¿Por qué año con año, en el mes de diciembre, celebramos la Navidad? Considero que es una pregunta que a nivel personal deberíamos hacernos en cada celebración litúrgica que participamos, con el fin de reforzar nuestra fe. Todos hemos aprendido que la Navidad es la fecha en la que celebramos el Nacimiento de Jesucristo, nuestro Señor y Dios.
Para comprender lo que realmente celebramos en este tiempo, es necesario ubicarnos en la historia de los acontecimientos y ello nos ayudará a entender las razones que tenemos para conmemorar esta fecha y la importancia que representa para nuestras vidas.
Recordemos que el pueblo israelita fue elegido por Dios y, según los profetas, el Mesías y Salvador vendría de esta nación. En la época en que se sucedió el nacimiento de Jesús, el pueblo israelita estaba bajo el dominio de Roma. Israel era un pueblo que por sus antecedentes históricos había sufrido siempre opresión de otras naciones y, sin embargo, con la ayuda de Dios y su fidelidad a Él, siempre salió adelante de todas las adversidades. Reyes como David y Salomón fueron sobresalientes en Israel y contribuyeron a vivir la fe en Dios todopoderoso. En la época de nacimiento de Cristo, este pueblo vivía bajo el dominio de Roma, pueblo pagano, mientras que ellos adoraban al Dios verdadero.
Los profetas del pueblo de Israel habían anunciado que el Mesías llegaría para liberar a su pueblo y vendría para reinar por siempre, situación que los israelitas esperaban ansiosamente para darles la libertad que sus antepasados anhelaron. El profeta Isaías había profetizado, muchos siglos antes de la llegada del Príncipe de Paz, Jesús el Mesías: «Porque nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo, al cual se le ha concedido el poder de gobernar. Y le darán estos nombres: Admirable en sus planes, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de la paz. Se sentará en el trono de David; extenderá su poder real a todas partes y la paz no se acabará; su reinado quedará bien establecido y sus bases serán la justicia y el derecho desde ahora y para siempre. Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso.» (Isaías 9, 6-7).
Tal y como había sido profetizado, aconteció en la historia de la humanidad; tal vez con mucha discreción, pero fue un hecho de tal magnitud que todo el cielo lo celebró: «Cerca de Belén había unos pastores que pasaban la noche en el campo cuidando sus ovejas. De pronto se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor brilló alrededor de ellos; y tuvieron mucho miedo. Pero el ángel les dijo: No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal. Encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un establo. En aquel momento aparecieron, junto al ángel, muchos otros ángeles del cielo que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor!» (Lucas 2, 8-14).
Ese gran acontecimiento es precisamente el que corresponde al motivo de nuestra celebración: el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, tal y como había sido descrito por los profetas. Dios hecho hombre, nacido en una humilde familia por obra y gracia del Espíritu Santo, tal y como le fue anunciado por el ángel Gabriel a una joven virgen llamada María, comprometida para casarse con José, un humilde carpintero descendiente del rey David.
Nosotros, el pueblo de Dios, hasta hoy en día hemos sido beneficiados con este hecho histórico y tenemos motivos y obligación de celebrarlo, tal y como lo dijo el San Juan Pablo II: “Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza”.
El Rey del Universo, humildemente nació en un pesebre con el fin de mostrarle al mundo, que no es con poder humano que el mundo puede cambiar, sino con su poder divino. Por lo tanto, la Navidad representa ESPERANZA.
En aquellos tiempos, el pueblo de Dios vivía en medio de la tristeza y el dolor por su opresión. Con la llegada de Jesús apareció la esperanza de una nueva vida llena de libertad, alegría y felicidad. Cada vez que celebramos esta fecha, Dios nos ésta diciendo que no debemos perder la esperanza a pesar de las circunstancias que nos aquejen.
La Navidad también representa ALEGRÍA, tal y como les fue dicho a los pastores en Belén, al darles la buena noticia. La alegría no siempre es resultado de un triunfo o de conquistar algo. La verdadera alegría es la del corazón agradecido, a pesar de estar pasando alguna prueba. Es corresponder con la vida misma, cuyo origen reside en Jesucristo, el Hijo de Dios.
Por último, la Navidad representa PAZ. Es la época propicia en que el Señor viene a confirmarnos, una vez más, que quiere dejarnos y compartirnos su paz, esa que solo Él puede ofrecernos y no la que el mundo ofrece. La paz que sobrepasa todo entendimiento, tal y como lo describió el apóstol San Pablo. La paz que Jesús nos da por medio de su Espíritu Santo.
Navidad: misterio de amor
La Navidad es un misterio que solo los de corazón sencillo pueden aceptar y comprender. Un misterio que no puede dejar indiferente a nuestro corazón, un misterio de amor de Dios, amor inmenso, amor infinito, amor desinteresado, amor sincero y duradero. Navidad es gozo, es alegría y paz, es confianza y esperanza, es seguridad. Navidad es fuerza en la debilidad, consuelo en la amargura, calor en horas de frío; es respiro y aliento. La celebramos cada año sin falta, porque cada año se nos da una nueva oportunidad para amar. Cada año celebramos el mayor amor de Dios: Jesucristo redentor.
Navidad no solo es época para regalar objetos materiales, sino de interiorizar en el Señor Jesús, para vivirla en plenitud. Tal vez algunos pueden no tener un regalo para dar o recibir, ni siquiera una cena para con qué celebrar, sin embargo, quien recibe a Jesús y a la Sagrada Familia en su corazón, obtiene a cambio: amor, gozo, esperanza, felicidad, alegría y paz.
Sé que son muchos los hermanos que se encuentran privados de su libertad y están recluidos en centros de detención. Con toda seguridad están experimentando la tristeza y el dolor de vivir separados de sus seres queridos. A todos ustedes, mis queridos hermanos en Cristo, les ruego que permanezcan atentos a la voz del Señor, quien con amor inmenso les dice: «Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos» (Apocalipsis 3, 20). El Señor les ofrece obtener su libertad interior, la libertad personal de toda atadura, de toda opresión, del odio y rencor, y vivir la libertad que solo Él puede dar. Jesús es el mejor regalo que ustedes pueden recibir, y la esperanza en un futuro mejor vendrá cuando tomen la decisión de abrirle su corazón a Jesucristo.
Les pido que tomen en cuenta que la Navidad es un tiempo privilegiado para agradecer a Dios su misericordia para con cada uno, y por ofrecernos constantemente la salvación por medio de la reconciliación. Recuerden, este es el momento idóneo para prepararnos personalmente a través de una buena confesión que nos ayudará a gozar de la venida del Salvador en nuestro corazón. Es el tiempo ideal para perdonar y pedir perdón a quien hemos ofendido. Es el momento del encuentro y reconocer la presencia de Jesús en el rostro del necesitado y el que sufre, para darle una mano, para acudir en su ayuda.
Es tiempo de contemplar a Jesús, no solo en aquel humilde pesebre de antaño, sino en los pesebres que vemos hoy en día: cárceles, hospitales, asilos de ancianos y los corazones de quienes sufren de estados de depresión y de soledad. Navidad es el tiempo indicado para ir en la búsqueda del Niño Jesús y, al encontrarlo, someternos a su voluntad de manera humilde y sencilla. Es el tiempo de celebrar la generosidad de Dios quien, una vez más, viene a visitar a su pueblo que continúa sumergido en la tristeza y la desesperanza.
Para nosotros los católicos, la Navidad es uno de los grandes tiempos del Año Litúrgico. Recordamos y celebramos uno de los profundos misterios de nuestra Fe: que Dios se ha hecho hombre. Se dice fácilmente, pero al profundizarlo ¡caemos de espaldas! ¡Dios mismo presente en la tierra! Naciendo del seno purísimo de María se hace carne, una carne que amará y que sufrirá todo lo que un humano puede amar y sufrir.
¡Gracias y bendiciones!
Quiero que reciban el abrazo de Su Santidad, el Papa Francisco, a quien tuve la oportunidad de saludar en una entrevista personal que me concedió en El Vaticano, para llevarle el saludo de nuestro apostolado. Me pidió que les transmitiera su saludo afectuoso y el mejor de los deseos para estas Fiestas del Señor, en ocasión de celebrar el Nacimiento de Jesucristo.
Por parte del Apostolado de El Sembrador, todo nuestro agradecimiento por su fiel amistad, sus oraciones y apoyo económico, el cual hace posible que ESNE siga anunciando y proclamando la Buena Noticia al mundo, principalmente a los más pobres y necesitados de nuestros tiempos, quienes necesitan palabras de esperanza y de consuelo. Sin su ayuda, no sería posible decir que en este año que termina Dios hizo maravillas al ofrecer su misericordia a quienes nos ven y nos escuchan a través de la radio y la televisión, y también por medio de Internet. Jesús continuará naciendo en miles de corazones que lo reconocen como Salvador y seguirá ofreciendo su misericordia, que es para siempre. Dios les recompense su bondad y generosidad.
Finalmente, de parte del apostolado y la familia de El Sembrador, de Sara mi esposa y de toda mi familia, le deseamos a usted y los suyos, abundante Paz y Esperanza en Jesucristo en esta Navidad, y los mejores deseos para que, el nuevo año 2018, se presente lleno de felicidad y alegría; de armonía en el trabajo y la vida familiar.
¡Feliz Navidad y Prosperidad en el Nuevo Año!
Noel Díaz
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