Quisiera comenzar esta carta, compartiendo una fábula, lo cual a mi criterio, contiene una verdad muy ajustada a los hechos reales. “Cuentan, que el diablo desesperado, buscaba encontrar un plan de ataque dirigido a los seres humanos que fuera más efectivo para ganar almas para el infierno, razón por lo cual convocó a una asamblea de sus agentes del mal y les pidió a cada uno que diera su idea o plan. Uno de ellos, dijo: Hagámosles creer a los humanos que Jesús no existe. El diablo respondió: No, eso no lo van a creer. Se puso de pie otro demonio y dijo: Les haremos creer que la biblia no es palabra de Dios; y el diablo, respondió: No, eso tampoco la van a creer. Un demonio que estaba muy callado, dijo: ¿Qué tal si logramos convencerlos de que dejen la conversión a Dios para mañana? El diablo inmediatamente se puso de pie y gritó: Esa idea es genial. Eso es lo que haremos de ahora en adelante.”
Apreciados amigos, la desidia, la pereza, el conformismo, crean apatía en el ser humano y anula sus deseos de realización personal. Yo me pregunto: ¿Cuántas personas que han muerto, se fueron sin convertirse a Dios y perdieron la felicidad de la eternidad? Es posible que todas esas personas, tuvieron buenas intenciones y deseos de mejorar y cambiar su comportamiento, para ser verdaderamente hijos de Dios; pero siempre lo dejaron para mañana y el mañana nunca llegó. El enemigo de nuestras almas, Satanás, siempre trata de prolongar nuestras buenas intenciones y deseos de cambio, y eso es una realidad que todos hemos vivido. Jesús dijo en muchas ocasiones, al final de sus mensajes evangélicos: “¡Los que tienen oídos, oigan!” (Mateo 13: 9, 43; Marcos 4: 9; Lucas 8:8). No hay situación más triste y dolorosa, que perder nuestra salvación. Perder la comunión con quien da paz y es paz.
Durante la Cuaresma se nos invita a la conversión, al perdón, es el tiempo adecuado para acercarnos más a Dios a través de la oración y del sacrificio personal, renunciando a todo aquello que nos aleja de Dios. Por lo tanto, es tiempo de actuar y de no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy. El Papa Francisco, en su mensaje para la cuaresma 2016, dijo en una de sus partes: “Solo en el amor de Cristo, está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre −engañándose− cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. El pobre es el corazón herido de Dios y los que se olvidan de Jesucristo. Por ello, los soberbios, los ricos y los poderosos, pueden acabar en condenarse a sí mismos cuando caen en el eterno abismo de soledad que es el infierno.”
Hoy, es precisamente el tiempo para acercarnos a Dios. Hoy, es el kairós, es decir, el tiempo de Dios y hay que aprovecharlo. No pongas de excusa que vas a esperar a estar mejor. Dios te quiere así, en las condiciones en que ahora te encuentras, sin importar si estás envuelto en el pecado, en la envidia, etc., Dios solamente quiere abrazarte y ofrecerte su gran misericordia. En Efesios 5, 16 nos dice: “Aprovechen bien este momento decisivo, porque los días son malos”. El tiempo se puede invertir o se puede gastar, y no es susceptible de guardarse. Debemos de emplearlo si no lastimosamente lo perdemos sin tener oportunidad para recuperarlo.
Yo considero que la Desidia, la Pereza y el Conformismo- nos impulsan a dejarlo todo para mañana. Estas actitudes enfermizas, tienen a miles de personas que conforman familias las cuales incluyen a creyentes y servidores del Señor, sin vivir al máximo su vocación de hijos de Dios. Cuando en el corazón del ser humano no hay pasión y entrega a Dios, el alma se entristece y se siente defraudada. En estas mismas circunstancias encontró Jesús a Jerusalén y exclamó: “Yo he venido a prender fuego en el mundo; y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!” (Lucas 12, 49). Los corazones de muchos cristianos, bautizados, están apagados y desinteresados de tener una relación con Dios. Esto es precisamente porque según ellos: “No tienen tiempo”. Cierto, no tienen tiempo para Dios, sin embargo, gastan su tiempo en cosas improductivas, innecesarias e inútiles. Están enfermos de la tibieza- una terrible enfermedad espiritual, que causa que el alma se sienta cansada y desanimada en la lucha por acercarse a Dios.
Apreciados hermanos en Cristo, es necesario despertar del adormecimiento que producen las conductas negativas en nosotros- los hijos de Dios y de darnos cuenta que Jesús ha derramado su gracia y el fuego de su Espíritu en cada uno. El fuego ardiente de su amor y misericordia ha caído de lo alto, el cual Jesús, quiere encender en ti y en mí, para que volvamos al camino de la salvación y seamos testigos de haber encontrado el reino de Dios. Al igual de que vayamos a decirles a los demás, qué su fuego esta encendido en el corazón de quien cree en Él.
Hace unos pocos días, fui a comer con un amigo que recientemente vio a su esposa partir de este mundo. Ella falleció y él sufre por su ausencia. En la conversación, él me contó que con el resto de su familia, estaban asistiendo a unas reuniones de personas que también han experimentado la pérdida de un ser querido. También me compartió, que la mayoría de los asistentes sufren y lloran, porque no le dijeron en vida a su ser querido, cuánto lo amaban, ni manifestaron sus sentimientos de amor y agradecimiento mientras estaban con ellos. Este amigo, me dijo, todos sabíamos que amábamos a nuestros seres queridos, pero no consideramos conveniente decirles, porque creímos o supusimos que ellos lo sabían.
Todos ellos coincidieron en esperar la ocasión oportuna para decírselos, dejando o postergando para mañana, la mejor ocasión para decirlo, sin pensar que “el mañana” nunca llegó. Todos se quedaron con ese sentimiento perdido de no haberlo dicho en el momento adecuado… hoy. El kairos, el tiempo de Dios es hoy mismo.
A esto me refiero, cuando digo que miles de personas están perdiendo la brillante oportunidad de vivir con pasión la vida. Pasión que se refiere al amor por el Señor y que viene del fuego encendido por Cristo Jesús. Este fuego que nos convierte en testigos de su amor y de su gracia, y que nos hace capaces de encender el fuego en los corazones de aquellos que viven alrededor nuestro. Fuego que nos hace consumir la monotonía de vida, que consume el pecado que proviene de la desidia, la tibieza, la pereza, el conformismo, etc., y que nos impulsa a vivir la vida de acuerdo a las enseñanzas del Divino Salvador. NO DEJES PARA MAÑANA LO QUE PUEDAS HACER HOY! Amén.
Nuevamente agradezco en nombre de nuestro apostolado, la fidelidad de nuestros sembradores, cuyas donaciones mensuales y oraciones, hacen posible que nuestro trabajo evangelizador llegue a muchas personas necesitadas del consuelo que lleva el mensaje de la palabra de Dios a través de nuestros medios de comunicación, Radio, Televisión e Internet. Todos ustedes que nos apoyan, son como el cimiento en donde el apostolado tiene sus bases, pues su ayuda es indispensable para funcionar, de la misma manera como la sangre hace funcionar el corazón y con ello todo el cuerpo. Dios los bendiga por su apoyo y su fidelidad, nosotros no nos cansamos de rogar por todos ustedes y su familia, pidiéndole a Dios que se derramen abundantes bendiciones.
Asimismo agradecemos a todos nuestros sembradores, quienes con sus contribuciones han hecho posible que nuestro canal ESNE, haya logrado llevar a infinidad de hogares del territorio latinoamericano y de España, la transmisión en vivo de la visita de su Santidad, el Papa Francisco a nuestro hermano país de México. En la próxima carta, tendré oportunidad de contarles algunos detalles de la experiencia vivida en nuestro viaje acompañando a su santidad el Papa Francisco, en su viaje a México. Él nos ha dado su bendición y por supuesto en ella están incluidos todos ustedes y sus respectivas familias.
Espero que el tiempo Cuaresmal y la Semana Santa, sean de gran bendición en sus vidas y ojala que sea aprovechado como un tiempo propicio para tener una renovación de su vida y comenzar una vida nueva, en el amor del Señor Resucitado.
Sin otro particular, aprovecho para quedar de ustedes unidos en el amor de Cristo Vivo y Resucitado y en la alegría de santa María de Guadalupe, nuestra bondadosa Madre Santísima.