Quién iba a imaginar que ya estamos cerca de cerrar el año 2016 y de comenzar el 2017. Dicen que el tiempo no perdona, es inexorable y nos debe ayudar a hacer conciencia que la vida se pasa rápido y es necesario ser sabios para sacar el mejor provecho de ella, pues es un regalo de Dios. Siempre se nos ha enseñado que hay que buscar a Dios y muchos piensan que Él está muy lejos de nosotros. Sin embargo el Señor no está lejos, sino por el contrario, está tan cerca como el mismo respiro que tomamos cada instante, dándole vida a nuestro cuerpo.

Nos describe el libro de Génesis: “Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente” (Génesis 2, 7). En hebreo la palabra “soplo” se dice “rúaj” y significa “aliento”, “viento” y “espíritu”. Es así que Dios no sólo nos dio vida con su aliento desde el primer día que nacimos, sino que nos sigue dando a cada segundo que respiramos y vivimos. Y cuando nuestro cuerpo deje de vivir, Él nos llevará a la eternidad para nunca más morir, porque ya no dependeremos del cuerpo humano y pecaminoso. Con la muerte, seremos liberados del cuerpo para vivir eternamente en su presencia.

En esta ocasión deseo meditar sobre el tema de la vida y la muerte, desde el punto de vista cristiano. Sin duda, todos hemos derramado lágrimas por un ser amado que falleció. Cuando la muerte se hace presente en nuestras vidas, siempre nos deja muy pensativos y aparecen muchas preguntas sin respuestas, aparte del dolor y el vacío que nos dejan las personas. En algunos casos, nuestra conciencia comienza a reclamar las deudas que se quedaron pendientes con ellas, como por ejemplo: nuestra indiferencia, la falta de ayuda oportuna, nuestra participación en su vida, la falta de amor, nuestra intervención en el sufrimiento, etc., es decir, vienen a nuestra memoria una serie de pensamientos que nos llevan al dolor, a tal grado, que quisiéramos volver a tener a la persona con vida para decirle: perdóname, te amo, te necesito, gracias.

¿Qué hacer ante estos momentos y cuál es la mejor forma de hacerle frente? Recordemos que la buena noticia es que Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11, 25). La muerte, si realmente creemos en Jesús, es un paso a la eternidad y de esa persona que ha muerto, ya sólo queda su cuerpo sin vida, su espíritu ya no está allí. Esa persona está mejor que los que lloramos su partida, porque ya entró a la paz eterna. Esa persona está feliz, libre, sonriente, porque está en el estado completo del alma. Algunos podrían preguntar: ¿Estará en el cielo? ¿Cómo saberlo? Lo único que yo sé perfectamente, es que Dios es rico en misericordia y es el único que sabe si en los últimos instantes de vida de aquella persona, es decir, antes de morir, hizo lo mismo que aquel maleante que fue crucificado al lado de Jesús en la cruz: “Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar. Jesús le contestó: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23, 42-43). Ese malvado ladrón se robó la salvación en el cielo, sencillamente porque se arrepintió.

Ahora bien, reflexionemos el pensamiento de algunos: “Para que me acerco a Dios y a la iglesia, si al cabo después me arrepiento y ya me salvo”. Amigos, esto es muy riesgoso. Un cristiano ha de procurar ir definiéndose, es decir, preparándose y equipándose para la vida eterna. El hoy ha de estar en función del siempre para poder decir: “Jesús, acuérdate de mí en tu reino”.

Considero que lo mejor es permanecer siempre preparados para el momento final, viviendo bien y felices aplicando el evan gelio a nuestra vida y teniendo a Jesús en el corazón. Con frecuencia recuerdo a mi madre de manera especial. Quisiera verla y pasar un día con ella, porque la extraño. ¿Y qué hago? Pues en medio de mi dolor, le doy gracias a Dios por su vida en la eternidad, porque creo y sé que ella se encuentra feliz. Esto me anima y es por ello que diariamente le pido su bendición y permanezco con la esperanza de que la volveré a ver, porque creo en las promesas de Jesús.

Si alguien siente o tuviera cargas en su conciencia por algo en relación a quien falleció, le recomiendo que acuda al sacramento de la reconciliación y a través de la confesión, encontrará el perdón y la misericordia de Dios para encontrar su paz interior. Claro que vamos a llorar su ausencia y aceptar la tristeza del gran vació que han dejado, pero es importante volver pronto a vivir la realidad y continuar nuestra vida diaria. Debemos recordar que a nuestro lado hay personas que nos aman y necesitan y no quieren vernos sumidos en la tristeza y el dolor, si las ignoramos, estamos haciéndolas sentir que no valen nada para nosotros, aunque no sea esa la intención. Dios nos ha prometido estar con nosotros siempre y la muerte nos libera para estar eternamente a su lado. Dios no es un Dios de muertos, Dios es vida, es el Creador de todo cuanto existe. Si nosotros somos sus hijos, participamos de su misma vida y de su mismo amor. A este respecto, el apóstol San Pablo dijo: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14, 8).

Este es el mes en que recordamos de manera especial a nuestros queridos difuntos y yo les ofrezco en lo personal mis oraciones por todos ustedes que, como yo, han pasado por esta triste experiencia de vivir la partida de un ser amado. Tengan presente que nuestros difuntos gozan de la vida eterna y que todo lo perdonan, porque quien se encuentra con Dios, sabe perdonar. Todo nuestro apostolado se dedicará a orar por sus queridos difuntos y a pedir porque el Señor los tenga en la eternidad de su paz y amor. Amén.

También Noviembre es el mes de ACCIÓN DE GRACIAS, razón por la cual en nombre de mi familia personal y de nuestro apostolado, levantamos nuestro corazón agradecido a Dios nuestro Señor, por todos sus favores, dones y por la constante bendición sobre nuestra familia evangelizadora, de la misma manera, dejamos constancia de nuestro agradecimiento a todos ustedes, gente fiel y generosa, que han tenido confianza y nos han ofrecido su aprecio, apoyo moral y económico. Hoy, como muestra de nuestro agradecimiento, rogamos a Dios por bendiciones para usted y su familia.

Aprovecho para pedirles que se unan con nosotros en la celebración de la Teleradiotón que llevaremos a cabo del 2 al 16 de Noviembre, pues es la forma de mantener la obra evangelizadora que lleva a cabo este apostolado. Anticipadamente agradezco su generosa participación.

Aprovecho la oportunidad para desearles que el amor de Jesucristo y de Santa María de Guadalupe se mantenga firme en ustedes y sus familias.

Noel Díaz

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