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1 - Lo primero que hizo el centurión, fue ir a buscar a Jesús y encontrarse con él. Hay que comprender que la necesidad de sanación del enfermo, lo llevó a buscar la persona de Jesús, reconociendo que solamente él podía sanarlo. La búsqueda debe ser parte de la vida del creyente y sobre todo, el mantener una constante relación con el Señor. Esa íntima relación no es más que la comunicación entre ambos, un diálogo permanente, establecido por la oración. ¿Dónde buscar a Jesús? En lo secreto de nuestro corazón, en la intimidad de nuestra habitación, en la iglesia, en el sagrario, en la comunidad (“cuando dos o tres se reúnen en mi nombre…”), en cualquier parte y en cualquier lugar. Lo importante es hacer un tiempo especial diariamente para buscarlo y encontrarse con él.
2 - El centurión romano, puso toda su fe en Jesús. El creyó, estaba convencido de que Jesús tenía todo el poder para resolver su petición, su necesidad. La biblia nos enseña: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”. (Hebreos 11, 1). Santiago 1, 6 nos dice: “Pero tiene que pedir con fe, sin dudar nada; porque el que duda es como una ola del mar, que el viento lleva de un lado a otro”. De la misma manera, leemos en San Mateo 17, 20-21: “Porque ustedes tienen muy poca fe. Les aseguro que si tuvieran fe, aunque solo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, le dirían a este cerro: “Quítate de aquí y vete a otro lugar”, y el cerro se quitaría. Nada les sería imposible”.
3 - Algunas veces Dios pone a prueba nuestra fe y fortaleza. Sucede que cuando le pedimos algo, Dios desea ver hasta donde estamos dispuestos a creerle y a actuar con una fe verdadera, o bien, si le buscamos sólo para que nos haga un milagro. Jesús le dijo al centurión romano: ¡Iré a sanarlo! Sin embargo, la inmediata respuesta del centurión fue: “Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano”. El evangelio nos presenta el caso de la mujer cananea, también extranjera pues no pertenecía al pueblo de Israel, pero quien se atrevió a salirle al paso a Jesús y gritarle: “¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho!” Ella era gentil, de la región de Tito y Sidón, dados a la idolatría. Este pasaje es una ilustración de la fe que salva y sana. Aquí, Jesús le dijo a ella: “¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres. Y desde ese mismo momento su hija quedó sana”. Esta sencilla mujer, supo poner su fe en la persona correcta, lo cual es la primera característica de la gran fe. Jesús le puso obstáculos al principio, sin embargo, Jesús sintió el dolor y la fe de esa mujer que pedía a gritos misericordia para su hija. Y Jesús escuchó la necesidad y la atendió.
4 - La perseverancia en la oración es fundamental. Muchas respuestas a la oración pueden llegar pronto, pero también pueden tardar lo suficiente, hasta que se haga la voluntad del Señor. Debemos ser cuidadosos al orar y tomando en consideración que debemos hacerlo de acuerdo a la voluntad de Dios, tal y como lo indica 1 de Juan, 5, 14-15: “Tenemos confianza en Dios, porque sabemos que si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido”. Recordemos el pasaje bíblico que nos narra la oración de Jesús en Getsemaní. Jesús fue a orar a este lugar de su preferencia, porque sabía que la situación que se avecinaba era muy difícil y necesitaba tener una comunión con el Padre. Nos describe San Marcos 14, 35-36: “En seguida Jesús se fue un poco más adelante, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y pidió a Dios que, de ser posible, no le llegará ese momento. En su oración, decía: “Abbá, Padre, para ti todo es posible: líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”. Y de todos es bien sabido, que la voluntad de Dios Padre era ofrecernos nuestra salvación, Jesús acepto con obediencia la voluntad del Padre y gracias a ello alcanzamos su misericordia. Amén.