Carta del mes

 

MUJER, RESPLANDOR DE LA TERNURA DE DIOS

El libro del Génesis habla de la creación con lenguaje poético, simbólico, pero profundamente verdadero: «Y creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó». (Génesis 1, 27). La acción creadora de Dios se desarrolla según un proyecto preciso.

Desde el inicio de la Historia de la Salvación, hemos entendido y comprendido que la imagen de Dios es la de un Padre, primero le dio vida al hombre y después a la mujer, ¿por qué sería esto?

Mujer y hombre nos complementamos. Ambos tenemos la misma dignidad dada por Dios, somos seres iguales, pero con ciertas diferencias. La mujer tiene muchas cualidades que reflejan a Dios, como el hecho tan especial de dar a luz. Asimismo, Dios hizo a la mujer para que ella proyecte esa parte tierna y amorosa, capaz de amar hasta el punto de dar su vida por sus hijos, tal y como Él lo hizo. Dios vio que el hombre, por sí solo, no podría representar el rostro amoroso de Él con la delicadeza con que una mujer es capaz de hacerlo, pero sí la imagen paterna para velar y cuidar por los suyos.

En las Sagradas Escrituras leemos tantos pasajes que muestran la imagen maternal de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios es como el águila que revolotea sobre sus polluelos (Deuteronomio 32, 11). Las imágenes maternas son fuertes en Isaías: «¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pero, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.» (Isaías 49, 15). En el Nuevo Testamento Jesús es comparado con una madre que reúne a sus polluelos bajos sus alas (Mateo 23, 37),

Eva, la primera mujer, en su inocencia, cayó en la tentación ofrecida por la serpiente, usada por Satanás como instrumento para sus planes. Deduzco que Satanás fue primero con la mujer por que él sabía que ella tenía muchas características parecidas a las de Dios, es lo que Satanás odia más. 

Leemos en el Evangelio de Mateo, capítulo 2, que el rey Herodes deseaba saber en donde iba a nacer el Mesías, porque tenía la intención de matarlo. La Virgen María y San José tuvieron que huir a Egipto y se consuma la tragedia más grande de ese momento: la muerte niños de menos de dos años. Todo por querer eliminar al Dios hecho Hombre.

Nuevamente nos damos cuenta que Satanás reaparece con la intención de seducir a una nueva persona. En San Lucas 4, nos dice que Satanás tentó a Cristo en el desierto, al principio de su ministerio: «Jesús, lleno del Espíritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por Espíritu al desierto, donde permaneció cuarenta días, siendo tentado por el Diablo.» (Lucas 4, 1-2). Aquí podemos observar el odio y las intenciones de destruir que el enemigo tiene a quien es sumamente parecido a Dios, o a quien está dispuesto a dar a conocer su amor y proclamar su gloria. 

La mujer de hoy corre el mismo riesgo que Eva y puede dejarse engañar por la serpiente y caer en la tentación y el pecado. Influenciar con su maldad a quienes la rodean, de la misma manera que Eva convenció a Adán de comer del fruto prohibido. Pero también tiene la opción de ser como la mujer más bendecida del mundo, como la nueva Eva, la Virgen María. En ella está plasmado el rostro lleno de ternura de Dios Padre, por eso me atrevo a decir que la mujer es el RESPLANDOR DE LA TERNURA DE DIOS.  

Dios desea que veamos en la Virgen María, un rostro maternal, lleno de amor, ternura y paz. Un hecho sin precedentes es lo que dice el apóstol Juan: «La palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros.» (Juan 1, 14). Veamos con una mirada profunda la imagen de La Virgen embarazada y podemos ver que están unidos, yo diría fundidos, todos los elementos del amor de Dios, es decir, su rostro paterno y su rostro materno. El Padre que protege y que provee, y en María su forma de amar como solamente una mujer y madre puede hacerlo, generando vida con ternura, entrega, compasión y fidelidad.

La Iglesia nos enseña que el nuevo Adán es Jesús y la nueva Eva es la Virgen María. Jesús, no cayó en la tentación y nunca pecó y para la salvación nuestra, venció a la serpiente y llegó para salvar a la humanidad perdida. La Virgen María, no cayó en la tentación, y su cuerpo inmaculado se convirtió en el nuevo tabernáculo en donde la presencia de Dios habitaría por nueve meses y en su corazón para siempre.

Mujer, María nuestra Madre, es el ejemplo más grande del amor de una mujer en toda la Biblia, y su decisión afirmativa a Dios (Fiat), nos trajo la salvación. Debemos imitarla, cuando Dios nos ofrece una misión y responder con firmeza: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra”, en esta respuesta está el máximo potencial de la mujer. Amén.

“La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ella desempeña. Ella es imprescindible para la Iglesia.” 
Papa Francisco.

Por ello, quiero aprovechar esta oportunidad para felicitar a todas las bellas mujeres por ser una imagen de Dios, por ser el esplendor del rostro del Creador y por su entrega sin límites en nuestro favor. Una felicitación especial a todas las madres que han entregado su ser al criar, educar, orientar y sacrificarse por sus hijos y nietos. Gracias a las madres que ya se nos adelantaron en el reino de los cielos, pero que volveremos a ver en la vida eterna. 

Finalmente, quiero agradecer y reconocer nuevamente todo el apoyo que nos brindan. Agradezco su generosa colaboración mensual, que nos permite continuar sembrando la semilla de la fe y la esperanza, dando a conocer tantos testimonios que confirman el beneficio de seguir a Cristo. 

Oramos diariamente por las necesidades de ustedes y pedimos a Dios que bendiga a quienes han sido tan generosos con nuestro apostolado. Gracias por sembrar su semilla en esta tierra fértil que Dios nos ha dado.

Deseando un feliz Día de las Madres, quedo atentamente de ustedes, en el amor del Padre y del Hijo, y en el poder del Espíritu Santo, junto a Santa María de Guadalupe.

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