SIEMPRE SE ENCUENTRAN TESOROS ENTRE LAS RUINAS
En tiempo de crisis, de mucho dolor y de incertidumbre, Dios conoce y sabe lo que el mundo y cada uno estamos enfrentando. Algunos meses atrás escribí acerca de un acontecimiento bíblico: cuando Jesús calma la tormenta que se había desatado en el mar de Galilea, la cual sorprendió a los discípulos que viajaban en la barca y los había llenado de miedo y terror. El Señor dormía tranquilamente después de un día de actividades agotador y, al ser súbitamente despertado por los discípulos, detiene la tempestad y les reclama su falta de fe. Ahora quisiera resaltar una actitud más que nuestro Señor Jesucristo tuvo para con sus discípulos y que es descrita con mucha sutileza por el evangelista San Marcos en el capítulo 6, versículos 45-48.
Nos dice: «A continuación, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca para que llegaran antes que él a la otra orilla del lago frente a Betsaida mientras él despedía a la gente. Cuando los hubo despedido, se fue al monte para orar. Al llegar la noche, la barca ya estaba en medio del lago, mientras Jesús se hallaba solo en tierra firme. Ya en las últimas horas de la noche, viendo que estaban casi agotados de remar, porque el viento les era contrario, Jesús se dirigió hacia ellos andando sobre el lago y haciendo ademán de pasar de largo».
Como podemos observar en este pasaje bíblico, Jesús sabe y conoce nuestras dificultades a pesar de no estar físicamente presente.
Por ello no es bueno dejarnos atemorizar por las dificultades o pruebas de la vida, debemos confiar en la Providencia de Dios. Esto nos demuestra que Jesús es nuestro máximo tesoro en todo tiempo, aún más cuando la vida parece no sonreírnos y las cosas se salen fuera de control y nos llevan al temor y al miedo.
Tiempos difíciles, pero también de esperanza
En estos últimos meses el mundo se ha colapsado como nunca, en estos tiempos modernos, a causa del Covid-19: las cifras de fallecidos y el aumento diario de personas contagiadas, han venido a despertar ese temor en nosotros.
Recordemos que el mundo en que vivimos, creación de Dios, ha sido y sigue siendo escenario frecuente de huracanes, tempestades, terremotos, inundaciones, incendios, sequías, epidemias, virus, etc., los cuales amenazan y destruyen la vida, pero debemos tener presente que el Evangelio de Jesucristo es el anuncio de la salvación de todo lo que amenaza la vida del ser humano. Dios salva a su pueblo por medio de su Hijo Amado.
No obstante, hemos sido testigos también de que, ante el riesgo que ha significado la pandemia, existen muchas personas que sin temor y de manera valiente, se han convertido en héroes que han estado en primera fila luchando contra este virus, llegando a ofrecer sus propias vidas con tal de servir y salvar las de los demás. estamos agradecidos con todos ellos, desde el personal médico que atiende a los enfermos, hasta aquellos que cumplen la labor de limpieza, que proveen los alimentos, personas de seguridad, etc. Jesucristo conoce toda su labor y estoy convencido que cada uno será recompensado, tanto aquí como en la otra vida, porque todos sabemos que Dios es rico en misericordia.
Hace unos días supe de una persona a quien los amigos de lo ajeno entraron a su propiedad y le robaron algunas de sus pertenencias. Se encontraba muy desilusionada por este hecho y se entiende desde el punto de vista humano, pues cuando alguien te quita lo que con tanto esfuerzo y trabajo ganaste, se experimentan sentimientos de coraje, tristeza y temor. Al enterarme de esto, recuerdo que dije: “No te preocupes, siempre se encuentran tesoros entre las ruinas”.
Y es que, estoy convencido que con cada sufrimiento que padecemos siempre viene algo bueno que pareciera oculto y por las circunstancias no vemos, pero pasado un tiempo logramos reconocer como un tesoro, una gran bendición que nunca hubiera llegado si no se experimentara la prueba. Nos dice la Sagrada Escritura en el libro de Santiago (1, 12-13): “Dichoso quien resiste la prueba, pues, una vez acrisolado, recibirá como corona la vida que el Señor ha prometido a quienes lo aman. Nadie acosado por la tentación tiene derecho a decir: «Es Dios quien me pone en trance de caer». Dios está fuera del alcance del mal, y él tampoco instiga a nadie al mal.” Este pasaje es importante, nos aclara que Dios nunca prueba a nadie con el mal, él no quiere el mal, pero lo permite y nos da la fuerza para salir victoriosos de las dificultades.
Dios siempre está atento a nuestros sufrimientos. Él entra en nuestra historia y viene a rescatarnos cuando lo considera oportuno; siempre se sucede en el kairos, es decir, en el “tiempo de Dios”. Recordemos cómo el pueblo de Israel continuamente se apartaba de Dios y era dominado por sus enemigos. Sin embargo, después reconocían su error y pedían perdón a Dios y Él, siempre rico en misericordia, volvía de nuevo a perdonarlos y salía a su encuentro favoreciéndolos de diferentes formas.
Saúl, primer rey de Israel, después de un tiempo de reinar adecuadamente, comenzó a desobedecer a Dios y al poco tiempo los filisteos dominaban Israel. El pueblo vivía con temor y miedo pues le temían a Goliat, un “gigante” guerrero filisteo. Sin embargo, Dios estaba preparando su plan de liberación el cual tendría lugar cuando él así lo decidiera.
Envió al profeta Samuel a casa de Jesé ordenándole llevar su cuerno con aceite para consagrar a un nuevo elegido. El profeta Samuel ungió la cabeza del más pequeño de los hijos de Jesé; su nombre era David, a quien Dios eligió desde aquel momento como Rey de Israel. Él fue el medio por el que Dios puso fin a los sufrimientos del pueblo de Israel. Todos sabemos que el pequeño David derrotó al gigante Goliat y desde ese momento cambió para siempre la historia de la salvación, pues con él vienen también las promesas mesiánicas.
Podemos ver, que mientras exista dolor y sufrimiento en los hijos de Dios, él no permanecerá dormido ni indiferente, por el contrario, estará preparando su plan de salvación como con el Rey David, quien fue el remedio que Dios envió en medio de la ruina, del temor en que vivían miles y miles de familias sometidas a amenazas y muerte. (1 Samuel).
Del dolor al gozo por medio de Jesús
También nosotros, pueblo de Dios, vivimos un tiempo de crisis, rodeados de dolor, sufrimiento y de temor provocado por la pandemia y ahora, en Estados Unidos debido a las manifestaciones que se han desatado por la muerte de George Floyd, muchas han llegado a la violencia, varios negocios han sufrido saqueos y daños en sus propiedades. Rogamos a Dios por su justicia y que cese la discriminación, no solo en el país sino que en todo el mundo. Por todo esto nos podemos sentir abandonados. Sin embargo, como buenos hijos de Dios y confiados plenamente en él, no debemos pensar que Dios no está respondiendo, sino por el contrario, llenos de fe, afirmemos desde lo más profundo de nuestro corazón, que la ayuda del Señor viene en camino y que llegará en el momento en que él así lo decida, para bien nuestro. Esto no solo lo podemos aplicar hoy sino a cada etapa de nuestra vida en donde experimentemos dolor y sufrimiento. Es en esas circunstancias cuando podemos exclamar con el salmista: «¿De dónde me vendrá el auxilio? Mi auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra». (Salmo 121, 1-2).
De la misma manera, Jesús de viva voz nos enseña en el Evangelio de san Mateo (7, 7-8): «Pidan, y Dios los atenderá; llamen, y Dios les abrirá la puerta. Pues todo el que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, Dios le abrirá la puerta». Yo confío y seguiré confiando en Jesucristo, porque siempre y en todo momento, tal y como lo hizo con sus discípulos, a pesar de no estar físicamente con ellos, salió a su encuentro para ayudarlos, enviándoles al Espíritu Santo. Así debe de ser la fe, la confianza y la esperanza de un verdadero cristiano.
Mis apreciados hermanos en el Señor, Jesucristo es nuestro tesoro en medio de este tiempo. Nuestro amado Padre celestial nos llama y prepara, como lo hizo con David, para proclamar la libertad a quienes viven con ese miedo provocado, en este caso, por una temible pandemia. Todos los buenos cristianos debemos darnos cuenta que Dios nos ha concedido abundantes dones personales, los cuales, en estos momentos, deben ser utilizados para que sean bendición de quienes no tienen fe, que viven sin la esperanza de una pronta solución. Para recordar a todos ellos que Dios nos ama con un inmenso amor y quiere lo mejor para sus hijos.
Sí considero fundamental continuar pidiéndole a Dios porque pronto se estabilice todo lo que sucede, pero aún más importante es orar por la inmediata conversión de los corazones de cada uno pues, todos aquellos que se han encontrado con Jesús y han tenido una verdadera conversión, aseguran ya la salvación de su alma y la paz de su corazón.
¡Gracias por el apoyo!
Por esta razón, toda la familia de ESNE trabajamos, con mayor vigor y empeño, de llevar a Cristo por todos los medios que se nos han confiado, presentándolo como la respuesta, el camino, el remedio, la solución y el tesoro que Dios Padre envió para nuestra salvación.
Mi gratitud a todas aquellas personas que siguen creyendo en esta obra de Dios, quienes nos brindan su apoyo con oraciones y donaciones. Cada día le pido a Dios que les multiplique cada ofrenda enviada, para que esta luz del Evangelio no se apague, sino siga brillando e ilumine con profunda esperanza a millones de mujeres y hombres en este mundo.
Siempre ruego por ustedes en mis oraciones, nuestro apostolado se encuentra orando de manera permanente por todas las personas que han sido afectadas directa o indirectamente por el virus Covid-19 y por los que han perdido sus trabajos y negocios. ¡Ánimo hermanos!, Dios proveerá porque Él es nuestro gran tesoro.
Cada día rezo el Santo Rosario y le pido a la Doncella de Nazareth, la Virgen María, por su valiosa intercesión ante su Hijo amado Jesucristo. Que ella, la Morenita del Tepeyac, nos lleve en sus brazos y nos cubra con su manto divino. Amén.
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