Sin duda La Virgen María, como Madre, sabe exactamente lo que es sufrir por amor a los hijos. El evangelista San Lucas es el único que registra una referencia al carácter de la Madre de nuestro Salvador: Cuando Jesús cumplió 12 años lo llevaron sus padres a Jerusalén para la celebración de la Pascua. En esa ocasión sus padres se dieron cuenta que en su regreso, Jesús no estaba con ellos y los buscaron por tres días, hasta que lo encontraron en el templo con los doctores de la ley, preguntando y debatiendo con ellos.
Es aquí donde la Sagrada Escritura nos revela el corazón de la Madre: «Después el niño regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre, guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón» (Lucas 2, 52). Una madre sabe guardar en su interior los momentos más importantes de la vida, de manera especial, cuando estos eventos tienen qué ver con sus hijos.
Así pues, en esta reflexión quisiera poder levantar un altar a las madres por su entrega incondicional a su deber materno, por su gran corazón, tal como nuestra Madre del cielo, modelo de todas ellas.
MADRES “ESPECIALES”
Todos hemos venido a este mundo por medio de una mujer y por eso deseo hacer un gran reconocimiento a esa madre que, día con día, camina firmemente hacia la santidad al estar al cuidado de ese hijo o hija con capacidades diferentes. Ellos son los ángeles de la familia. Con sus necesidades especiales enseñan mucho a cada uno de nosotros, pero sin duda, son un reto y al tiempo, bendición para sus madres.
Unas semanas atrás, mientras realizaba un programa de radio y televisión, llamó la Sra. Martha, una persona muy alegre y de mucha fe quien constantemente se comunica con nosotros y siempre nos transmite su gran actitud hacia la vida. En esa ocasión yo hablaba justo de este tema, de estas criaturas especiales quienes, en muchos casos, se han convertido en instrumento de unidad de la familia.
Recuerdo que en aquella ocasión llamé a las madres de estas personas “madres en camino de santidad” justo por el gran valor y sacrificio que llevan a cabo en el cuidado de sus hijos. Martha entonces se comunicó para compartirnos que justo tenía ella a “su Ángel” (ese es el nombre de su hijo); “el es mi Cristo roto”, nos dijo. Le pregunté la edad de “su Ángel” y dijo que justo aquél día cumplía ¡39 años!
Le felicitamos al aire, pero también caí en cuenta de que Martha había dedicado 39 años al cuidado de esa criatura que depende totalmente de ella, 24 horas, siete días a la semana. Además ella es madre soltera.
MARÍA, EJEMPLO Y MODELO DE TODAS LAS MADRES
Este tipo de acciones hablan del verdadero e incondicional amor de las mamás, el cual a veces es difícil reconocer: Todos esos sacrificios por los que pasa una madre por amor a sus hijos. Si usted conoce o es una de estas madres, mis más sincero reconocimiento. A cada madre que llevó o lleva en su vientre una criatura quiero rendirle hoy tributo a su SÍ. Lo he dicho antes, toda mujer, sea madre o no, tiene en su ser el regalo de Dios y es ese gran amor dentro de sí, ese amor que entrega sin medida aunque corra el riesgo de no recibir un “gracias”, o en algunas ocasiones hasta sea rechazado. Dios Padre que es justo y misericordioso recompensará sin duda a cada una, a cada madre que ha dado su vida por amor.
Por eso nuestro Señor Jesús, desde la Cruz, nos otorgó el gran privilegio de darnos a su Madre como nuestra Madre, al decirle al discípulo amado, Juan: «Hijo ahí está tu madre». Así mismo a su madre le dijo: «Ahí está tu hijo» (Juan 19, 26-27). Desde entonces, a la iglesia se le concedió experimentar el amor materno de nuestra Madre María y por ella, miles de mujeres y hombres hemos encontrado un refugio en momentos de turbulencia.
Eso nos lo recordó Su Santidad el Papa Francisco cuando lo entrevisté en El Vaticano, refiriéndose a la situación de los emigrantes: «Los monjes rusos de la época medieval o antes, tienen un consejo muy lindo. Antes decían ''cuando hay turbulencias espirituales, acogerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios"; y eso es lo que puedo y quiero decirles, ella se lo dijo a Juanito en su lengua, "no tengas miedo. ¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?"». Así nosotros, en estos tiempos tan cambiantes, tenemos en quien refugiarnos, en la gran Madre de Dios, que Él mismo quiso dejarnos en herencia en su iglesia.
MEDITAR CON EL CORAZÓN EL GRAN MISTERIO DE LA MATERNIDAD
Con la fiesta de Pentecostés culmina el tiempo de Pascua; recordamos así el surgimiento de la Iglesia primitiva con la fuerza del Espíritu Santo. Así que, con esta gran celebración, ruego a Dios Padre para que, por medio de su Hijo, le conceda a cada madre y a cada mujer la fuerza de su Santo Espíritu para poder proclamar como La Virgen María: «Mi alma alaba la grandeza del Señor porque el ha hecho maravillas en mí…» (Lucas 1, 47-48).
Recordemos que justo María, la gran discípula del Señor, quien sabía guardar y meditar en estos grandes misterios de su Hijo dentro de su corazón, estaba presente en este gran acontecimiento eclesial, recibió el Santo Espíritu y ello, sin duda, representó el cúlmen de su gran misión de mujer y de madre.
Así aconsejo, a cada madre, meditar en el gran misterio del amor de Dios, pero también en el gran misterio que son nuestros hijos para nosotros. Desde el corazón podemos comprender, entender, meditar y aceptar. Reflexionando pueden comprenderles mejor, orientarles, aconsejarles y aceptar la misión que el Señor tenga a bien confiarles.
Alguien dijo que el amor tiene cara de mujer; esto tiene su verdad. Nos dice San Juan que «Dios es amor» (1Juan 4, 8) y ese amor se nos ha dado gratuitamente para que lo podamos dar a los demás, tal como hace día con día cada mujer, cada madre de fe. Amén.
¡GRACIAS!
En sintonía con este mes en que recordamos a todas las madres, quiero agradecer a cada una por ser el corazón del mundo, por su gran sensibilidad a las necesidades de los demás, por siempre motivar a su familia a hacer el bien.
Sabemos que muchas de nuestras Sembradoras son madres y ayudan y sostienen nuestro Apostolado con su gran generosidad y motivando a toda su familia a apoyarnos. Gracias a todos ustedes por la confianza en nuestra misión: desde las conferencias, eventos, radio, televisión y Redes Sociales; con nuestras obras de caridad y nuestro apostolado de predicación.
Por esto mismo queremos pedirles nos sigan apoyando. Las necesidades son cada vez mayores pues, en nuestra realidad actual, hace falta estar cada vez más presentes para las personas, que conozcan a Jesús por medio de su Madre María que nos lleva a Él; apoyar, escuchar y fortalecer la vida de cada madre, de cada mujer, para que continúe con su labor de ser el corazón del mundo.
Por esta razón, las necesidades económicas también crecen, pero nosotros nos confiamos a la Providencia de Dios, a la gran generosidad de cada uno de ustedes, Sembradores y Sembradoras y al cariño maternal de nuestra siempre Virgen y Madre: María, para que permita que nuestro Apostolado continúe con esta labor tan especial: La Nueva Evangelización.
Con el amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ruego por la bendición a su hogar y a su familia. Pido que Santa María de Guadalupe interceda por todos y cada uno de ustedes.