El hombre no puede vivir sin esperanza, pues es tan esencial como el aire para respirar. Desde siempre, la humanidad ha fundamentado su vida en la esperanza, sin ella, la vida pierde todo sentido. De los tantos sufrimientos que envuelven al hombre durante su vida, sin duda, el más terrible, es la desesperación, es decir, la desesperanza, porque ésta los envuelve a todos.

Vale la pena recordar que, cuando Adán y Eva se apartaron del gran proyecto del Creador para hacerlos partícipes de la eterna felicidad, a consecuencia del pecado, se inició el dolor, el sufrimiento y la muerte; lo cual sustituyó el gozo y el sentido de la vida. Fue entonces que apareció para el ser humano la desesperanza. Entonces quedó de manifiesto que todo aquel que se aparta de Dios, que es luz, dicha, amor y vida, se zambulle en la tiniebla profunda. De ahí nace la necesidad existencial de la esperanza. Dios, siempre viene al encuentro de sus hijos con el fin de levantarlos y ofrecerles la vida plena y la salvación que se concreta en la espera del Mesías. Esa promesa de Dios se hizo realidad, afortunadamente para nosotros, tal y como lo describe el evangelista San Juan (1:14): «Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros, Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad».

Y Jesús vino al mundo por obra y gracia del Espíritu Santo, al nacer, se encendió con Él la estrella de la esperanza en la vida del hombre. Por eso la iglesia nos propone vivir en su liturgia, el venturoso tiempo de Adviento en preparación para conmemorar la venida del Mesías, en la gran fiesta de la Navidad. Hoy, ya estamos viviendo el tiempo de Adviento y esperamos conmemorar el nacimiento de Jesucristo, nuestra esperanza para obtener una vida mejor, llena de paz, de amor y gozo.

Cada año la celebración del adviento nos invita a reflexionar las realidades que estamos viviendo. Nosotros observamos lo que pasa y se destruye a consecuencia del pecado, pero Jesús nos anuncia lo que está por venir. El adviento nos ayuda a vivir la realidad de cada día, con más ilusión y esperanza porque Jesús nos enseña a contemplarla con la perspectiva de Dios. Todos los seres humanos, necesitamos liberarnos de todo cuanto nos impide obtener el destino que Dios nos ofreció desde el principio: la eterna felicidad.El Mesías fue anunciado hace muchos siglos por los profetas, sin embargo cuando llegó no lo reconocieron, tal y como lo dicen las escrituras: «Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y, aunque Dios hizo el mundo por medio de Él, los que son del mundo no lo reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron». (Juan 1:10-11). De la misma manera, hoy existe el gran peligro de no reconocer el tiempo en que Dios se acerca a nuestra vida. La fiesta de Navidad debería ser solamente un recordatorio de la celebración para mantenerlo con nosotros.

Sabemos que muchas personas, solamente celebran la Navidad sin encontrar el verdadero sentido de la festividad. Pero a veces no tienes los recursos económicos necesarios para celebrar la época, o no cuentas con buena salud, o bien estas lejos de tus seres queridos, y ello te causa desilusión y tristeza. Entonces, nuestro enemigo, el diablo, aprovecha las circunstancias y nos lleva fácilmente a la depresión y muchas personas pierden la ilusión de vivir, intentando acabar con sus vidas. ¿Por qué? Porque el enfoque no está centrado en aquel que ha venido a traernos la paz y la salvación. A éste respecto, San Agustín llegó a decir: “Tengo miedo a que el Señor pase de largo”. Con esta frase, el santo expresó que si así sucediera, entonces sentiría una sensación de vacío en su vida, y creo que nosotros también.

Queridos amigos, la verdadera celebración de la navidad es la que manifiesta un corazón agradecido a Jesucristo por haber venido a nuestro encuentro y por haberse convertido en el camino al Padre, porque nos acerca y conduce a Dios y nos hace beneficiarios de su amor divino. En la navidad sencillamente celebramos que Jesús es nuestra esperanza; No tiene nada que ver con lo que tienes o lo que te hace falta. Las circunstancias no vienen al caso, porque con la presencia de Jesús en nuestro corazón, siempre tenemos la esperanza de alcanzar el éxito y la felicidad en nuestras vidas.

Navidad es una buena oportunidad para detenernos y preguntarnos acerca de cómo está nuestra relación con el Señor. De lo que hay y de lo que no hay en nuestra vida. De lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. Sobre todo, es una buena oportunidad para que nos preguntemos qué vamos a hacer ante el hecho incuestionable de que Dios nos ama y quiere estar en comunión personal con nosotros. El Niño Dios, viene a llenar con su presencia los corazones vacíos; a dar esperanza en donde hay angustia, preocupación y desesperación; a dar paz en donde hay conflicto, porque él es Príncipe de Paz.

Hermanos, recordemos que el relato bíblico sobre los pastores escucharon el canto de los ángeles y decidieron comprobar por sí mismos la veracidad de las buenas nuevas. Ellos fueron y se encontraron personalmente con Jesús y sus vidas a partir de ese momento cambiaron para siempre. Yo los invito para que en esta Navidad hagamos lo mismo y busquemos a Jesús. No nos conformemos con lo que oímos decir del Señor, vayamos a su encuentro y comprobemos que sí tenemos razones para celebrar la navidad. Tenemos razón para alegrarnos porque el amor de Dios, a través de Jesús, habrá de transformar para bien, nuestras vidas.

Roguemos unidos porque esta navidad sea diferente a las que hemos pasado y que con el poder del Espíritu Santo, la experiencia de este año sea venturosa y feliz. El Papa Francisco nos ha invitado a vivir el Jubileo de La Misericordia a partir del 8 de Diciembre. La misericordia es una Persona: Cristo Jesús, encarnado, muerto y resucitado. Jesús quiere inculcar en cada hombre una relación personal de verdad y de amor, desde nuestra perspectiva de pobres pecadores, asombrados y sorprendidos, recibiendo su misericordia. Aprovechemos esta Navidad para celebrar con intensidad, el hecho de ser amados a pesar de ser pecadores, porque su misericordia es más grande que la vida. Amén.

Quisiera finalmente, compartir la siguiente bella historia que se llama: LAS CUATRO VELAS, la cual se relaciona con lo dicho anteriormente y que a manera de fábula, nos cuenta, así:

Cuatro Velas se estaban consumiendo lentamente, 
el ambiente estaba tan silencioso que se podía oír el diálogo entre ellas.

La primera dijo:
-¡Yo Soy la Paz! A pesar de mi Luz, las personas no consiguen mantenerme encendida. 
Y disminuyendo su llama, se apagó totalmente.

La segunda dijo:
-¡Yo me llamo Fe!, infelizmente soy superflua para las personas, porque
ellas no quieren saber de Dios, por eso no tiene sentido continuar quemándome. 
Al terminar sus palabras, un viento se abatió sobre ella, y esta se apagó.

En voz baja y triste la tercera vela se manifestó:
¡Yo Soy el Amor!, no tengo más fuerzas que quemar. 
Las personas me dejan de lado porque sólo consiguen manifestarme para ellas mismas; 
se olvidan hasta de aquéllos que están a su alrededor. Y también se apagó.

De repente entró una niña y vio las tres velas apagadas. 
-¿Qué es esto? Ustedes deben estar encendidas y consumirse hasta el final.

Entonces la cuarta vela, habló: 
-No tengas miedo, niña, en cuanto yo esté encendida, podemos encender las otras velas.

Entonces la niña tomó la vela de la Esperanza y encendió nuevamente las que estaban apagadas.

Nunca perdamos la esperanza en Jesús, porque Jesús es nuestra esperanza. AMEN

Con agradecimiento profundo en mi corazón, reconozco su generosidad durante el año 2015 y a todos los que se unieron en el Teleradioton el mes pasado. Sin su decidida colaboración, su fiel semilla de amor mensual, no hubiera sido posible transformar a miles de corazones en cada uno de nuestros países de origen. Su ofrenda sigue traspasando fronteras y corazones, a través del mensaje de salvación que diariamente difundimos. Ruego constantemente, porque Dios les conceda siempre su favor y que sigan siendo parte de la buena siembra con el Divino Sembrador, nuestro Señor Jesucristo.

De parte de la familia de El Sembrador, de Sara mi esposa y de toda mi familia, les deseamos a usted y su familia, la abundante Paz y Esperanza de Jesucristo en esta Navidad.

Que la misericordia del Padre, a través de su amado Hijo Jesús, le guarde siempre en sus caminos y que el amor de Santa María de Guadalupe les cubra con su manto de intercesión.
 

Noel Díaz

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