EL MANDAMIENTO MÁS GRANDE
A Jesús le hicieron una gran pregunta: ¿Cuál es el mandamiento más importante? En su respuesta, se encuentra la VIDA.
—El más importante es: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos. (Marcos 12, 28-31)
En estos mandamientos del amor se encuentra la vida eterna y la vida abundante en esta tierra donde vivimos temporalmente. Vivir estos dos mandamientos es el secreto de la vida. En la ley de Moisés existen más de 600 mandamientos o preceptos, pero aquí Jesús revela que todos ellos se resumen en estos dos.
Jesús manifestó que, aquel que cumple con estos dos mandatos, no está lejos del Reino de los cielos. La verdad es que, si los aplicamos en nuestra vida diaria, alcanzamos la cima de una vida abundante, incluso al enfrentar los sufrimientos.
Ahora bien, ¿qué nos sucede y cuáles son los resultados de no aplicar estos dos mandamientos en nuestra vida? La verdad es que la vida se convierte en un caos, un camino de dolor y muerte. Evaluemos lo que significa el primer mandamiento: Amar a Dios con todo nuestro corazón, por encima de todas las cosas. Aquí se nos enseña que, si amamos algo o a alguien más que a Dios, estamos apegados a lo terrenal y temporal más que a Dios. Jesús dijo: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los destruyen, donde los ladrones perforan paredes y roban. Acumulen tesoros en el cielo, donde no roe la polilla ni destruye la herrumbre, donde los ladrones no abren brechas ni roban. Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (Mateo 6, 19-21)
¿Qué sucede cuando perdemos algo o a alguien? Si allí estaba nuestro tesoro, nos derrumbamos por nuestro apego a ello. Permitimos que ese objeto o persona se convirtiera en nuestro dios. Esto incluye a nuestros seres más queridos: una madre, hijos, esposo, abuelos, grandes amigos. Es muy natural sufrir por quienes amamos, pero si aplicamos el primer mandamiento de amar a Dios por encima de nuestros seres queridos, encontraremos fortaleza y consuelo en Dios, quien es nuestra Roca y nuestro Infinito Amor.
Si Dios Todopoderoso es nuestro mayor amor, allí está el secreto de vivir en fe y esperanza. Así se entiende por qué los santos lo dieron todo, incluso sus vidas, porque Dios fue su amor más grande. Por eso podemos comprender a San Pablo cuando dice: “¡Todo lo puedo en Jesús, que me fortalece!” (cfr, Filipenses 4, 13). Dios dijo en varias ocasiones desde el Antiguo Testamento al pueblo de Israel que no se hicieran dioses falsos, y muchos solo lo interpretan referente a las imágenes de dioses antiguos, como los egipcios, que tenían muchos dioses. A los católicos se nos critica por tener imágenes de santos y de nuestra Madre, afirmando que esos son nuestros dioses y que los adoramos, cuando la Iglesia y su doctrina jamás nos enseña a adorar a una estatua o imagen, simplemente las veneramos. Por ejemplo, cuando yo veo fotos de mi madre, que en paz descanse, me traen recuerdos lindos y agradecimiento, pero no adoro un papel, sino lo que su imagen significa, que me inspira a amar más a Dios como ella lo amó. Eso es venerar. Por lo tanto, si nos apegamos a los dioses del placer, a las adicciones o al dinero (materialismo), no estamos viviendo el primer mandamiento. Por esta razón, si fallamos en este primer mandamiento, sin duda alguna no estamos viviendo una vida abundante; al contrario, es una vida de sufrimiento, y si no cambiamos, acabaremos en la muerte eterna, en el fuego del infierno por no escuchar a Dios e ignorar su amor por nosotros.
El segundo mandamiento es similar porque en ambos debe existir como prioridad el Amor. Amar a tu prójimo como a ti mismo es el llamado que Jesús nos hizo y sigue haciendo. Él dijo: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado. Ámense así unos a otros.” (Juan 13, 34). Aquí se reflejan las obras de quienes aman a Dios. Quien cumple con el primer mandamiento, sin duda cumple el segundo, porque ya practica el amor. Amar a tu prójimo es no lastimar a nadie, es perdonar, ayudar al necesitado, estar dispuesto a sacrificarse por el hermano, como Jesús lo mostró hasta su muerte en la cruz, que fue por amor a los pecadores. Él dijo: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.” (Juan 15, 13).
Hoy hay millones de hermanos en el mundo sufriendo por no tener a Dios en sus vidas, y si no les mostramos nuestro amor para que conozcan el Amor de Dios, seguirán en el camino de la muerte. Si eso no nos conmueve para actuar, entonces hay un problema serio, aunque digamos que somos creyentes y vayamos a la iglesia. Porque si no hay obras como resultado de nuestra fe y agradecimiento a Dios Padre por mostrarnos su amor por medio de su único Hijo, corremos el peligro de no entrar al reino de los cielos. Sin embargo, quien aplica estos dos mandamientos está cerca de la puerta del cielo y viviendo una vida excelente, a pesar de todo lo que pueda enfrentar. Hoy la Iglesia tiene una gran necesidad de verdaderos servidores y de que seamos generosos con las necesidades que sufre para mantener el mensaje de salvación.
Quiero agradecerles por su generosidad a quienes reciben esta carta y dan sus semillas y donaciones para seguir expandiendo, como en esta carta, el mensaje de Dios.
También agradezco a todos los que apoyaron en la pasada Metanoia, donde compartimos testimonios de poder transformador. Gracias a los que asistieron y trabajaron duro para llevar a esas almas al encuentro con Cristo. Les seguimos invitando a convertirse en discípulos del Señor, y decir “Yo soy el 73” mediante la consagración a Jesucristo. Súmate y no dudes en registrarte llamando al 818-745-4398 en EE.UU. y en México al +52 33 1487 6681 o escríbenos al correo electrónico info@soy73.com.
Señor, te encomiendo a cada uno de mis hermanos que hoy tienen en sus manos esta carta, para que podamos vivir, a ejemplo tuyo, un amor total a Dios Padre y a nuestro prójimo. Madre Santísima de Guadalupe, sé nuestra fuerza e intercede siempre por cada uno de nuestros seres queridos. Amén.
Tu amigo y servidor,
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