CUANDO EL CIELO Y LA TIERRA SE UNEN POR AMOR
En la Basílica de San Pedro, situada en la ciudad del Vaticano, en Roma, hay muchas obras de arte que son un legado de la historia de nuestra Iglesia y de la humanidad, las cuales están expuestas para ser contempladas por los visitantes. Al estar ante dichas obras de arte, todas las personas quedan sorprendidas por su magnitud y belleza. Personalmente, al estar frente a ellas, me quedé muy sorprendido de la genialidad de estos artistas. El más sobresaliente es sin duda alguna el famoso Miguel Ángel, cuyas obras son de un cuidado y detalle sorprendentes, al punto de la perfección. Son millones de personas las que siguen contemplando sus bellas obras, basta con ver la Capilla Sixtina para quedarse perplejo de ver la hermosa calidad de sus creaciones al contemplar la belleza de sus pinturas en el techo de la misma.
Me he gastado un poco de tiempo en describir lo anterior, con el objeto de llegar a la conclusión de que usted, yo y todos los seres humanos, somos la obra maestra de Dios, hechos con sus propias manos. Dios mismo coronó su creación, creando al hombre y la mujer y somos los únicos que dice la Sagrada Escritura, que fuimos hechos a su imagen y semejanza. No hay obra más perfecta hecha por ser humano alguno que tenga vida y que permanezca para siempre al lado de su creador, como usted y yo. Somos la obra de perfección de nuestro Dios y Señor. Lastimosamente cuando el hombre pecó, cayó de la gracia de Dios y desde ese momento perdimos la inocencia original. Con el pecado, la naturaleza humana se desfiguró y se deterioró.
En una oportunidad, al gran artista Miguel Ángel, le preguntaron ¿cómo hacía para hacer sus grandes esculturas? A lo que él respondió: Lo único que hago es quitar las piedras que sobran, porque dentro de los grandes bloques de mármol vienen ya en su interior esas esculturas. Una respuesta que dejó admirados a sus interlocutores. Yo considero que nosotros hemos hecho todo lo contrario pues con el pecado hemos ocultado nuestra belleza, nuestra pureza, nuestra imagen de hijos de Dios inscrita desde nuestro nacimiento.
Pero el eterno amor de Dios se manifestó una vez más, enviando a su Hijo Jesucristo para restaurar la humanidad, la obra maestra de Dios Padre. Este niño que nace en un pesebre, llegó de la forma menos esperada, para confundir a los sabios y los poderosos y en ese bello misterio, se encarna en el bendito vientre de la virgen María. Dios tuvo misericordia de todos nosotros los pecadores y por su amor, nos ha dado la oportunidad de restaurar y sanar los corazones a través de su Hijo. Desde que nace el Salvador, hasta que muere en la cruz, su misión fue la de ofrecer la oportunidad para que los hombres y mujeres lleguemos a vivir en plenitud de libertad y no en esclavitud y de esta manera recuperar la verdadera identidad de ser hijos de Dios, eliminando todas aquellas piedras que han cubierto la obra de perfección del Señor, que somos cada uno de nosotros.
El nacimiento de este Divino Niño es motivo de gozo, de esperanza y amor. La Navidad no tiene ningún sentido si no permitimos que este Divino Niño Jesús nazca en nuestro corazón tal y como lo describe la Santa Escritura: “Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad” (Juan 1, 14). Y esta es la mejor forma de celebrar Navidad y el mejor regalo que podemos darle al Divino Niño, es ofrecer y dar amor abundante; es perdonando y pidiendo perdón, buscando la reconciliación y la paz con quienes estemos enojados y alejados. ¡Eso es la Navidad, esa es la verdadera noche de Paz!
Ruego a todos mis fieles amigos que consideremos que Dios se hizo hombre, para que aquel que vive en tinieblas y sombras de muerte pueda vivir en la luz; para que aquel que vive en pecado se levante y experimentando la misericordia del Señor viva en la gracia; para que aquel que se siente solo y abatido, sepa que tiene a alguien a su lado; para que aquel que sufre y llora, tenga consuelo y esperanza; para que aquel que pasa por la injusticia y la violencia, experimente la paz.
«Porque nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo, al cual se le ha concedido el poder de gobernar. Y le darán estos nombres: Admirable en sus planes, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de Paz. Se sentará en el trono de David; extenderá su poder real a todas partes y la paz no se acabará; su reinado quedará bien establecido, y sus bases serán la justicia y el derecho desde ahora y para siempre. Esto lo hará el ardiente amor del Señor Todopoderoso.» (Isaías 9, 6-7)
Se acerca por igual el fin de año, es el tiempo preciso de agradecerle a Dios por su fidelidad, generosidad y bondad para con nosotros, pues sin su dirección y ayuda divina no hubiera sido posible obtener los logros alcanzados. Pero dentro de sus abundantes bendiciones, todos ustedes están incluidos, pues solamente con sus oraciones y sus ayudas mensuales, fruto de su generoso corazón, es posible que nuestro trabajo se siga haciendo realidad. Es por ello que ruego a Dios Todopoderoso que les dé su bendición abundante en el nuevo año 2024, y que las mismas alcancen a todos sus seres queridos.
Les sigo haciendo extensiva la invitación para que se sumen a la consagración a Jesucristo que se realiza de forma virtual, de la que soy parte y donde también participo. Aprovecho para felicitar al grupo que se está consagrando y que este 16 de diciembre que es su misa de consagración, vivan un nacimiento adelantado de Jesús en sus corazones. Si alguno de ustedes desea más orientación o información sobre este gran proyecto de fe y encuentro que aviva el llamado a ser católicos de compromiso evangelizador y misionero como un discípulo 73 no duden en comunicarse al 818 745 4398 en EEUU y en México al +52 33 1487 6681 y uno de nuestros operadores les atenderá o escríbanos al correo electrónico info@soy73.com.
No me queda más que desearles a todos ustedes, bajo el cobijo de Nuestra Santa Madre en su advocación de la Virgen de Guadalupe a quien festejamos por igual este 12 de diciembre y su Santísimo Hijo Jesús, una feliz y dichosa Navidad y un Venturoso y Próspero Año Nuevo de parte mía, de mi familia y la familia ESNE.
Su atento amigo y servidor,
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