Qué gran verdad nos presenta Jesús en esta frase. La pregunta del millón que Él nos hace a ti y a mí es: ¿En dónde está tu tesoro? ¿Qué es lo que más valoras? ¿Cuáles son tus prioridades en la vida?
Al dar respuesta a estas interrogantes, sabremos si en verdad realizamos la labor para la que fuimos creados o si vivimos sin armonía, sin descubrir la esencia de la vida. Yo me he preguntado muchas veces: ¿Por qué muchas personas, sabiendo que está en sus manos hacer un cambio en su manera de pensar y de actuar, simplemente no lo hacen? Sé que si decidieran cambiar, aquello sería suficiente para quitar su sufrimiento actual. Sin embargo, siempre hay algo que se impone a ese cambio y al final pareciera que se han acostumbrado al sufrimiento.
¿Será que las generaciones de hoy son masoquistas y les agrada sufrir? Es una pregunta que ronda mucho mis pensamientos. ¿Por qué no buscar lo bueno, lo que produce satisfacción interior, paz, amor, esperanza y salud? Todos tenemos la capacidad de alcanzar la felicidad y realización personal que necesitamos; aunque nos hayamos equivocado previamente, incluso muchas veces, eso no debe determinar nuestro futuro, si es que real y verdaderamente queremos cambiar. Para efectuar el cambio de vida solo basta con empezar a creer en Jesús, quien vino a revelarnos cuán grande es el amor del Padre para con sus hijos, aunque seamos pecadores.
El viaje de la vida
Se me ocurre entonces hacer un simple ejercicio de imaginación que se pueda aplicar en nosotros. Imaginemos que la vida tiene un destino feliz y que, para alcanzarlo, es necesario llevar a cabo un largo viaje. Para llegar a ese lugar de felicidad, cada quien tendrá un mapa, con el fin de llegar seguro a los brazos de quien nos ama intensamente y quien dará la felicidad que tanto buscamos. Durante el viaje, pasaremos dificultades, riesgos y peligros, pero si seguimos todas y cada una de las indicaciones e instrucciones, es seguro que llegaremos a encontrarnos con nuestro destino final. Durante el recorrido tendremos vicisitudes y peligros. También habrá momentos de tentación que nos llevarán a la duda y que nos harán pensar en abandonar. De la misma manera, durante el trayecto, nos encontraremos con diferentes personas decepcionadas por lo que han hecho y que nos invitarán a dejar de lado nuestro viaje personal. Experimentaremos una lucha interior a causa de la duda, pues no nos sentiremos seguros de continuar y es posible que se inicie una guerra dentro de cada uno, a tal punto que sentiremos perder la fe en lo que estamos haciendo.
En este viaje vivencial aparecerá, con toda seguridad, alguien a quien le interesamos mucho, pero para destruirnos. Le llamaremos ladrón, porque quiere robarnos la plena felicidad y hacernos perder nuestro objetivo. Durante el trayecto debemos elegir bien y tener mucha prudencia al actuar, porque este ladrón solamente desea nuestra muerte y estará apareciendo constantemente en nuestro caminar con diferentes rostros y en diversas circunstancias, para que hagamos a un lado el mapa con instrucciones que se nos ha entregado, con tal de que no lleguemos al destino especialmente diseñado para nuestra felicidad eterna.
La humanidad entera, tú y yo, llevamos a cabo este viaje de la vida. En el trayecto encontramos muchos letreros que nos anuncian y prometen llegar más rápido y seguro, pero realmente sus mapas e instrucciones son falsas y solo conducen al abismo y no a nuestro destino elegido por quien de verdad nos ama eternamente. Esta es una realidad de la vida, el ladrón ha hecho buen papel y está llevando a miles y miles de personas por caminos equivocados; aparentemente mejores y más fáciles de caminar, pero que al final llevan a la muerte y al sufrimiento eterno. El sabio Salomón nos dice al respecto: “Hay caminos que parecen derechos, pero al final de ellos está la muerte” (Proverbios 14, 12).
El tesoro de Dios, nuestra meta eterna
Hoy, ese ladrón está robando a las familias, a cada uno de sus miembros: niños, jóvenes y adultos. Les ofrece abundante diversión, distracción y placer, para después volverlos esclavos y llevarlos a una vida de sometimiento que hace sufrir; tal es el caso de las adicciones, que producen dependencia y conducen a una vida sin sentido. Jesús nos pregunta: ¿En dónde está tu tesoro?
El tesoro debe ponerse en un lugar de mucha confianza y seguridad. Mi tesoro es muy valioso y es espiritual y solamente lo puedo confiar a alguien de quien he aprendido a amar: DIOS. Jesús me ha enseñado que tú y yo somos muy valiosos para Dios y su mayor deseo es que lleguemos a nuestro destino final, en donde encontraremos la felicidad eterna. Durante el viaje, Dios nos ha acompañado siempre y ha caminado a nuestro lado. Tal vez no podamos verlo, pero sí que lo podemos percibir y sentir.
Es posible que en alguna parte del viaje le hayamos hecho caso al ladrón y nos hayamos desviado, pero hemos logrado escuchar la voz del Señor que nos recuerda que Él es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14, 6), y así volvemos una vez más y retornamos a la dirección verdadera y sin reproche alguno de parte de Dios; somos aceptados.
Recordemos que el ladrón (Satanás) es quien mueve el mundo oscuro de la maldad, la violencia, de divisiones, de envidias, abusos contra la vida, placer, adicciones y de todo aquello que roba la paz. Por su parte, Dios nos ofrece y da todo. Así lo relata San Pedro en su segunda carta: (1, 3-7): “Dios, por su poder, nos ha concedido todo lo que necesitamos para la vida y la devoción, al hacernos conocer a aquel que nos llamó por su propia grandeza y sus obras maravillosas. Por medio de estas cosas nos ha dado sus promesas, que son muy grandes y de mucho valor, para que por ellas lleguen ustedes a tener parte en la naturaleza de Dios y escapen de la corrupción que los malos deseos han traído al mundo. Y por esto deben esforzarse en añadir a su fe la buena conducta; a la buena conducta, el entendimiento; al entendimiento, el dominio propio; al dominio propio, la paciencia; a la paciencia, la devoción; a la devoción, el afecto fraternal; y al afecto fraternal, el amor”.
Particularmente yo me quedo con lo dicho por Josué: “Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor”. También ustedes deben decidir a quién seguir. Ojalá que muchos de ustedes al meditar sobre el contenido de esta carta y su mensaje, puedan decir lo mismo que el pueblo hebreo de Josué: “Nosotros también serviremos al Señor, pues Él es nuestro Dios” (Josué 24, 18).
El verdadero éxito: alcanzar a Dios
Para terminar, deseo compartir las últimas palabras que, antes de morir, fueron dichas por un hombre que cambio nuestro mundo con la tecnología. Ahora cada uno de nosotros tiene un teléfono móvil en el cual podemos tener tanta información como en cualquier biblioteca, todo en la palma de nuestras manos. Él fue Steve Jobs, fundador de Apple. Algunas personas dicen que Jobs no creyó en Dios, aunque fue adoptado por una familia cristiana; además practicó el budismo. Sin embargo, veamos lo que dijo estando en su lecho de muerte: “He llegado a la cima del éxito en los negocios. A los ojos de los demás, mi vida ha sido el símbolo del éxito. Sin embargo, aparte del trabajo, tengo poca alegría. Finalmente, mi riqueza no es más que un hecho al que estoy acostumbrado. En este momento, acostado en la cama del hospital y recordando toda mi vida, me doy cuenta de que todos los elogios y las riquezas de los que yo estaba tan orgulloso, se han convertido en algo insignificante ante la muerte inminente. En la oscuridad, cuando miro las luces verdes del equipamiento para la respiración artificial y siento el zumbido de sus sonidos mecánicos, puedo sentir el aliento de la proximidad de la muerte que se me avecina. Sólo ahora entiendo -una vez que uno acumula suficiente dinero para el resto de su vida- que tenemos que perseguir otros objetivos que no están relacionados con la riqueza. Debe ser algo más importante: por ejemplo, las historias de amor, el arte, los sueños de mi infancia... Mantenerse constantemente en la búsqueda de la riqueza y del dinero solo puede convertir a una persona en un ser retorcido, igual que yo. Dios nos ha formado de una manera que podemos sentir el amor en el corazón de cada uno de nosotros, y no ilusiones construidas por la fama ni el dinero que gané en mi vida, que no puedo llevarlos conmigo. Solo puedo llevar conmigo los recuerdos que fueron fortalecidos por el amor. Esa es la verdadera riqueza que te seguirá; te acompañará, te dará la fuerza y la luz para seguir adelante. El amor puede viajar miles de millas y así la vida no tiene límites. Muévete a donde quieras ir. Esfuérzate para llegar hasta las metas que deseas alcanzar. Todo está en tu corazón y en tus manos. ¿Cuál es la cama más cara del mundo? La cama de hospital. Tú, si tienes dinero, puedes contratar a alguien para conducir tu coche, pero no puedes contratar a alguien para que lleve tu enfermedad en lugar de cargarla tú mismo. Las cosas materiales perdidas se pueden encontrar. Pero hay una cosa que nunca se puede encontrar cuando se pierde: la vida. Sea cual fuere la etapa de la vida en la que estamos en este momento, al final vamos a tener que enfrentar el día cuando la cortina caerá. Haz un verdadero tesoro del amor para tu familia, en el amor por tu esposo o esposa, en el amor por tus amigos... Trátense bien y ocúpense del prójimo".
Es impresionante lo que dijo este gran hombre, ¿no lo crees? Al final del camino recapacitó sobre lo que realmente tiene valor en la vida y es TODO lo que un hombre llamado Jesús de Nazaret vino a enseñar hace más de dos mil años y él no solo cambió el mundo entonces, sino que continúa haciéndolo hoy. Él nos ofreció el mapa y guía para llegar a nuestro destino y vivir una vida con sentido y en abundancia, aún con sus luchas y sufrimientos, pero con fe y esperanza de que Dios está con nosotros. Las indicaciones e instrucciones Él las dejó contenidas en el mapa de la vida, que son las Sagradas Escrituras.
¡Gracias, Sembradores!
Deseo saludar a mis hermanos y hermanas que reciben esta carta en lugares de detención, en donde se encuentran privados de su libertad, y en donde han hecho un ministerio de compartir esta Carta del Mes con sus compañeros. Ánimo, mis queridos hermanos, cuenten con nuestras oraciones. Aun desde esa situación ustedes pueden ser más libres pues, la verdadera libertad, se ubica en el corazón y es dada por Jesucristo, quien nos dice: “…Me han enviado a anunciar la libertad a los presos…”
Sembradores, gracias por sus oraciones y sus ofrendas que hacen posible seguir avanzando en la buena siembra, llevando a Cristo a los corazones de tantos necesitados de su amor. Con sus donaciones, ustedes siguen haciendo posible nuestra obra evangelizadora; a la vez, sentimos el fuerte apoyo de su parte para nuestro apostolado. Por otra parte, con su apoyo, es posible llegar a miles de hogares en todo el Continente Americano y España. Sembradoras y Sembradores, sigamos sembrando con fe y amor.
Atentamente en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y con el abrazo de nuestra Madre, Nuestra Señora de Guadalupe, me despido como su fiel amigo y servidor.