Parece increíble que comenzamos a vivir y festejar las fiestas de Adviento previo a la celebración de Navidad, recordatorio del nacimiento de nuestro Redentor y Salvador, y muy pronto, la celebración del Nuevo Año 2017.

Cada año, durante el mes de Diciembre, somos invitados para conmemorar y celebrar el nacimiento del Niño Dios, nuestro Salvador y Señor envuelto en pañales y nacido por obra del Espíritu Santo en un sencillo pesebre rodeado de animales en un establo. Ante nuestros ojos, la llegada de Jesús a este mundo, es un cuadro lleno de inmensa humildad y sencillez. ¿Quién se hubiera imaginado que sería así la llegada del Rey del universo?

Un venturoso día de Diciembre se cumplió la promesa de Dios hecha a los hombres y anunciada por los profetas acerca del nacimiento del Mesías. Dicho acontecimiento sucedió en un tiempo muy triste de la historia del pueblo judío. En aquella época, el pueblo hebreo había perdido su libertad como país, pues ellos vivían bajo el régimen y dominio del imperio romano. Por otra parte, habían pasado varios cientos de años sin que se escuchara la voz de Dios a través de algún profeta, lo cual hacía parecer como que Dios les hubiera olvidado. Dios nunca se ha olvidado de sus hijos ni tampoco de su pueblo. Los planes de Dios siempre se llevan a cabo en los momentos oportunos y cuando más lo necesitamos.

¡Dios, el Padre de la humanidad, se hizo presente en la historia de una forma jamás imaginable! Él se hizo presente entre nosotros, por medio de su amado Hijo Jesucristo. El apóstol San Juan nos puntualiza al respecto en su evangelio: “Y el Verbo se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único; en él todo era don amoroso y verdad.” (Juan 1, 14). No obstante lo anterior, en unos versículos anteriores el evangelista nos ha dicho: “Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les dio capacidad para ser hijos de Dios”. (Juan 1, 11). La realidad es que han pasado más de 2,000 años y a Jesús todavía son muchos los que no lo reconocen como el Hijo del Dios y Salvador del mundo.

Si solamente nos concretamos a celebrar el tiempo de Navidad y nos quedamos con el efecto de la tradición religiosa sin llegar a meditar profundamente en el gran acontecimiento que significa la presencia de Jesucristo en nuestro mundo, es equivalente a tratar de vivir sin Dios y solamente celebrar la fiesta, sin que Jesús sea el Señor y Salvador de sus vidas. Bien podemos decir sin temor a equivocarnos, que una Navidad sin Jesús, nunca puede ser Navidad. Para celebrar y recordar debidamente el acontecimiento de la venida de Jesús a este mundo, tal y como a Dios le agrada, es necesario hacer un alto en medio del ruido de la comercialización y entrar espiritualmente en el misterio del nacimiento de nuestro Salvador. Debemos detenernos en nuestro diario vivir y compenetrarnos de lo que significa la llegada a este mundo de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Navidad, es el tiempo indicado para agradecerle a Dios por su inmensa misericordia y por ofrecernos la reconciliación. Es tiempo de prepararnos personalmente a través de una buena confesión para renovar la venida del Salvador a nuestro corazón. Es el tiempo de perdonar y pedir perdón a quien se hubiera ofendido. 

Es tiempo de encontrar y ver la presencia de Jesús en el rostro del necesitado para ofrecerle y darle la mano para acudir en su ayuda. Es tiempo de contemplar a Jesús no sólo en aquel humilde pesebre del pasado, sino en los pesebres que hay en las cárceles, los hospitales, los asilos de ancianos, y los corazones de quienes sufren de estados de depresión y de soledad. Navidad es el tiempo indicado para ir en la búsqueda del Niño Jesús y al encontrarlo someternos a su voluntad de manera humilde y sencilla. Es el tiempo de celebrar la generosidad de Dios que una vez más, viene para renovar su visita al pueblo que todavía vive sumergido en la tristeza y la desesperanza.

Para los católicos, la navidad es uno de los grandes tiempos del año litúrgico. Recordamos y celebramos uno de los profundos misterios de nuestra Fe: el que Dios se haya hecho hombre. Se dice fácilmente, pero al profundizarlo ¡Caemos de espaldas! Dios mismo, presente en la tierra, naciendo del seno purísimo de María, se hace carne, una carne que amará, y que sufrirá todo lo que un humano puede amar y sufrir.

La natividad del Señor es una celebración al "sí" de la Santísima Virgen, que sin reparos ha aceptado la Voluntad del Altísimo. Ahora, con la Navidad, ese sí da un fruto, un bebé, pequeñito, indefenso, vulnerable. El Rey de reyes nace en un humilde rincón. Casi podríamos llamarla "humildad suprema", de no ser porque el Señor quiso humillarse aún más, ser más vulnerable todavía, y quedarse por siempre entre nosotros escondido en un pedacito de pan. Hoy, cada día, en el Santísimo Sacramento está también presente aquel niño.

Hoy, debemos ser como aquellos ángeles que llegaron jubilosos a decirles a los pastorcitos en esa venturosa noche, que les traían buenas noticias. Ese es nuestro encargo en esta Navidad, ser portadores y mensajeros de la buena noticia, y llevar la esperanza y el amor de Dios, hecho Niño a quienes necesitan saber que Jesús es la solución de sus vidas.

Amigos en Cristo, les invito a que en esta navidad compartan su tiempo con aquellas personas que se sienten solas y abandonadas, y ofrezcan el amor y el consuelo que viene del Señor con acciones, con palabras, con abrazo y con amor. Regalen el amor del divino Niño Jesús y lleven impreso en su rostro su sonrisa, alegría y felicidad. Que su familia sienta que Jesús está presente no solamente en la época navideña, sino durante todo el año.

De parte de mi familia personal y de la gran familia del apostolado El Sembrador, les agradezco su amistad, oraciones y apoyo económico que hace posible que ESNE siga anunciando y proclamando la Buena Noticia al mundo, principalmente a los más pobres y necesitados de nuestros tiempos. Sin su ayuda, no sería posible decir que en este año jubilar de la Misericordia recién finalizado, Dios hizo grandes cosas en la expansión de nuestro apostolado a más países como Paraguay, Uruguay y muchas ciudades del Sur, Centro y Norte América y las islas del Caribe. Jesús continuará naciendo en miles de corazones que lo reconocen como Salvador y seguirá ofreciendo su misericordia que es para siempre.

Agradezco a toda la gran familia de El Sembrador incluida y ausente en esta foto de servidores, pues son muchos más los que seguimos ofreciendo nuestro servicio voluntario al Señor con mucha alegría y felicidad. Gracias a todos y cada uno de ustedes por su fidelidad y entrega en el servicio a los demás, pues sirviéndolo así, saben que sirven a nuestro Dios y Señor.

 

De parte de la familia de El Sembrador, de Sara mi esposa y de toda mi familia, les deseamos a usted y su familia, la abundante Paz y Esperanza de Jesucristo en esta Navidad y que el nuevo año 2017 se presente lleno de felicidad y alegría en la armonía del trabajo y la vida familiar.
 


 

¡Feliz Navidad y Prosperidad en el Nuevo Año! Noel Díaz

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