Menu Principal:
Empiezo esta carta con un llamado fuerte y claro para ustedes, mis hijos y hermanos en Cristo: hombres católicos, no duden al entrar en la batalla que se pelea alrededor de ustedes, la batalla que ésta hiriendo a nuestros niños y familias, la batalla que está distorsionando la dignidad tanto de hombres como mujeres. Esta batalla de seguido esta oculta, pero es muy real. Esta batalla es primordialmente espiritual pero está matando progresivamente lo que queda del carácter cristiano de nuestra sociedad y cultura, e incluso en nuestros propios hogares.El mundo está bajo el ataque de Satanás, como lo predijo el Señor (1 Pedro 5:8-14). Esta batalla sucede en la misma Iglesia; y la devastación es demasiado evidente. Desde el año 2000, 14 millones de católicos han dejado la fe, la educación religiosa para niños en las parroquias ha bajado un 24%, la asistencia en las escuelas católicas ha bajado un 19%, el bautizo de niños ha bajado un 28%, el bautizo de adultos ha bajado un 31%, y los matrimonios sacramentales católicos han bajado un 41%. [1] Esta es una brecha muy grave. Un hoyo en las líneas de combate de Cristo. Aunque la Diócesis de Phoenix está mucho mejor que las estadísticas nacionales, las pérdidas son asombrosas.Una de las razones claves por las que la Iglesia ésta vacilando bajo los ataques de Satanás, es que muchos hombres católicos no han estado dispuestos a “mantenerse firmes sobre la brecha” –llenando ese espacio abierto y vulnerable al ataque-. Un tercio ha dejado la fe y muchos de los que todavía son “católicos” practican la fe con timidez y un compromiso mínimo de transmitirles la fe a sus hijos. [2] Nuevas investigaciones revelan que en grandes números los hombres jóvenes católicos están dejando la fe para convertirse en “Ningunos”, hombres que no tienen afiliación religiosa. Las crecientes pérdidas de hombres católicos jóvenes tendrán un impacto devastador en la Iglesia en EE.UU. en las siguientes décadas, a medida que los hombres ancianos mueran y los hombres jóvenes no permanezcan ni se casen en la Iglesia, acelerando así las pérdidas que ya han ocurrido.Estos datos son devastadores; porque a medida que nuestros padres, hermanos, tíos, hijos y amigos se alejan de la Iglesia, caen más profundamente en el pecado, lo cual rompe nuestros lazos con Dios y hace a los hombres vulnerables a los fuegos del infierno. Aunque sabemos que Cristo le da la bienvenida a todo pecador arrepentido, sucede que cantidades enormes de hombres católicos están fracasando en el cumplimiento de las promesas que hicieron en el bautismo de sus hijos niños de llevarlos a Cristo y criarlos en la fe de la Iglesia.Esta crisis se hace evidente en el desaliento y la desconexión de hombres católicos como ustedes y yo; de hecho, es precisamente por eso que considero necesaria esta exhortación, e incluso la razón de mi esperanza. Porque Dios constantemente supera el mal con el bien; la alegría del Evangelio es más fuerte que la tristeza traída por el pecado. Una cultura del descarte no puede resistir la luz y vida nueva que constantemente irradia de Cristo. ¡Por eso, los llamo a que abran sus mentes y corazones a Él, el Salvador que los fortalece para permanecer firmes en la brecha!