La humanidad ha sido sorprendida y sacudida por la pandemia del COVID-19 (Coronavirus). El mundo entró en una crisis donde todos, de una u otra forma, hemos sido afectados en lo personal y colectivamente. Miles de personas han enfermado y fallecido hasta el momento y, tristemente, siguen muriendo muchos más. Podría seguir describiendo todo lo que está sucediendo, pero lo considero innecesario dado que los diferentes medios de comunicación se encargan de darnos la información a cada instante. Todos debemos tomar muy en serio las diferentes medidas que han sido recomendadas por las autoridades de salud y del gobierno.
Usualmente yo escribo la carta mensual semanas antes de que llegue el mes siguiente, debido a que se toma tiempo en llegar a cada uno de ustedes, a través del servicio de correo, así que, cuando usted la tenga en sus manos y se encuentre leyéndola, es muy probable que tengamos nuevas noticias acerca de la pandemia.
No obstante, con todos los acontecimientos actuales y, como buen cristiano, me surge la pregunta: ¿Qué debemos hacer los seguidores y creyentes de Jesús en los tiempos de incertidumbre y de temor? Veamos a continuación, como ejemplo, lo que vivieron los discípulos cuando se desató una tormenta y fijemos nuestra atención, no solo en los discípulos, sino en el Señor Jesús, quien les da una gran lección de fe.
Nos dice la Escritura: «Subió Jesús a una barca acompañado de sus discípulos, cuando de pronto se levantó en el lago una tempestad tan violenta que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había quedado dormido. Los discípulos se acercaron a él y lo despertaron, diciendo: ─¡Señor, sálvanos! ¡Estamos a punto de parecer! Jesús les dijo:
─¿A qué viene ese miedo?
¿Por qué es tan débil tu fe? Entonces se levantó, increpó en calma. Y los discípulos se preguntaban asombrados: ─¿Quién es este, que hasta los vientos y el lago lo obedecen?»(Mateo 8, 23-27)
En el mundo actual también se ha desatado una tormenta en la cual miles de personas se encuentran aterradas y temerosas. Eso es comprensible; existe la gran incertidumbre de no saber cuándo pasará esta tormenta. Amados hermanos y amigos en Cristo, este es el tiempo en donde se define qué tan grande o qué tan pequeña es nuestra fe en Dios Omnipotente.
Este pasaje bíblico nos relata que Jesús dormía en la parte trasera de la barca mientras se desataba la tempestad. Sin embargo, Jesús sabía todo lo que estaba sucediendo. Así pues, nosotros, no dudemos, confiemos en que Dios no duerme, está atento, tal como dice el Salmo: «Tu guardián no duerme». El Señor ve el dolor y el sufrimiento de su pueblo. Dios nunca nos prueba con un mal, lo que sí hace es intervenir para sacar lo mejor de nosotros, para que valoremos las cosas más importantes y abandonemos la idolatría de las cosas perecederas.
Los discípulos llenos de miedo le reclamaron a Jesús, quien tranquilamente se encontraba dormido: ¿No te importa lo que está sucediendo? Tristemente, hay personas que, en vez de reconocer que necesitamos acercarnos aún más a Dios, le reclaman, pensando en que Dios nos está castigando con esta pandemia, y no es así. Meditemos en que Jesús reprendió al viento y al mar, y esa tempestad se calmó. Amigos, esta tempestad también pasará porque Jesús está vivo y él necesita escuchar nuestras voces rogando para que llegue la calma. Es importante en estos momentos hacer la parte que nos toca: doblar nuestras rodillas delante del Señor y rogar porque termine la tormenta.
Observemos en este pasaje bíblico descrito por el apóstol san Mateo que, Jesús, al despertarse, se dirige a los discípulos y les llama la atención: ¿Por qué tanto miedo? ¡Qué poca fe tienen ustedes! Este es pues un tiempo propicio para crecer en la fe y ser testigos del poder de Dios. Es tiempo de oración y no de reclamo. Es tiempo de rogar y suplicar al Señor su misericordia. Es tiempo de no tener miedo. El Señor mismo lo pide y nosotros debemos obedecer confiadamente.
La bondad del Señor en medio de la crisis
Quiero aprovechar la ocasión para reconocer que muchas cosas buenas se han dado en medio de esta crisis. Por ejemplo, por la necesidad de protección y resguardo, las familias se han unido y han tenido tiempo de estar unidos. De la misma manera, son miles de personas que se han sensibilizado ante las circunstancias, reconociendo la necesidad de mantener una estrecha relación con Dios ¡ha habido muchas conversiones! La gente ha vuelto al camino de la fe en Dios. También la solidaridad se ha hecho palpable unos a otros. Muchos han vuelto a recordar el valor de la obediencia, porque obedeciendo es como se encuentra la salvación, en Dios y de igual forma debemos obedecer a las autoridades de salud. Dios sabe sacar muy buenas cosas de tiempos difíciles. Los discípulos, sin duda, aprendieron a confiar más en Jesús y su fe aumentó mucho más.
En estos días en casa tuve oportunidad de ordenar mis libros. Mientras lo hacía, me detenía a abrir algunos títulos que llamaban mi atención y que no había leído. Al abrir uno de esos libros mis ojos enfocaron una página con este texto; personalmente sentí que era Dios hablando a través de este santo que vivió en los primeros siglos de la era cristiana, San Juan Crisóstomo. Él escribió: “Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y graves tempestades nos amenazan; sin embargo, no tememos a ser sumergidos porque permanecemos firmes sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá la roca; aunque se levanten las olas, no podrán hundir la nave de Jesús.”
Le doy gracias a Dios porque nuestro apostolado ha estado recibiendo cientos de llamadas diciendo: ¡Gracias porque ESNE a través de sus medios de comunicación están dándonos mucha esperanza y no nos sentimos solos! Nuestra audiencia parece que se ha duplicado y yo digo que este es tiempo oportuno de evangelizar. ¡Es el tiempo de salir de sus cuevas! Una expresión que el Papa Francisco me ha dicho en varias ocasiones. Esto significa que los seguidores de Jesús, nosotros los católicos, debemos dar testimonio de nuestra fe desde el lugar en el que nos encontremos.
Su familia ESNE, El Sembrador, permanecerá firme en la fe con cada uno de ustedes. Nuestras oraciones, unidas a las del Papa Francisco y de toda la Iglesia, nuestras transmisiones de las misas del Papa desde la capilla de Santa Martha, los rosarios y la Palabra de Dios viva, permanecerán mientras nos dejen entrar las autoridades del gobierno a nuestras instalaciones. El pasado 25 de marzo nos unimos al Rosario desde Portugal en un día sin precedentes.
Vimos como muchos países se unieron,incluyendo México, a la Consagración del Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de la Virgen de Fátima. Hoy podemos escuchar la voz de Santa María de Guadalupe diciéndole a San Juan Diego: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”. Estas mismas palabras nos las dice hoy a cada uno de nosotros.
Quiero agradecer de todo corazón a todos, quienes, en medio de esta crisis, no han dejado de apoyar esta obra de Dios que, sin duda, hoy más que nunca, necesita permanecer como una LUZ DE FE Y ESPERANZA. Como ya en el pasado he mencionado, su colaboración, su semilla, su ofrenda no es para que alguien se enriquezca. Si bien tenemos personal capacitado, técnico y puntual que reciben un salario por su labor, como es justo, también habemos muchos voluntarios ofreciendo nuestro tiempo y dones sin recibir ninguna compensación económica. En mi caso, soy un colaborador de esta obra de Dios, al igual que muchas personas. Por ello no me apena invitarles a seguir colaborando con nuestro apostolado, porque juntos construimos esta obra de Dios y juntos continuaremos proclamando LA BUENA NOTICIA que el mundo necesita, hoy más que nunca. Dios les multiplique el ciento por uno su bondad y les gratifique sus sacrificios que, sin duda, serán recompensados.
En este tiempo de dificultad que estamos viviendo, felicitar a las Mamás por su día tiene mayor relevancia, porque ellas son los pilares que sostiene cada familia. Muchas felicidades que Dios les llene de amor, esperanza y fortaleza.
Que Dios les llene sus corazones de fe y confianza en su Hijo amado Jesucristo y que el Espíritu Santo mantenga viva la llama de la fe, la esperanza y el amor, en la dulce compañía de nuestra siempre bien amada María, en su advocación de la Virgen de Guadalupe, madre de la fe.