en sus casas en Xochimilco, México, sostenidos con la generosidad de la familia de El Sembrador y bajo la formación y el cuidado del Padre Alberto Medel. Ellos, son un grupo de mujeres y hombres, que estarán formándose durante un año, para luego ser enviados a realizar su misión dentro del apostolado El Sembrador. Estos jóvenes lo han dejado todo para consagrarse y comprometer su vida voluntariamente para servir y poner sus talentos al servicio de Dios.
Aprovecho para agradecer su generosidad, pues gracias a su ofrenda, es que podemos continuar sembrando la semilla que da abundante fruto y que está cambiando miles de corazones que se encuentran necesitados del amor de Dios. Lo he dicho antes, si no fuese por la ofrenda mensual que recibimos de personas con un corazón generoso como usted que recibe esta carta, y que sabe de nuestro compromiso de seguir con la misión, no podríamos llegar a tantas almas que se están convirtiendo a Dios.
P. D. Gracias a Dios y a todos ustedes que siempre nos apoyan con sus oraciones y sus ofrendas en nuestro TELERADIOTON. En noviembre del 2 al 16 tendremos nuestro próximo TELERADIOTON y confío en Dios que contaremos nuevamente con su generosidad.
Atentamente en el amor de Jesucristo y de la Virgen de Guadalupe, ruego porque el Espíritu Santo se derrame con poder en todos ustedes y en cada uno de los miembros de su familia.
Noel Díaz
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