Una de las más conmovedoras y significativas escenas de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo es aquella que nos describe a su Madre, junto a la cruz, presenciando la ejecución de su amado Hijo. María, su madre, siempre permaneció cercana al Señor, hasta en sus últimos momentos lo acompañó y cuidó, siguiendo sus pasos y enseñanzas. Junto a ella, se encontraban también, María, la hermana de su madre, la de Cleofás, María, la Magdalena y su discípulo amado, Juan.
María, su madre, junto a las otras mujeres y Juan, el discípulo, habían presenciado todo el martirio al que fue sometido Jesús y por supuesto, es de imaginar el inmenso dolor que causó en sus corazones. Es muy probable que María, recordara aquella otra escena en la que llevando al niño Jesús en sus brazos para presentarlo en el Templo, un hombre justo y piadoso, llamado Simeón, guiado por el Espíritu Santo le dio su bendición, y le dijo: «─Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten. Él será una señal que muchos rechazarán, a fin de que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu propia alma.» (Lucas 2, 34-35). Desde luego que la profecía se había cumplido, pues María tenía el corazón atravesado por un dolor tan profundo, como el de una espada clavada en su corazón.
Jesús viviendo ese trágico momento desde lo alto de la Cruz, desde el dolor, desde el olvido y traición de tantos, desde la incomprensión de muchos, tiene unas palabras cargadas de dulzura y de sentido profético para con su Madre: ¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! Y completando el mensaje que algunos consideran el último testamento del Señor, Jesús le dice al discípulo amado: ¡Hijo, ahí tienes a tu Madre!
Es conmovedor y esplendoroso observar y vivir el amor del Hijo hacia su Madre y el de su Madre hacia su Hijo. Así el gran artista Miguel Ángel, se inspiró para crear una de las obras más bellas de la historia, llamada la Piedad (Pieta). Una obra hecha en mármol, en donde Jesús está en los brazos amorosos de su Madre, después de su muerte.
En este mes de mayo celebramos el amor de las madres, el amor que solo puede dar una mujer cuando ama. La Virgen María es el mayor modelo de cómo amar a Dios Padre, a su Hijo Jesucristo, a su esposo San José y a su pueblo. Hoy, quiero honrar a todas las madres del mundo, con todo el respeto que cada una de ellas se merece. Es necesario meditar que aun en los momentos más dolorosos de nuestro Señor en la Cruz, no deja de contemplar el rostro sufriente de su Madre y con sus últimas palabras se dirige a ella para decirle: ¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! Con estas breves palabras Jesús quería consolar a su madre diciéndole que a su lado, se encuentra Juan, el discípulo amado a quien le pide que acepte como su hijo. Pero también de manera recíproca, dirigiendo su mirada a Juan, su fiel y amado apóstol, le dijo: ¡Hijo, ahí tienes a tu Madre! Desde entonces, la Iglesia reconoce y acoge a María, la Madre de Jesús, como Madre nuestra, porque en representación de San Juan, como apóstol de la Iglesia, todos somos hijos.
Una madre es feliz si sus hijos están bien y sufre su corazón cuando no lo están. Recuerdo cuando al despertar, había a mi lado ollas y botes para que cayeran las gotas de agua del techo de la casita de cartón que mi madre alquilaba en la vecindad en donde vivíamos. Esto tenía un valor especial para mí, pues significaba que mientras yo dormía tranquilamente, mi pobre madre no lo hacía, cuidándome para que no me cayera el agua encima y me fuera a mojar y a despertar. Mi madre velaba mi sueño para que yo estuviera bien. Así es el amor de una madre.
Ahora puedo ver en Sara, mi esposa, cómo se desvive y se preocupa por cada uno de nosotros, los miembros de la familia: hijos, nietos, nueras, etc. Ella es feliz, viendo a todos felices. También hay muchas madres, que sin tener hijos de sangre, aman a quienes Dios les ha puesto delante para dar ese amor de mujer que Dios les ha concedido desde la niñez, pues es tan natural observar en ellas las muestras de ternura a las que inspira el sentido maternal.
Quiero aprovechar la oportunidad para agradecer a cada madre que hace y sigue haciendo grandes sacrificios por sus hijos. De la misma manera, quiero pedirles perdón en nombre de aquellos hijos que no han sabido tener un corazón agradecido y mostrarles su gratitud y amor. Sin embargo, nunca es tarde para que los hijos recapaciten y se animen a mostrar sus sentimientos hacia sus abnegadas y sufridas madres, principalmente aquellas que han sido abandonadas por sus esposos y han sido padres y madres, debido a las circunstancias de la vida. También es ocasión de agradecer a nuestras madres que han fallecido y se encuentran gozando del reino de los cielos. Si tienes que pedir perdón, hazlo con mucha fe y mándales tu amor, con la esperanza de un día volvernos a encontrar gracias a la misericordia de Dios. Si ella vive, sea cual sea tu relación con ella, no dejes escapar los días sin mostrar tu amor por ella.
Jesús nos dejó a su inmaculada Madre con el fin de que podamos recurrir a ella y pidamos su intercesión. Ella nos sabe escuchar y nos ofrece su ayuda e intervención con el fin de consolar nuestras penas. Este año y durante este mes, estamos celebrando los 100 años de la aparición de la Virgen María en Fátima. Cada aparición es una señal de que nuestra Madre del cielo no nos abandona, ella nos pide que no dejemos de rezar por la salvación de los hombres y mujeres de este mundo.
El Papa Francisco cuando lo entrevisté, dijo: “En tiempos de turbulencia hay que correr hacia nuestra Madre”.
Una vez más muestro mi gratitud a cada uno de ustedes, por todo su apoyo económico al sembrar su semilla de amor cada mes. Que Dios bendiga cada semilla que nos ofrecen y que la abundancia alcance su casa y su familia. Gracias y nuestras oraciones son constantes en su favor.
Por último, les mando mi cariño y un fuerte abrazo a cada una de las madres que leerán la presente carta del mes y estaré rogando para que Dios les conceda los deseos de su corazón. Felicidades a todas las mujeres. Un saludo muy especial a Sara, mi esposa y madre de mis hijos, quien me ha mostrado con su actitud, que es una gran mujer. Feliz Día de las Madres.
Que la bendición y el amor de Jesucristo y de Nuestra Señora de Guadalupe les acompañe por siempre.
Noel Díaz
"Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu Divina Misericordia."