LLAMADOS A SER CIUDADANOS
En este tiempo que vivimos, miles de personas pasan por muchas situaciones por el deseo de tener un estatus legal en Estados Unidos y así tener tranquilidad y la oportunidad de una estabilidad. Se me ocurre esta pregunta: ¿Si no lograra tener un estatus legal significa que estaré muy mal? Les comparto una buena noticia desde mi experiencia y testimonio personal: durante un tiempo supe lo que representa no contar con estatus legal aquí, pues mi madre y yo entramos a este país varias veces con un pasaporte local que tiene sus límites de estancia. Como mi mamá decidió quedarse y no regresar a México, automáticamente nos convertía en “ilegales”, por lo que en dos ocasiones mi madre fue detenida por Inmigración (ICE). La primera vez yo tenía unos 8 años y, por el hecho de que mi mamá tenía a un hijo menor en ese tiempo, le dijeron que saliera voluntariamente, dándole unos meses aún de estancia, pero con la condición de que, al salir, tenía que firmar su salida al llegar a la frontera, certificando a la oficina de Inmigración que ya había dejado el país. Mi madre nunca me infundió temor de salir de nuevo a México; ella siempre fue una mujer de fe, confiando en que, donde ella estuviera, teniendo a Dios, estaría bien.
Pasaron los años y regresamos a EE.UU., y sucedió lo mismo después de unos tres años viviendo aquí. Un día, mientras iba a su trabajo, en una parada de autobús hubo una redada y nuevamente fue llevada a unas oficinas donde tenía que dar su información. En ese tiempo yo ya tenía unos 13 años y ese día estaba en la escuela en Los Ángeles. Mi madre les informó que tenía un hijo en la escuela, y le sucedió lo mismo que la otra ocasión: le dieron la oportunidad de quedarse tres meses más y salir voluntariamente. E hizo lo mismo: salimos y firmó a la salida para confirmar que había cumplido. Una vez más, mi madre no demostraba temor, sino su gran confianza puesta en Dios Padre, y regresamos a mi ciudad natal, Tijuana. Luego pasaron los años, logramos regresar y, esta vez, obtener un estatus legal. Después, yo logré aplicar para la ciudadanía de EE.UU., pero sin dejar de ser ciudadano mexicano. Mi madre me dijo: “Yo también quiero ser ciudadana”, pero no hablaba inglés, así que intentó pasar la prueba varias veces, hasta que un día finalmente lo logró y también se hizo ciudadana de este país.
A mí me sorprendió cómo ella estudiaba y se esforzaba con el inglés, ya que no fue a una escuela desde que era niña y aprendió a leer y a escribir por su cuenta. Es aquí y ahora cuando veo que su fe y confianza en Jesús, y la intercesión que le pedía a la Virgen de Guadalupe, le concedieron lograr su estatus legal. Lo más importante para mí y mi madre no solo fue lograr ser ciudadanos de EE.UU., sino haber logrado entender que Jesús nos vino a llamar para ser ciudadanos del Reino de Dios. Hoy lo afirmo convencido de que, si tuviera que elegir una ciudadanía y me preguntaran: “¿Cuál aceptas?”, sin duda sería la ciudadanía del Reino de Dios, porque he descubierto el verdadero tesoro: a Jesús, que vino a este mundo para que tú y yo calificáramos para un estatus y una ciudadanía del cielo, para vivir con el Dios Padre de la misericordia eternamente. Esta ciudadanía no la cambiaría por ninguna otra, y aunque doy gracias a Dios y a este país por habernos permitido llegar aquí y aspirar a una mejor vida, hoy le digo a quienes sufren por no tener sus documentos legales: no acepten vivir en temor, sino más bien vivir en fe y confianza en Dios. Él nunca les dejará solos. Jesús prometió estar con nosotros: «Yo estaré con ustedes siempre, todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 20b). Hasta que Jesús regrese en su segunda venida, recordemos que dio su vida para que logremos ser aprobados por la misericordia del Padre y ser ciudadanos del Reino. Jesús nos ofrece ser nuestro abogado ante el Padre. Un abogado representa a alguien ante el juez, así que hoy Jesús está representando a cada uno que lo reconozca como su representante ante Dios, el Juez Eterno.
El apóstol más joven de los doce elegidos por Jesús es Juan, quien se recostó en su pecho en la Última Cena. Él reconoció a Jesús como abogado, y así lo dijo: «Hijos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero si alguien peca, tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo el Justo. Él se ofreció en sacrificio para que nuestros pecados sean perdonados, y no solo los nuestros, sino los de todo el mundo.» (1 Jn 2, 1-2). Y también Jesús dijo: «Busquen primero el reino [de Dios] y su justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura.» (Mt 6, 33). Aquí nos presenta las prioridades, o sea, antes que preocuparnos por todo lo demás, primero es buscar el Reino de Dios y su justicia. Finalmente, recordemos lo que san Pablo dijo sobre la ciudadanía: «Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos recibir al Señor Jesucristo; él transformará nuestro cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para dominar todas las cosas.» (Filipenses 3, 20-21).
Aunque hoy encontramos personas que viven en una gran pobreza material, sin lo suficiente ni para comer, por su gran fe y confianza en Dios, son “multimillonarios”, porque se saben “Ciudadanos del Reino”, y eso les da la certeza de que, con Dios, todo estará bien, aunque hoy sufran. Por otro lado, vemos a quienes, teniendo abundancia material y sin faltarles nada en este aspecto, pueden ser los más pobres espiritualmente de la tierra por no tener o aspirar a la ciudadanía del Reino de Dios. Esa, para mí, es la pobreza más grande, porque es una muerte espiritual y la tragedia más grande en la vida, porque es perder la vida eterna. La ciudadanía es la vida eterna; esta vida aquí es temporal. Jesús murió y resucitó, venciendo la muerte, y después ascendió al Reino, al cielo, donde él quiere que un día lleguemos a vivir para siempre. Esa es la oportunidad que tenemos los creyentes, y pido a Dios Padre por usted, para que, con corazón abierto a Jesús, sea aceptado como ciudadano del Reino por medio del arrepentimiento (metanoia). Ese es el pase que nos ofrece el Salvador del mundo. Si nos arrepentimos de corazón, se nos abre la puerta y calificamos para ser ciudadanos, porque Dios Padre nos ofrece su misericordia por medio de Jesucristo, su Hijo, quien pagó el precio con su sangre preciosa por nuestros pecados.
En este momento, si nunca ha aceptado la invitación a ser ciudadano de su Reino, haga esta oración de entrega a Jesús; si ya lo hizo, reafirme y renueve su “sí” al Señor:
Padre celestial, reconozco por fe que en este momento tú me ves y me escuchas. En este día abro la puerta de mi corazón a tu llamado a ser parte de tu Reino. Te pido perdón por mis pecados, que tú los conoces, y te ruego tengas misericordia de mí por el hecho de que tu Hijo dio su vida por mi salvación y pagó el precio de mis pecados, todo para que no me pierda y me salve. Señor Jesús, te doy gracias por ser mi abogado y Salvador. Te reconozco y te recibo en mi corazón. Te entrego mi vida como está y te pido ser transformado por tu Santo Espíritu y seguir el camino hasta llegar a la vida eterna. Amén.
Quiero darles mi sincero agradecimiento por sus ofrendas a cada uno de ustedes que lo hacen. Que Dios les conceda la abundancia por su generosidad, para que siga esta misión tan importante para tantas almas que buscan con anhelo la misericordia de Dios para sus vidas.
Ahora quiero extenderles una cordial invitación a dos grandes eventos que tendremos en este mes. El primero es Metanoia Denver, sábado 2 de agosto, y el segundo es Metanoia San Diego, el sábado 16. Deposite su confianza en Dios y viva estos eventos, que son de gran bendición para usted y su familia. Y, por último, quiero decirles que cada vez estamos más cerca de ustedes a través de la consagración a Jesucristo por medio de la NUEVA APP ESNE73, haciendo click aquí, podrá descargarla y unirse a una experiencia que cambiará su vida a través de la Sagrada Escritura. No pierda la oportunidad, descárguela ya y únase al grupo que inicia el próximo 30 de septiembre. Si usted necesita mayor orientación, comuníquese en EE.UU. al (818) 745-4398 y al (773)777-7773; en México al +52 33 1487 6681. También puede escribir al correo electrónico: info@soy73.com y uno de nuestros hermanos le atenderá y guiará en este camino de discipulado.
Su amigo y servidor,
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